La logoterapia, una corriente terapéutica fundada por Viktor Frankl, se basa en una premisa fundamental: la humanidad del ser humano está íntimamente ligada a su sentido de "responsabilidad". Según esta teoría, la persona es responsable de darle significado a su vida. Ser humano no solo significa existir, sino también responder ante las situaciones que nos presenta la vida, contestar las preguntas que esta nos plantea.
El ser humano como responsable
¿Qué significa ser humano? ¿Es simplemente una cuestión de tener una vida biológica, de respirar, comer y dormir? Frankl va más allá de esa definición básica. Para él, ser humano implica algo mucho más profundo. Ser humano implica ser capaz de responder ante la vida. La vida, con sus dificultades, alegrías, pérdidas, sufrimientos y milagros, nos lanza constantemente preguntas, y nuestra respuesta es lo que realmente define nuestra humanidad.
Sin embargo, hay una cuestión importante que debe ser abordada: ¿quién es el que llama? ¿A quién debemos responder? ¿Qué tipo de preguntas nos hace la vida? La logoterapia, a pesar de ser una escuela psicológica profundamente influyente, no tiene una respuesta definitiva para estas preguntas. La logoterapia no se adentra en la búsqueda de las respuestas universales sobre el sentido de la vida; más bien, sostiene que es el propio paciente quien debe encontrar las respuestas. El terapeuta solo tiene la misión de ayudar al paciente a descubrir la conciencia interna que lleva dentro, esa chispa que le permite ver su vida desde una perspectiva nueva.
La responsabilidad de la interpretación
Cada ser humano tiene la capacidad, y más aún, la responsabilidad, de interpretar su vida. Según Frankl, no es el contexto externo ni las circunstancias lo que define el sentido de la vida de una persona, sino cómo decide interpretarlo. Es un proceso profundamente personal que involucra tomar decisiones conscientes sobre cómo reaccionar ante los hechos que nos suceden.
La logoterapia no impone un único camino para encontrar el sentido. No dicta lo que el paciente debe pensar o creer, ni le obliga a seguir un rumbo específico. La responsabilidad de interpretar la vida de manera significativa recae completamente sobre el individuo. Esa responsabilidad es, de alguna manera, la clave de la libertad humana. En este sentido, la logoterapia plantea una especie de paradoja: la verdadera libertad reside en la capacidad de asumir la responsabilidad de cómo vivimos.
Cuando Frankl habla sobre la interpretación de la vida, menciona que las personas pueden tomar distintas perspectivas filosóficas y espirituales. Algunos pueden seguir las líneas del teísmo, es decir, una creencia en un poder superior o en un propósito divino en la vida, mientras que otros pueden adoptar una postura atea, considerando que la vida no tiene un sentido inherente más allá de lo que uno le otorgue. La logoterapia no toma partido por ninguna de estas perspectivas; simplemente ayuda al paciente a encontrar el camino que resuene con su propio ser.
La búsqueda de respuestas
En la vida moderna, muchos de nosotros nos embarcamos en la búsqueda de respuestas a nuestros problemas. Esto se puede hacer de múltiples formas: a través de la lectura de libros, la participación en conferencias, el acompañamiento en cursos de crecimiento personal o incluso la búsqueda de una orientación espiritual. A menudo, esta búsqueda nos ofrece un momento de satisfacción o incluso de revelación. Sin embargo, no es raro que después de un tiempo surja un vacío, una sensación de olvido. Es como si, por un momento, hubiéramos tocado algo profundo, algo que nos hacía sentido, pero que se desvanece con el paso del tiempo.
Esto sucede porque, aunque los libros y los eventos pueden ser valiosos, no son ellos los que realmente generan el cambio en nosotros. Ellos son solo un espejo, una herramienta que refleja lo que ya está dentro de nosotros. El verdadero cambio, el cambio profundo y duradero, solo puede venir de una decisión interna, de una transformación que debe nacer desde dentro. Por mucho que nos alimentemos de lo que otros nos enseñan, el camino hacia la transformación personal depende enteramente de nuestra propia disposición a hacer ese cambio.
La clave está en la intencionalidad. Si buscamos un libro que nos proporcione respuestas o participamos en una conferencia esperando que alguien más resuelva nuestras dudas, estamos delegando nuestra responsabilidad en otros. Si bien es cierto que los eventos o las lecturas pueden ayudarnos a abrir nuestra mente, el trabajo real comienza cuando decidimos tomar la responsabilidad de nuestra vida y comprometernos con el cambio. Solo entonces podremos experimentar una transformación genuina, aquella que surja de nuestro propio esfuerzo por encontrar sentido y propósito.
La paradoja de la búsqueda
Es posible que, en este proceso de búsqueda de sentido, nos sintamos frustrados en ocasiones. Vivimos en una sociedad que nos ofrece una enorme cantidad de información, pero a menudo esta información puede ser confusa o contradictoria. A pesar de todas las respuestas que parecen estar al alcance de nuestras manos, nos encontramos muchas veces con la sensación de no tener una dirección clara, de estar atrapados en un ciclo de preguntas sin respuestas definitivas.
Sin embargo, esa misma frustración puede ser vista como parte del proceso. El sufrimiento y la incertidumbre no son enemigos del ser humano, sino elementos fundamentales del proceso de crecimiento personal. La vida nos desafía constantemente, y es en esos desafíos donde se encuentra la oportunidad para profundizar en nosotros mismos y encontrar un sentido más grande a nuestra existencia.
Cada pregunta que la vida nos lanza puede ser vista como una invitación a descubrir algo nuevo acerca de nosotros. No se trata de encontrar respuestas fáciles o inmediatas, sino de desarrollar una capacidad de respuesta profunda, una capacidad para vivir de manera consciente y auténtica. Esa es la verdadera responsabilidad del ser humano: no solo reaccionar ante lo que la vida nos trae, sino hacerlo de una manera que nos permita crecer y evolucionar.
El sentido de la vida no es algo que se nos da de manera absoluta y fija. Es algo que debemos construir, día a día, con nuestras decisiones, nuestras respuestas ante las circunstancias y nuestras interpretaciones de lo que nos sucede. La vida nos presenta un sinfín de preguntas, y cada una de ellas es una oportunidad para descubrir un poco más de quién somos y hacia dónde vamos.
Viktor Frankl, en su libro "El hombre en busca de sentido último", nos invita a ser conscientes de nuestra responsabilidad frente a esas preguntas. No se trata de encontrar respuestas universales, sino de tener el coraje de dar nuestra propia respuesta, sabiendo que, en última instancia, nuestra vida solo tendrá sentido en la medida en que decidamos vivirla con responsabilidad y autenticidad.
Este es el reto de la vida: no buscar soluciones externas a nuestros problemas, sino asumir nuestra capacidad para darles un sentido. Solo de esta manera podremos encontrar lo que realmente buscamos: un propósito auténtico y significativo.
Miguel Cuartero - Orientador Familiar