Opinión

La asesina de Soraya y sus cómplices

Hace unos días nos enteramos de que una madre había asesinado a su hija dándole un montón de pastillas. No digo que la asesinó presuntamente porque no existe para este monstruo la presunción de inocencia dado que estaba junto al cadáver de la niña, con el cuerpo del delito en la mesilla y confesó haberlo hecho.

El titular de un periódico del régimen ponía en el titular: Detenida una mujer hallada junto al cadáver de su hija. Si uno se quedaba solamente con eso podía pensar que la madre encontró a su hija muerta y se echó a dormir la siesta con ella, no que la había asesinado. Cuando en similares casos el asesino es el padre los titulares suelen ser: Padre asesina a su hija.

Esta hipocresía se debe a que en este país el supremacismo feminista hace a los periodistas tocársela con papel de fumar, porque el hombre perverso asesina, la pobre e indefensa madre sometida duramente al esposo se vio en la necesidad de matarla. Basta ya. Analicemos este último asesinato y busquemos a sus cómplices porque de haberlos, haylos.

La asesina, con el claro propósito de quitar al padre de la cercanía de su hija, lo denunció en repetidas ocasiones de malos tratos, siendo condenado a seis meses de cárcel en juicio sin más pruebas que la denuncia de la esposa sin que él pudiera presentar pruebas en contrario. Declaró la criada y dijo que la que mandaba en casa era la señora y el esposo estaba más o menos sometido y a pesar de eso lo condenaron.

Tras años de juicios, este hombre logró la custodia de la hija, seguramente un juez debió ver que estaba mejor con él que con la que finalmente la asesinó. Esta perversa mujer mató a su hija con el criminal fin de que el padre no pudiera estar con ella. Lamentablemente esta situación se repite con demasiada frecuencia con el terrible fin de la muerte de un inocente a manos de uno de sus progenitores.

Analizando el caso de la muerte de Soraya nos encontramos con una culpable, su asesina y madre, pero además hay cómplices. Los enumeraré para que muchos se rasguen las vestiduras, para que me puedan decir de todo, pero no podrán rebatirme con razones lógicas, no podrán desmontar este argumento porque para ello hay que aducir las razones de las que carecen.

Cómplice de este asesinato es una ley injusta, la de Violencia de Género, sin parangón en ningún sistema judicial del mundo, en el que considera prueba suficiente para condenar la palabra de una mujer, es decir, invirtiendo el sentido de la prueba, pues en este caso el hombre es culpable hasta que se demuestre lo contrario, antagónico con el axioma judicial de: todos son inocentes hasta que se demuestre su culpabilidad.

Cómplices fueron los magistrados del Constitucional que la consagraron violando claramente otro elemento de la Carta Magna: Todos los españoles son iguales ante la ley. En este caso no es así, pues el varón está privado del derecho de presunción de inocencia y la palabra de la hembra es suficiente para condenar a cárcel a una persona inocente.

Cómplice fue el gobierno que propició esta ley, cómplices fueron los diputados y senadores que dieron su aceptación a esta injusta ley y los que cobardemente se abstuvieron dando paso a una injusticia en forma de ley, la gran contradicción legal, pues si la ley es injusta genera desprotección al individuo.

Y tan culpable como la parricida es un sistema judicial que debiendo proteger a Soraya de su asesina, protegieron a ésta de un inexistente peligro teniendo como resultado el terrible asesinato de una inocente de seis años.

Desde estas páginas, mi anatema a todos los que participaron activa o pasivamente en este horrendo crimen.

Juan Ruiz García

Noticias de Opinión

Por María Beatriz Muñoz Ruiz