Te duelen las cifras cuando lees que más de 50 millones de personas en el mundo son perseguidas por sus creencias, más aún si ellas son igualables al número de refugiados de toda la Segunda Guerra Mundial. Estamos por tanto ante una de las principales conclusiones que se han ido dando desde hace 5 años, en aumento, desde el Informe Internacional sobre la libertad religiosa que se vienen presentando desde Universidades de América y de Europa. Tenemos datos para dar y vender pero lo mejor, por lo que veo, es mirar hacia otro lado, no bailarlo en el mundo mediático y dejar que el mundo corra. El cristianismo, la religión con más seguidores del mundo es, paradójicamente, una de las más perseguidas. Si seguimos ahondando en el tema, casi 400 millones de cristianos viven en países donde no existe ni por asomo dicha libertad.
Podríamos hablar de Yemen, Irak, Birmania, China, Eritrea, Irán, Corea del Norte, Arabia Saudí, Sudán, Tayikistán, Turkmenistán o Uzbekistán, pero ello, al mundo Occidental como si te comes un bocadillo de anchoas: da lo mismo. Lo malo de la película es que este mal ya ha cruzado el Mar de Alborán y vuela a sus anchas por nuestro país y vecinos y, entonces, el tema empieza a complicarse. Algo parecido al hoy con los países vecinos de Ucrania, pero en este caso el tema es distinto ya que la UE lidera tal acción. A la libertad religiosa, por desgracia, la lideramos "cuatro desgraciados". En España mismo el tema ha subido en los últimos años, en cinco años casi un 10% más y ¡ahí queda! Hemos pasado de las agresiones a los lugares de culto y el escarnio a la religión a todo lo que ustedes van escuchando cada día más. Muchos cristianos no saben nada del tema, sacerdotes que en sus parroquias no abren el pico respecto al tema y, partidos políticos del Congreso que pasan olímpicamente. Podríamos seguir hablando de ataques a religiosos en Andalucía, lanzamientos de artefactos incendiarios contra las pocas capillas que quedaban en las universidades, pintadas de todo tipo, cruces de los pueblos al basurero municipal y, miradas no muy benignas desde tus Asambleas Regionales, leyes del Boletín Oficial del Estado y tantas patadas sibilinas que recibes desde mundo dispares. Pero…una vez más…¡Aquí no pasa nada!
Si me he permitido dichas referencias a tales informes es porque el crecimiento de hechos intolerantes son acompañados en los planos jurídicos con auténticos boom de litigios: Tribunales Supremos, Cortes de Justicia de Europa, Latinoamérica, Asia y la última, no hace mucho, en la misma puerta de la Catedral de Cuenca. Las razones de estas cataratas de hechos y sentencias son tanto variada como compleja, pero una de las fuertes es "el derecho líquido", que de tan adaptable pierde con frecuencia su consistencia. Estamos ante un triunfo del "double standart" implicando la actitud del inconsciente al aplicar el doble rasero. Afrentas y provocaciones que no se aceptarían en materia de raza u orientación sexual se admiten sin problema alguno cuando se trata de religión, muy en especial cuando son la mayoría. Menos mal que para ello, entre otros, están mis amigos de la Plataforma Cristianos en Democracia , que no dejan pasar una y, les gusta tanto esta batalla cultural como a los peques lo que le pongas. Estamos por tanto frente a una clase de abdicación social ante determinadas intolerancias, que la democracia no se puede permitir y debe erradicarlas cuanto antes. Así, hemos de combatir tanto los gobiernos que se llaman democráticos y huelen a totalitarios como sus correlatos, encarnados en visiones totalizadoras del poder público.
Concretando: Abandonar tales visiones sesgadas de los poderes políticos como instrumentos primordialmente diseñado para imponer una filosofía beligerante por la vía legislativa. Estas filosofías siguen tendiendo a sustituir la antigua teocracia por una nueva ideocracia. Una religión tal vez incompleta, sin Dios y sin vida después de la muerte, pero que desea ocupar en las almas de la ciudadanía el lugar de las convicciones morales, es pensar, simplemente, que están como "auténticas chotas". Si concretamos más, el problema está estribando en que algunos sectores políticos entienden que el Estado debe resumir en sí todas las verdades posibles. Con gracia y salero alguno me diría que es como desear volver a meter a Jonás en el oscuro vientre de la ballena.
Son curiosas las posturas al respecto y las contradicciones a las que incurren. Una cara de la moneda que nos hace razonablemente de la democracia una herencia mágica que salvaguardar; la otra cara, sobre la solidaridad, un objetivo prioritario en el marco de una política que despierte y estimule. Recordar una vez más que los derechos de las personas no se inician en la Revolución Francesa, ¡no!, sino que hunden sus raíces en la mezcla de hebraísmo y cristianismo que configura el rostro psicológico y social de Europa. La misma modernidad de Europa, que ha dado al mundo el ideal democrático y los derechos humanos, toma ahora los propios valores de su herencia cristiana. Existe un filósofo agnóstico, Norberto Bobbio que, insiste en estos temas cuando afirma que el gran cambio en el reconocimiento del hombre como persona "tuvo su inicio en Occidente con la concepción cristiana de la vida, según la cual todos los hombres son hermanos en cuanto hijos de Dios". ¡La madre del cordero! Y mientras, algunos intentan disminuir, cuando no anular, el peso específico de esta aportación, de modo que difunden la idea de que hoy no merecería mayor atención que la de los anatomistas en torno a un cadáver. Para ellos, el progreso iría acorralando la religión en guetos rodeados de altos muros, difíciles de escalar. De ahí las agresiones al sentimiento religioso y de ahí su continuo retorno.
Sabemos que desde Europa se le quiere hacer un buen lavado a la Constitución y, me temo que el asunto se las traerá. Para más, el Congreso Español, unos por laicidad radical y otros por cobardía, quedando bien en la esfera pública, no se muestre la conexión entre cristianismo y los grandes ideales de la democracia occidental. Desde todas las bancadas, azules y rojas, seguiremos oyendo los diversos zumbidos hacia la intolerancia maquiavélica , la cual descansa en los sueños de una profunda ignorancia hacia los delitos de odio que vislumbramos cada vez más.
Mariano Galián