España es un país que nunca deja de sorprender, ya que gente con un patrimonio de más de un millón de euros y políticos profesionales que ganan importantes cantidades de dinero se acogen a beneficios sociales que sólo deberían ir a los más necesitados.
A la hora de recibir se dinamitan los puentes ideológicos que dicen separarlos, porque por desgracia y como abunda tanto en nuestra clase dirigente, la ideología más común es la del beneficio propio.
¿Hasta cuándo tanta indecencia? ¿Hasta cuándo prebendas generosas, corruptelas legales o ilegales e inmoralidad campando? Fomentan con irresponsabilidad discursos que llevan al enfrentamiento, no dudan en disparar con bala al prójimo, y luego vuelven de nuevo a indultar una y otra vez a los miembros de un sistema de beneficio económico continuo por parte de los que se meten en política, y la peor desgracia es que el fenómeno se ha expandido a casi todos los niveles.
Ya hay políticos profesionales con veinticinco años, y todos los que dirigen los partidos son altos funcionarios, trabajadores del partido o herederos.
Algunos acumulan méritos tratando de escalar posiciones hacia las altas esferas del partido-empresa con sólo pésimos discursos, y lo vemos incluso a nivel local o comarcal.
El problema de fondo es sistemático y soy el primero en defender que los que tienen una dedicación exclusiva vivan de ello y vivan dignamente, que no están obligados a ser pobres, y que muchas veces es una labor muy desagradecida.
Pero de lo que no estoy a favor es de que nos olvidemos de que la política es una labor voluntaria que debiera emerger de lo más profundo de su ser, es decir, no debiera jamás concebirse como el vehículo hacía una vida mejor en lo material.
En el momento en el que la honradez y la ejemplaridad dejó de considerarse una virtud fundamental, la política empezó a empobrecerse hasta las cosechas de hoy en día : sembramos mediocridad, y son los tiempos que nos han tocado vivir...
¡Sí! Es la cara que nos toca ver cada vez que recordamos al típico que ha ido saltando de partido en partido y ha terminado teniendo un cargo de cualquier tipo en la Administración.
Si la política se sigue enfocando como una actividad de lucro y no algo que se hace por la defensa del bien común, no saldremos de la mala espiral en la que nos hallamos.