Muchos españoles están hartos de los enfrentamientos entre algunos líderes políticos, de su falta de cordura, del desmesurado afán por mirarse sus ombligos, cosa que les impide ver la triste realidad por la que pasa el país.
La estúpida actitud que mantienen, la lamentable ineptitud por la que se rigen y la inequívoca mediocridad que les define, es la causa de la decepcionante opinión que invade en estos momentos la vida del pueblo español, que no puede consentir por más tiempo tan negativo y vergonzoso comportamiento.
Y no me estoy refiriendo ni criticando la actitud de los líderes de todos los partidos, que más que partidos políticos son clanes, donde reinan las discordias y las envidias, el afán de protagonismo y el postureo.
Son nidos de aduladores que se disputan los cargos, y a quienes sólo les interesa la fama, el poder y mantenerse en sus poltronas para seguir viviendo del cuento.
Por desgracia, en la actualidad, hay muy pocos políticos por vocación y que merezcan este nombre, sin embargo, proliferan de manera increíble los “politicuchos” de ocasión, oportunistas a la caza de un cargo que les ayude a salir del anonimato, de la monotonía del trabajo que daba sustento a su mediocridad.
Desde hace ya unos años no existe esa clase política que añoran muchos ciudadanos, aquella que sacó a la España de las sombras y de la somnolencia.
El pueblo español echa de menos a esos políticos de pro que, aunque diferentes en ideas, redactaron nuestra Constitución, convirtieron a España en un país democrático, moderno y más equitativo, e hicieron lo posible por cambiar su imagen.
Sin embargo, hoy, ni siquiera se ponen de acuerdo para intentarlo y menos todavía, para sacarlo adelante.
Y esta España, aún dividida por las discordias del pasado, se encuentra en estos momentos al borde de uno de los mayores cataclismos que ha sufrido a lo largo de toda su historia, y todo ello por culpa de los cuantiosos partidos políticos superfluos (Podemos, SUMAR...) que han proliferado en el país, cuyos líderes se matan por gobernarla, pero no por salvarla.
Es tanta la sinrazón que les guía, el orgullo que no les deja ver más allá de sus ideas, la mediocridad de sus mentes y la falta de miras, que no se dan cuenta de lo equivocados que están, y lo más grave : no les importa el malestar de la población.
Líderes como Sánchez, Feijóo, Díaz, Puigdemont, Otegi..., prefieren seguir creando tensión y discordia entre ellos en lugar de apaciguar y poner fin al enfrentamiento que los separa, y cuyas nefastas consecuencias las está padeciendo el pueblo.
Lo de ahora es un desencuentro político tan exacerbado y obstinado, que ni siquiera en la España de la Transición fue tan visible y contraproducente para el país como lo es en la actualidad.
En estos momentos, España no se puede permitir semejante sinsentido, y los partidos políticos han de aunar fuerzas apelando a la cordura política y haciendo que la unión cree lazos que sirvan de puente para limar asperezas y, de ese modo, dar solución a los graves problemas que tenemos.