El culto al catolicismo, los que recibimos nuestra enseñanza y educación en colegios religiosos, es esencial.
Creo que el culto católico siempre ha cometido el error (es una opinión muy personal) de garantizar el de los demás cultos a otras religiones.
Como creyente, pienso que la religión católica debe ser uno de los pilares básicos de cualquier nación.
La salud de una nación es más fuerte con la religión católica, ya que el catolicismo siempre ha procurado el bien, y una nación con un catolicismo fuerte, es más nación.
Es innegable que la entrada “brusca” de otras religiones en nuestras sociedades occidentales es perjudicial, porque la mayoría de esas otras religiones son impositivas.
La libertad de cultos en una misma nación podría suponer, y de hecho supone, un auténtico peligro para la convivencia social.
Hemos de proveernos de la conservación de nuestra religión católica, ya que otros credos considerados como fanáticos rompen con las buenas enseñanzas.
El culto a determinadas religiones también afecta al ámbito de la diplomacia, ya que las luchas legales (para mí algunas son ilegales e ilegítimas) en el ámbito de las batallas diplomáticas contra determinados países avasallan los principios básicos de la moralidad humana y al verdadero culto al catolicismo, y es que la consciencia colectiva ya no es consciencia, es demencia social, una demencia instalada en las raíces de su sociedad por las formaciones de la izquierda política.
Estos países, dominados por las élites mundiales, contaminan la diplomacia con todo tipo de falsedades mediáticas y tergiversaciones hechas a su conveniencia.
Los protagonistas de esta abominable revolución de la diplomacia para peor, cada vez son más, se amplían sus puntos de vista para la captación de ideologías que perjudican al mundo, al buen culto del catolicismo y a la buena diplomacia de siempre.
Sus mecanismos son entrenados a conciencia y los llegan a desarrollar impunemente por todo el globo terráqueo.
Esta es la visión de un servidor, que sólo pretende que el lector acepte o no el factor de la realidad didáctica y religiosa.