Opinión

VIVIR EN PAREJA: Un proyecto de crecimiento y vulnerabilidad

En tiempos donde el amor parece reducirse a conexiones fugaces, y las relaciones se desdibujan en la inmediatez, hablar de la pareja como un proyecto de crecimiento y vulnerabilidad puede sonar a contracorriente. Sin embargo, desde la perspectiva de la logoterapia —la psicoterapia centrada en el sentido, fundada por Viktor Frankl— y a través del pensamiento lúcido de Elisabeth Lukas, redescubrimos que amar no es simplemente sentir: es elegir, comprometerse, y crecer juntos en lo más esencial del ser humano.

Más allá del romanticismo: un compromiso existencial

Vivir en pareja es mucho más que compartir una casa, la rutina o las responsabilidades del día a día. Es compartir una vida. Y eso, según Frankl, implica asumir que cada ser humano está en constante búsqueda de sentido. La relación amorosa, lejos de ser una fuga del vacío, puede convertirse en un espacio privilegiado para descubrir ese sentido y ayudar al otro a realizar el suyo.

La doctora Elisabeth Lukas, una de las principales discípulas de Frankl, sostiene que el amor auténtico nace cuando logramos ver al otro como una persona única, irrepetible, valiosa por sí misma. Es entonces cuando la pareja se transforma en una "comunidad de sentido", una alianza libremente elegida que tiene como misión acompañarse mutuamente en el crecimiento personal y en la realización de valores.

Convivir: un entrenamiento para el alma

No hay relación significativa sin dificultad. La convivencia, como bien sabemos, es una escuela donde se aprende a tolerar, a negociar, a callar a tiempo o a hablar con honestidad. Es, en definitiva, un campo de entrenamiento para el alma. Y es aquí donde la logoterapia ofrece una mirada profundamente humana: no elegimos siempre lo que nos pasa, pero sí cómo responder ante ello.

La vida en pareja nos enfrenta a momentos de desencuentro, cansancio, frustración o dolor. Sin embargo, si asumimos esos momentos como oportunidades para desarrollar la paciencia, la empatía o el perdón, entonces la relación no solo se sostiene, sino que se enriquece. Como afirma Lukas, no es el amor lo que mantiene viva a la relación, sino la relación —sostenida con trabajo y sentido— lo que mantiene vivo al amor.

Vulnerabilidad: el verdadero lenguaje del amor

Una de las características más bellas y difíciles del amor maduro es la capacidad de mostrarse vulnerable. En una cultura que sobrevalora la fortaleza y la autosuficiencia, aceptar la propia fragilidad y compartirla con el otro se convierte en un acto revolucionario.

La logoterapia nos recuerda que la vulnerabilidad no es debilidad, sino una verdad esencial del ser humano. Y en el espacio seguro de una relación basada en el respeto, la confianza y la aceptación, es posible quitarnos las máscaras y atrevernos a decir: “Aquí estoy, con mis miedos, mis heridas y mi historia. ¿Puedo ser así contigo?”.

Elisabeth Lukas lo expresa con claridad: la pareja no debe ser un taller de “reparaciones” donde uno pretende arreglar al otro, sino un espacio donde cada uno puede desplegar lo mejor de sí, precisamente porque se sabe aceptado, incluso en lo imperfecto.

Amar también es una decisión

En un tiempo donde todo parece descartable, amar se vuelve una decisión poderosa. Ya lo decía Viktor Frankl: la libertad última del ser humano es elegir su actitud ante las circunstancias. El amor no escapa a esa libertad. No siempre sentiremos mariposas, pero sí podemos elegir cuidar, escuchar, comprender, estar.

El amor verdadero, lejos del mito de la media naranja, se basa en la decisión constante de elegir al otro —no porque lo necesitemos, sino porque lo valoramos—. No porque sea perfecto, sino porque juntos estamos dispuestos a crecer.

Como sugiere Lukas, el amor auténtico es una obra de arte en construcción. Cada día se esculpe con gestos sencillos: una palabra oportuna, una disculpa sincera, una caricia cuando faltan las fuerzas. Amar no es esperar que el otro colme nuestras carencias, sino ofrecerle lo mejor que somos, incluso en medio de nuestras propias batallas internas.

Lo espiritual también se ama

La logoterapia insiste en que no somos solo cuerpo ni psique: somos también espíritu. Y en una relación de pareja, esta dimensión espiritual se manifiesta cuando compartimos valores, sentido, fe, o proyectos que nos trascienden.

Hay parejas que no solo se acompañan, sino que caminan hacia un mismo horizonte. No necesitan estar siempre de acuerdo, pero sí tener la voluntad de buscar juntos algo más grande que ellos mismos: el bien común, la solidaridad, la esperanza, la fe. Cuando eso ocurre, el vínculo se fortalece incluso en las crisis, porque el amor ya no depende solo de cómo se sienten, sino de qué quieren construir.

Una escuela de humanidad

En suma, vivir en pareja es una tarea noble, exigente, pero profundamente humanizadora. Es una invitación diaria a salir de uno mismo, a mirar al otro como un ser valioso, a encontrar sentido no solo en los grandes momentos, sino en lo cotidiano.

No se trata de idealizar la relación, ni de negar las dificultades que conlleva. Se trata de comprender que amar es una forma concreta de crecer, de aprender a ser paciente, compasivo, valiente. Y también de aceptar que el amor verdadero se construye con fragilidad y coraje, con silencios compartidos y decisiones sostenidas.

Porque, como escribió Viktor Frankl, “el amor es la única forma de captar a otro ser humano en lo más profundo de su personalidad”. Y desde ahí, acompañarlo en su camino de realización personal, no como salvadores, sino como compañeros de travesía.

Miguel Cuartero. Orientador Familiar

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