Opinión

"Millennials"

No todos andan preocupados por el tipo de jóvenes que andan hoy día entre nosotros, pero sí es verdad que están hechos de otra pasta y no llegamos a conocerlos del todo. Los que hemos estado muchos años en asociaciones juveniles, ahora mismo, la sensibilidad hacia este mundo la tenemos más acusada y olemos cuando aún faltan kilómetros para que lleguen: ellos son los millennials.

Estos jóvenes, con edad de incorporarse al mercado laboral muchas veces se han quedado en el limbo. Los puedes encontrar apáticos, despreocupados, inconstantes pero estamos ante nuevos indicios que a fecha de hoy parece ser están madurando y de que su inestabilidad es sufrida, no querida. Los "millennials" no son "ninis" ni por asomo. A estos jóvenes, por ejemplo, ¿qué les preocupa, si les preocupa algo? Realizado un estudio en más de treinta países, España también, les preocupa la inseguridad y la incertidumbre por el mundo armamentístico, terrorismos y delincuencias, y se muestran menos propensos a cambiar de empleo. También ellos valoran la flexibilidad laboral, pero ello no significa que estén dispuestos a vender su alma al trabajo como era de prever. Mientras, al otro lado del muro, los empresarios maduros consideran a los empleados más jóvenes auténticos narcisistas, impacientes y faltos de compromiso. Los jóvenes a su vez reaccionan.

Ya, en prensa americana, algunos de ellos, tras una buena entrevista argumentaban que no eran unos flojos perezosos; simplemente pretendemos no trabajar gratis, decían. No sabemos si recordarán a la autora de una lúcida analogía para explicar estos temas: "No puedes experimentar un amor profundo si cambias de novio cada seis meses. Lo mismo ocurre con los trabajos. La analogía es más precisa si el novio en cuestión te maltrata emocionalmente, te aísla de tus amigos, exige tu atención a todas horas del día (…). Mientras el mundo siga girando, las personas mayores continuarán quejándose de que las generaciones más jóvenes no se adhieren adecuadamente a las normas sociales establecidas. La cuestión más interesante es si esas normas deben darse por válidas.

Quizás estemos vislumbrando, además del idealismo juvenil atemperado por el realismo, el esfuerzo que están haciendo las organizaciones por adaptarse y cambiar, no solo en su relación con estos jóvenes. No se trata solo de adaptarse a las nuevas generaciones sino de comprender que hemos tocado fondo; el mundo ha sufrido una revolución tecnológica y la situación de incertidumbre reclama un cambio de paradigma para el que los millennials están más preparados porque son jóvenes, no tienen nada que perder y sí mucho que ganar.

A medida que la línea entre el trabajo y la vida en el hogar se vuelve cada vez más borrosa, con una jubilación más incierta, empleos mal remunerados y asegurados, los jóvenes deben resistir la erosión gradual de los derechos laborales que sus antepasados se esforzaron por asegurar. Puede ser un buen momento para empezar a recuperarlos entre todos. Sí hemos de saber que, la gestión del talento joven no enfrenta problemas muy distintos que los de otras épocas; es en las empresas que siguen ancladas a estructuras burocráticas. Las motivaciones fundamentales de los jóvenes buscan los mismos valores esenciales: estabilidad, significado, reconocimiento y capacitación.

Cada generación posee sus tensiones, pero buscar la causa de tales problemas solo en las diferencias generacionales puede contaminar el análisis sobre las verdaderas causas, que pueden encontrarse más bien en estructuras de las organizaciones o los incentivos laborales. Los ambientes laborales de excesiva competitividad donde existe un delirio en la búsqueda del éxito, nos está arrastrando al estrés o a la ansiedad. Que los jóvenes valoren más el equilibrio entre el trabajo y la vida personal, antes que un motivo de recelos o críticas, bien puede ser una ayuda para reflexionar sobre la prioridad que el trabajo ocupa en nuestras vidas y si pudiera estar afectando negativamente en nuestra salud personal o familiar. Son muchos los jóvenes que no piden recortar los estándares de esfuerzo y trabajo duro, sino aportar aire fresco para mejorar las posibilidades de creatividad e innovación en sus empresas. Si a ello le sumamos que ser un buen profesional no solo conlleva buenos títulos académicos sino también buenas habilidades sociales habremos dado un gran impulso.

MARIANO GALIÁN TUDELA

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Por María Beatriz Muñoz Ruiz