Opinión

Seguridad privada: los guardianes invisibles que protegen tu día a día alzan la voz

Mientras duermes, trabajan. Mientras compras, te protegen. Mientras celebras, velan por ti. Ahora, los profesionales de la seguridad privada dicen basta: merecen dignidad, respeto y el reconocimiento de una sociedad que no puede vivir sin ellos

Cada mañana, millones de personas atraviesan las puertas de centros comerciales, hospitales, oficinas y estaciones sin reparar en ellos. Están ahí, siempre ahí: los vigilantes de seguridad. Esos hombres y mujeres que mantienen sus ojos abiertos cuando los tuyos se cierran, que permanecen en pie mientras tú disfrutas de tus vacaciones, que velan por tu seguridad en cada concierto, en cada evento deportivo, en cada momento de tu vida cotidiana.

Pero hoy, estos guardianes silenciosos tienen algo que decir. Y es hora de que la sociedad les escuche.

La próxima vez que pases junto a un vigilante de seguridad, piénsalo dos veces

¿Te has detenido alguna vez a pensar quién garantiza que puedas pasear tranquilamente por tu centro comercial favorito? ¿Quién se asegura de que el hospital donde nació tu hijo sea un lugar seguro a las tres de la madrugada? ¿Quién protege las instalaciones donde trabajas, el banco donde guardas tus ahorros, el aeropuerto desde donde despegaste hacia tus últimas vacaciones?

La respuesta es siempre la misma: el personal de seguridad privada. Ese sector invisible que sostiene el tejido de seguridad de nuestra sociedad y que, paradójicamente, permanece en las sombras.

Son esenciales. Punto. Sin ellos, nuestra vida tal y como la conocemos sería imposible. Y sin embargo, la sociedad les ha dado la espalda durante décadas.

Cuando la patronal olvida que son personas, no máquinas

Imagina trabajar turnos de 12 horas. Ahora imagina hacerlo de noche, en Navidad, cuando tu familia celebra sin ti. Imagina cobrar un salario que apenas te permite llegar a fin de mes mientras la empresa para la que trabajas factura millones. Imagina firmar un convenio que perpetúa esa precariedad año tras año, porque la patronal se niega a reconocer el valor real de tu trabajo.

No hace falta imaginarlo. Es la realidad de miles de profesionales de la seguridad privada.

Los convenios colectivos se han convertido en una burla. Mientras las empresas del sector crecen y prosperan, quienes realmente hacen el trabajo –quienes están ahí, en primera línea, cada día– malviven con salarios de miseria. La patronal ha olvidado un detalle fundamental: sin estos profesionales, no hay negocio.

¿Reconocimiento social? Qué es eso

Piensa en la última vez que agradeciste a un vigilante de seguridad su trabajo. Piensa en cuántas veces has pasado junto a uno sin siquiera un saludo. Ahora piensa en cuántas veces has dependido de ellos sin saberlo.

Estos profesionales son los héroes anónimos de nuestra sociedad moderna. No piden estatuas ni placas conmemorativas. Solo piden lo básico: que se reconozca que su trabajo es esencial, que lo que hacen importa, que ellos importan.

Están en el hospital cuando nace tu hijo y cuando se despide tu abuelo. Están en el centro comercial donde compras los regalos de cumpleaños. Están en la estación desde donde viajas cada mañana. Están en el evento donde celebraste tu mejor noche. Están siempre. ¿Dónde está el reconocimiento?

Un sueldo digno no es un favor, es un derecho

Hablemos claro: un vigilante de seguridad tiene en sus manos responsabilidades inmensas. Protege vidas. Evita robos. Responde ante emergencias. Media en conflictos. Toma decisiones en décimas de segundo que pueden marcar la diferencia entre la seguridad y el caos.

¿Y cuánto cobra por ello? Apenas lo suficiente para sobrevivir.

Esto no es justo. Esto no es digno. Esto no es aceptable.

Un profesional que dedica su vida a proteger a los demás merece poder vivir sin angustias económicas. Merece pagar su alquiler sin sudores fríos a fin de mes. Merece mantener a su familia con dignidad. Merece, simplemente, vivir.

Desprotegidos ante la ley que deberían proteger

Aquí viene la ironía cruel: quienes nos protegen cada día se sienten desprotegidos. Las agresiones al personal de seguridad van en aumento. Las amenazas son constantes. Los riesgos, reales y presentes.

¿Y qué respaldo reciben? Papel mojado. Leyes que existen en los libros pero que fallan en la práctica. Cuando un vigilante sufre una agresión, cuando se enfrenta a una situación de riesgo, a menudo se encuentra solo. Completamente solo.

Protegen a toda una sociedad, pero ¿quién los protege a ellos?

La revolución de los que nunca se unieron

Si hay algo que caracteriza al sector de la seguridad privada es su fragmentación histórica. Dispersos, divididos, sin voz común. Esta ha sido su debilidad durante décadas.

Pero algo está cambiando. Algo se mueve en las entrañas de este colectivo silencioso.

Por primera vez en su historia, los profesionales de la seguridad privada están descubriendo el poder de la unión. Están comprendiendo que juntos son imparables, que su voz colectiva puede hacer temblar los cimientos de una industria que los ha maltratado durante demasiado tiempo.

La pregunta ya no es si deben unirse. La pregunta es: ¿está preparada la sociedad para escucharlos cuando lo hagan?

A las calles: porque basta ya

El mensaje es cristalino: es hora de salir a las calles. No como una amenaza, sino como una declaración de dignidad. No como un capricho, sino como una necesidad imperiosa.

Los profesionales de la seguridad privada están dispuestos a movilizarse, a hacerse visibles, a gritar lo que llevan décadas callando. Y tienen todo el derecho del mundo a hacerlo.

Porque cuando ellos paran, todo para. Cuando no hay quien custodie los hospitales, los centros comerciales, las estaciones, las empresas, la vida moderna tal y como la conocemos se desmorona.

Sociedad: despierta de una vez

Este es el llamamiento final, no solo a los trabajadores del sector, sino a toda la sociedad:

Abre los ojos. Mira a tu alrededor. Cada vez que estás seguro en un espacio público, hay alguien velando por ti. Cada vez que tu vida transcurre con normalidad, hay un profesional de la seguridad haciendo su trabajo en las sombras.

Es hora de que la sociedad reconozca lo evidente: la seguridad privada no es un complemento, es un pilar fundamental. Sin este sector, nuestra vida cotidiana sería imposible.

Cuando veas a un vigilante de seguridad, recuerda: esa persona merece tu respeto, tu reconocimiento y tu apoyo. Esa persona que trabaja mientras tú descansas, que vela mientras tú duermes, que protege mientras tú vives... esa persona merece dignidad.

Jose Antonio Carbonell Buzzian

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“No hay mejor paz que la que uno mismo difunde e infunde a golpe de pulso, como fruto de la compasión vivida y de la amorosa pasión injertada”