El dicho acertado en "es de buen nacido ser agradecido", estos días pasados, con León XIV, es todo un buen presagio. Los que hemos tenido la suerte de nacer en una familia cristiana real, sin medias tintas, con buena formación y sin miedo a ser señalados es mucho más que acertar el euromillon. Otros, sin tal procedencia familiar, siendo elegidos por Dios, también se han unido a esta revolución silenciosa y audaz. La primera homilía del Santo Padre a sus cardenales ha hecho mella a muchos, demasiados. Les recomiendo que la lean y reflexionen. "Demasiada argamasa para desmenuzar". Y por si fuese poco, en puertas del día 9, día de Europa, el ovillo había que liarlo. Demasiado cristiano de pacotilla y nada más. Lo de una vela a Dios y otra al diablo se plasmaba en las palabras del Santo Padre.
A partir de ser elegido al Cardenal Robert Francis Prevost, las redes sociales se han inundado de felicitaciones, pero por desgracia, los partidos políticos españoles, esos que dicen llamarse humanistas no abrieron la boca, vergüenza de ser señalados y seguir su buena costumbre en vivir "entre dos aguas", como la canción de Paco de Lucia. Vivir entre dos aguas, para la gente sana es no tener casa en lugar alguno. Los gestos, los signos siguen siendo un lenguaje no verbal pero que habla mucho de quién eres y así lo hemos comprobado. Que sepa, sólo Ayuso y no su partido junto os partidos humanistas cristianos como VALORES, perteneciente al grupo de partidos cristianos europeos, con las siglas ECPP, han salido al redoble de campanas.
Los partidos humanistas cristianos, sin ser eclesiales, desde siempre han tomado como referencia la Doctrina Social de la Iglesia, al estilo de los primeros fundadores de lo que hoy se denomina Unión Europea, los cuales han tomado cauces distintos, muy dispares, a los que los fundaron. Mira por dónde, no hace mucho, como presagio de lo que nos vendría en breve, ha tenido que venir a cambiarnos los pañales a Europa un buen judío, jurista constitucionalista en las Universidades de Nueva York y Harvard, experto en la construcción europea aportándonos el gran valor de su libro sobre "Una Europa cristiana", él es Joseph H. H. Weiler. Sigue preguntándonos a los europeos cristianos ¿no tenéis nada que decir en cuanto cristianos, y más allá de las luchas partidistas, sobre la construcción de la Europa del siglo XXI?
Lo que hace veinte años eran viejos resabios de un laicismo decimonónico y una cierta cristofobia ambiental en la cultura dominante, hoy se han transformado en indiferencia ante ignorancia supina sobre el cristianismo y su impronta en la cultura europea. El gueto en que las ideologías modernas han encerrado a la religión, las pocas ganas de formarse y tomarse en serio el cristianismo, donde muchos se han encerrado voluntariamente, hacen que, el "pensamiento cristiano y la integración europea parecen moverse en dos esferas que se excluyen en una realidad". De tal manera, hoy el cristianismo no entra en el campo visual de la integración europea; y Europa, por lo que parece, no entra de ninguna forma significativa en nuestro pensamiento.
Para romper los guetos exteriores e interiores de este gueto que bloquea la autocomprensión de su identidad, hemos de aprender el magisterio reciente de la Iglesia. El pensamiento cristiano nos ofrece un conjunto de instrumentos, de retos conceptuales, de ideas, que podrían ser extremadamente útiles a la hora de definir la modalidad típicamente europea de la relación con los otros. La encíclica Redemptoris misio, de Juan Pablo II nos lo dice : afirmación de la propia identidad, proponer sin imponer, disciplina de la tolerancia (que no es mera cortesía con el otro, sino reconocimiento de su derecho a rechazar mi propuesta de verdad con el mismo valor que mi derecho a proponerle al otro mi verdad).
Superar el escepticismo epistemológico y la relativización de la verdad, actitudes típicas de la post-modernidad, que pueden obstaculizar el comprender su propia identidad y abrirse al otro, tanto en la dimensión interna de integración y ampliación como en el proceso de apertura al mundo y recepción de forasteros procedentes de otras civilizaciones de tradiciones culturales y religiosas distintas.
Si a todo lo anterior le sumamos el déficit democrático europeo, la primacía de la eficiencia del mercado sobre la dimensión política, burocratización tecnocrática frente a participación política, alejamiento del gobierno europeo de los mecanismos parlamentarios clásicos, gestión más cercana a los intereses lobistas que a la sensibilidad soberana del pueblo, conversión del ciudadano en consumidor de derechos políticos más que en actor de la vida política, etc. Y encuentra en la doctrina católica expuesta en la encíclica Centesimus annus de Juan Pablo II luces que puedan ayudar a superar tales deficiencias en la construcción europea. Todo ello no supone un confesionalismo alguno ni merma del compromiso absoluto de los ciudadanos europeos, sea cual sea su religión o ausencia de la misma. Reconocer que existen ideas de matriz cristiana que pueden ser útiles para fortalecer la UE actual no implica imponer religión ni fe concreta a nadie, sino seguir nutriéndose del patrimonio cultural que en la historia ayudó a crear Europa.
Qué razón en la primera homilía de León XIV a sus cardenales bajo las pinturas de Miguel Ángel: "Se ridiculiza a quien cree, se le obstaculiza, se le soporta y se le compadece". ¿Seguimos escondiéndonos para no ser señalados? Tenemos mucho que aprender del actual magisterio cristiano: Redemptoris misio, Centesimos annus y Fides et ratio. Ofrecen una respuesta muy audaz a la crisis contemporánea. Como ciudadano de a pie, si nos formamos, si reflexionamos, somos capaces de alzar nuestras mentes a grandes sueños hechos realidades.