A la hora de la verdad, a la hora de la creación de la Constitución Europea, la memoria histórica laicista no se nos ha olvidado y, no se nos ha olvidado por saber que, la palabra "cristianismo" no tenía lugar alguno, ni a la sombra de la misma de tal constitución, pero también hemos podido comprobar que no deseaban entrar en los temas de libertad donde a más de uno se les pillaría "in fraganti". Pero todo ello no sólo procedía de la Ilustración sino de la Alta Edad Media y, así, hasta hoy. El tema central ronda entre Tomás de Aquino y Guillermo de Ockham.
Tomás de Aquino, grande entre los grandes, deseaba conjugar la sabiduría de todo un milenio de filosofía y teología cristianas con la filosofía de Aristóteles, descubierta en Europa sobre el siglo XIII. Esa visión de la persona humana encerraba el poderoso concepto de libertad. Hoy, la UE, sin memoria histórica alguna, comenta que eran épocas de oscurantismo y, mira por dónde, el oscurantismo lo tiene hoy Bruselas. Se le ha echado en cara a Tomás de Aquino algo que no posee ni pies ni cabeza "la libertad es un medio para alcanzar la perfección y la felicidad humana; es la capacidad de escoger sabiamente y actuar con sagacidad como hábito de conducta o, como virtud. Así, libertad es el mecanismo que, en virtud de nuestra inteligencia y voluntad, nos lleva a actuar según el impulso innato hacia la verdad, bondad y felicidad, que es el núcleo de nuestra naturaleza humana". Así de pronto, una persona virtuosa posee una buena libertad y, el desarrollo de una vida vivida en libertad nos habla de un crecimiento continuo en virtud, elegir lo sabio, lo que contribuye a nuestra felicidad y al bien común.
Llevándolo al terreno práctico es como tener un buen piano, pero ni idea de música, tocar por tocar, lanzar ruidos de teclas y eso no es música, es simplemente ruido. Saber tocar el piano conlleva esfuerzo y buen oído y, llegar a medio dominar este instrumento conlleva aguante y tesón. A medida que dominamos la técnica, para nuestro asombro, aparece otra clase de libertad más auténtica: podemos tocar la música que más nos guste, crear música y hacer que disfruten los de nuestro entorno.
Me acojo de lleno en lo que dice Tomás de Aquino. Ustedes y yo somos capaces de hacer las atrocidades más altas que podríamos pensar y, de hecho ,sucede pero también, en nuestros fueros internos tenemos otra libertad que podemos desarrollar y que nos permite hacer no sólo el bien sino la excelencia en todo lo que hagamos. Así, el mal no tiene la última palabra en la condición humana. Prudencia, justicia, fortaleza y templanza siguen teniendo el mismo vigor desde que conviven con nosotros. El ser humano está hecho para vivir hacia la excelencia y no hacia la cutrez ni mediocridad. La clase de personas, capaces de crear sociedades libres y democráticas que se caractericen por su tolerancia, educación y respeto a los demás: sociedades en la que los derechos de todos estén protegidos por la ley y por el compromiso moral de los que "somos lo que hemos hecho" la ley, sin duda, ensalzan nuestros más nobles instintos, entre otros. Es lo que Thomas Hobbes, en los comienzos de la Ilustración, no era capaz de entender.
Un segundo fraile, Guillermo de Ockham, doce años después de la muerte de Tomás de Aquino, con una vida bastante turbulenta, sin haber estudiado filosofía, inaugura el "nomilanismo", donde echaba por tierra todo lo aprendido hasta ahora como majestuoso. Que me venga este británico, profesor de Oxford a desear hacer sombra a uno de los mejores intelectuales de la historia es de una majestuosa tontuna tozuda y sin fundamentos. Defendería que todo estaba en la mente, y no en la realidad, que no existe la naturaleza humana y lo único que existe son los seres individuales. Así le iría en la vida. Así les va a la Bruselas de la Unión Europea que, aparte de falta de honradez histórica y de sentido, como el fin justifica los medios, hago y deshago a mi corto entender aquello que me es útil y tiro por tierra los grandes sabios de la historia europea poniéndole el sello de "oscurantismo". Todo un sin sentido y una falta de rigor política europea.
La obra de Ockham sería la primera explosión atómica de la era moderna, pero el átomo que él hizo estallar no era una realidad física, sino psíquica. Se había trastocado nuestra concepción del mundo y con ello había dado origen a una nueva visión "atomizada" de la persona humana y, en definitiva, de la sociedad. Así hemos llegado a lo que hoy llamamos la libertad de la indiferencia.
MARIANO GALIÁN TUDELA