El cambio climático es un fenómeno natural que ha ocurrido a lo largo de la historia en la Tierra, sin embargo, el calentamiento global actual está ocurriendo a una velocidad y en una magnitud sin precedentes debido principalmente a la actividad humana.
Durante épocas pasadas, como en la Edad Media, también hubo fluctuaciones climáticas importantes, como la conocida "Pequeña Edad de Hielo", pero los cambios actuales son de una escala mayor y además están relacionados directamente con el aumento de gases de efecto invernadero, emitidos por la quema de combustibles fósiles y la deforestación. Los cambios climáticos naturales del pasado fueron causados por factores como las variaciones en la orbita terrestre, la actividad solar y eventos volcánicos, y solían ocurrir en escalas de miles o millones de años.
Sin embargo, en apenas dos siglos, desde la "Revolución Industrial", las actividades humanas han alterado la composición atmosférica de forma tan drástica, que la temperatura global ha aumentado aproximadamente 1,2 grados Celsius en promedio desde finales del siglo XIX. Este aumento está teniendo consecuencias visibles a un ritmo alarmante, glaciares que se derriten rápidamente, fenómenos meteorológicos extremos, incendios forestales cada vez más intensos y ecosistemas enteros en riesgo de colapso. Las consecuencias actuales superan las variaciones naturales del pasado, los niveles del mar están aumentando debido al deshielo y la expansión térmica del agua. Esto pone en riesgo a comunidades costeras y ecosistemas como los arrecifes de coral. También, fenómenos extremos como huracanes, olas de calor, sequías e inundaciones son cada vez más frecuentes y severos.
Esto se traduce en impactos directos en la agricultura, la seguridad alimentaria, el acceso al agua y la salud de las personas.
Además, el cambio climático también amenaza con provocar desplazamientos masivos, ya que zonas actualmente habitables podrán volverse inhóspitas. Esto impactará especialmente a las poblaciones más vulnerables y a las economías emergentes, que cuentan con menos recursos para adaptarse y recuperarse de los desastres climáticos.
A pesar de la evidencia científica abrumadora, la aceptación del cambio climático causado por el ser humano, todavía encuentra resistencia en algunos sectores.
Gran parte de esta resistencia proviene de intereses políticos y económicos, así como de un escepticismo ideológico . En algunos casos la negación está vinculada a la defensa de industrias que dependen de combustibles fósiles, como el petróleo y el carbón, que temen pérdidas económicas si se aplican políticas de transición energética.
En términos ideológicos, algunos sectores ven las políticas climáticas como una amenaza a la libertad de mercado o como excusa para aumentar la intervención gubernamental. Otros simplemente desconfían de la comunidad científica o se oponen por una convicción de llevar la contraria, sin considerar el impacto real que esto tiene para el planeta y las generaciones futuras.
La realidad es que el cambio climático no es una cuestión de opinión o ideología, es un fenómeno físico, respaldado por décadas de investigación científicas y observaciones. Negarlo o minimizarlo es arriesgar el bienestar del planeta y la seguridad de las personas.
La transición hacia energías renovables, la conservación de los ecosistemas y la reducción de las emisiones de carbono son medidas urgentes y necesarias.
Ignorar la evidencia solo exacerba los problemas que enfrentaremos en el futuro y ya estamos en un punto donde cada acción cuenta para mitigar el daño y adaptarnos a las consecuencias que ya son inevitables.
CONCHI BASILIO