Acabo de ver un video titulado ESPAÑA ES. En el artículo anterior definí “verismo”, pero nada lo explica mejor que dicho video. Retorcer la realidad hasta corromperla, hacerla postiza, burda, ridícula, casi esperpéntica y risible constituye esencia del “verismo”. Las instituciones que Sánchez (sospecho con la anuencia de un PSOE convertido en cómplice necesario de la banda) manosea despótico, frío, ejercen verismo infecto, bravucón. Algunos ministerios olvidan la existencia de juicio, lógica y sentido común, lanzando absurdos apropiados a sus mentes desnutridas. El país se ha convertido en campo de experimentación donde embrollo, bellaquería y cobijo encubren la rapiña. Otro video explícito muestra a un trabajador alejado del fascismo —perdida toda calma, tal vez equilibrio— ante su nómina erosionada por impuestos confiscatorios. Con formas airadas, muchos como este gritaban el otro día: “¡fuera, fuera!”.
Aquella España del video (soberbia, quimérica, sin ningún parecido) es pura antítesis de la que vivimos y debieran advertir nuestros vecinos europeos. Una máscara, quizás mascarada, jamás puede sustentar el crédito ineludible para esgrimir argumentos convincentes. Aquella España fraudulenta, inexistente, se cimienta sobre una simbiosis nociva, disgregadora, hipócrita. El sanchismo —en siniestra compañía con Unidas Podemos, ERC, PNV y Bildu, al menos— instituye esa “relación de ayuda o apoyo mutuo que se establece entre personajes o entidades, especialmente cuando trabajan o realizan algo en común”. Este entrecomillado plasma la acepción dos de simbiosis. No puede descartarse, incluso ahora, que PP (con harta frecuencia) y Ciudadanos padezcan cierta imantación ideológica atraídos por ancestrales complejos aquellos y volubilidad estos.
Sánchez, un incompetente encubierto, cree ser el mejor estadista del mundo mundial cuando por pura contingencia preside el gobierno gracias al apoyo de partidos infames. Semejante egocentrismo disparatado le impide soportar pitidos, abucheos y lindezas cada vez que los ciudadanos tienen ocasión de mostrarle su “afecto”. Decía Achille Tournier bien pertrechado: “Puede el desprecio servir de alivio muchas veces, pero jamás de consuelo”. Esperemos que desaliento y hastío pongan cada cosa en su sitio. Solo una ambición infinita (al abrigo de la vieja sigla, malograda por el acomodo que descubre incoherencias e ignominias) le hace responsable delincuencial del negro futuro que se vislumbra en el horizonte. ¿Qué razón hay para que enemigos irreconciliables (PSOE y PCE) cohabiten sin estridencias notables? ¿Acaso encontramos alguna que consienta a grupúsculos antiespañoles gobernar España? Sí, la codicia de un oportunista.
Ni siquiera como estrategia (sinónimo a veces de simbiosis) debe desubicarse un partido político. PSOE, PP, UP, ERC, JxCat, PNV y Bildu están totalmente desubicados; Ciudadanos, antes también, ya no. Resultará curioso, pero quien conserva su espacio es Sánchez: La Moncloa. ¿Qué adhesivo moderno ensambla a PSOE y PCE (UP), demócrata el primero y totalitario el segundo? Encajar PSOE con ERC, JxCat, PNV o Bildu supone un milagro más que una lucubración lógica. Encubro la desorientación suicida de PP para coincidir con Vox. Luego, los gravámenes vienen cargados de contrasentidos. Al presidente, sus propios ministros —que a la vez son oposición— le piden que las eléctricas paguen parte de la factura para aprobar los presupuestos. PNV le exige lo contrario si quiere conseguir el mismo resultado. Simbiosis mal diseñada, clandestina.
Los llamados barones del PSOE, en su práctica totalidad, tienen complicado liderar de nuevo sus respectivas Autonomías porque el partido fue demolido por una banda al que ella, y sus puntales, han quitado toda sustancia. Esa desubicación nacional, en beneficio exclusivo de catalanes y vascos, hace que la sigla se presente famélica más allá de dichos límites. Andalucía se adelantó preparando el futuro camino electoral. Madrid, a su vez, expuso la realidad social que por lo bajo atisbará las próximas consultas autonómicas y locales; asimismo, generales. ERC hace un flaco favor a Sánchez cuando afirma: “Ahora mismo votaríamos que no a los presupuestos”, pidiéndole de forma tácita, amenazante, mayores compensaciones dinerarias o competenciales. En perjuicio del resto, incluso predios socialistas, cederá sin antídoto. Exigencia de esta simbiosis emponzoñada.
Deduzco, al igual que muchos ciudadanos, que el presidente carece de honor y dignidad; principios, probablemente para él bastante ligeros, endebles, inadvertidos. Al presente, se hacen necesarias las opiniones vertidas por Miquel Giménez en su artículo Cuatro plumas para Sánchez: “Jamás un presidente ha sido más abucheado que Sánchez en el desfile de nuestra Fiesta Nacional. Cualquier otro dimitiría”. Hinchas, Margarita Robles (ministra de defensa) verbigracia, se manifiestan contrarios afirmando que “es una falta de respeto a las Instituciones”. No recuerdo que dijera algo semejante cuando el trece de marzo de dos mil cuatro —jornada de reflexión— se acosaron organizadamente las sedes del PP al grito de “asesinos”. Aquello no pudo entenderse como falta de respeto, fue un ataque frontal a la democracia. Dejemos para lances infantiles las estupideces fanáticas.
Volviendo a Sánchez, algo le incomoda (sin embargo) cuando evita ruedas de prensa y exposiciones públicas. Es el corsé. La acepción tercera del DRAE indica: “Limitación o constricción impuesta a una forma de actuar”; es decir, falta de autonomía. Aprobar los PGE, imprescindibles si quiere presidir el gabinete y gozar del despilfarro público, le hace parecer un zombi a punto del KO o muñeco del pin pan pun. Unidas Podemos, quiere ordeñar la ubre por la parte que colme (calme) a sus feligreses. ERC y PNV pretenden presionarla de manera distinta porque sus entusiastas adeptos exigen doble ración. Entre tanto, Madrid —sepultura del ególatra— y resto del país, innecesarios para satisfacer sus veleidades autocráticas, quedan situados en los arrabales patrios sufriendo desprecios e indignidades continuas. Proscribe cualquier territorio baldío o ineficaz para el escaparate.
Rubalcaba definió este gobierno Frankenstein porque quiere gobernar el país apoyado en quien pretende fracturarlo. Ahora, con la misma desgracia no obstante, veo un sistema absolutista ya que cumple a rajatabla el ritual del siglo XVI para elegir al rey: “Nos, que cada uno de nosotros somos igual que Vos y todos juntos más que Vos, te hacemos rey si cumples nuestros fueros y los haces cumplir; si no, no”. Antes eran nobles poderosos, entre ellos algunos barones. Ahora tercian poderes autonómicos específicos, pero no barones políticos. PP y PSOE son culpables únicos de esta situación anómala, poco democrática, por no cambiar la ley electoral creando una sola circunscripción para el Parlamento y diecisiete para el Senado. Si así lo exigiera la Constitución, se cambian los artículos correspondientes. Cualquier otro análisis que impida dicha medida significaría una desgraciada e interesada excusa.