Opinión

Tierras de penumbras

¡Qué razón tenía ayer el vídeo de Alfonso Galdón, presidente de Valores, cuando comentaba que lo acaecido sobre Puigdemont y Cía estaba bien orquestado desde hace tiempo! Pero también lo hacía al compás y con alevosía, el pasado 9 de noviembre desde las altas esferas de la Comisión Europea, con sus 27 estados miembros, la aprobación definitiva de la ley encaminada a hacernos fosfatina a ganaderos, pescadores y agricultores europeos con la nefasta Ley de la Restauración de la Naturaleza. Todo esto no es por casualidad: ni la Agenda 2030, ni el nuevo Orden Mundial, ni la madre que la trajo al mundo. Todo está bien orquestado, pensado, amarrado y pagado. Mientras, la buena gente de a pie, sin saber de qué va ello, hasta no sepa que exista, vaya como auténtico borrego hacia su propio matadero.

Para los que sepan algo de historia tendrán en cuenta que, los nuevos órdenes mundiales nunca nos han traído nada nuevo y bueno y, tenemos muchos ejemplos palpables. La España que conocíamos se nos ha ido de las manos y no la hemos mimado desde hace tiempo sus mismas gentes cuando hemos renegado de nuestros símbolos e ideales, exquisita cultura global, sucesivas y rastreras leyes de educación, unas artes dominadas por entelequias globalistas haciendo mella hasta las raíces, falta de héroes y demasiados paladines, galanes y semidioses, donde la ignorancia de un pueblo ha sido el galán de la noche.

España, a partir de hoy, será el gran laboratorio hacia Europa de lo que debe ser una Nicaragua, Venezuela o México al estilo europeo. Solo nos queda que sepamos luchar por un verdadero Estado de Derecho y que la igualdad de los españoles, de todos, sea una realidad. Mientras, el intento de cambio civilizatorio seguirá su hoja de ruta, cambiando toda convicción de los españoles como hasta ahora y ello, disfrazado de apariencias tan aplaudibles como la lucha contra la pobreza, cambio climático o el cuidado de la naturaleza. Sin duda, la ONU no se está quedando atrás al igual que la Unión Europea y seguiremos observando y palpando como van saliendo leyes día sí y día también de carácter marcadamente estatalistas donde nuestras familias, el buen asiento de un país, está considerada como un lugar que se mueve y se respira a discriminación y a desigualdad. Estos son las leyes que enarbola el socialismo europeo y son las mismas que el mundo neoliberal, con otras maneras de hablar, también aceptan y no dan la cara. A ello habría que sumarle la salud sexual y reproductiva, la cultura de la muerte que lucen sus logos presentándose a la ciudadanía con magnas confusiones y que tragan lo que sea necesario. La ideología, gota a gota, ha hecho de ellos auténticos seres domados donde la reflexión y la educación no han tenido parte en este maldito juego.

En tales tierras de penumbras llevamos tiempo en vivir como el Estado y sus neoliberales nos suben al carro del relativismo donde se convierte a la tolerancia en el valor moral por excelencia. Y ante toda esta patraña de emboscadas políticas, de este venezualismo europeo ¿qué hacer? Volver a nuestras raíces de las que nunca deberíamos haber salido. Existen dos Occidentes, como nos recuerda Higinio Marín, cada vez más antagónicas que nos conducen a un umbral de ruptura. Estamos llegando al punto de que las distintas visiones del mundo tenemos tampoco en común que apenas podemos hablar lenguajes comunes. Cualquier personaje versado en la cultura contemporánea ve ahí un gran problema de consistencia estructural y que potencialmente puede suponer la ruina. Al mismo tiempo, si levantamos la mirada es posible que estemos o en la entrada de un mal túnel o una renovación. Muchos somos más optimistas con el humanismo cristiano que con la cultura occidental que se nos propone.

Tal como tenemos nuestro país hemos de aprender a asociarnos, crear círculos claros y claves para ofrecer información, tertulias- café con amigos, espacios de socialización, llegar a buenos acuerdos con los otros sin perder lo bueno que llevamos y llevan dentro. Son muchos los españoles que no han dado importancia a su cultura, cuna de grandes civilizaciones y ello ha llegado por el abandono de las tradiciones cristianas. Toda una torpeza terca. Sin formación ni información hay libertad, la libertad a la que todos ansiamos.

MARIANO GALIÁN TUDELA

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