La inacción de los líderes políticos como en el caso de Mazón en Valencia ante catástrofes naturales o provocadas por el ser humano, es un flagelo que está marcando la historia de la humanidad. Cuando el desastre golpea y los dirigentes se limitan a observar desde la barrera, las consecuencias se extienden más allá de lo material, dejando profundas cicatrices en la sociedad.
La erosión de la desconfianza es uno de los mayores impactos que deja huella en todos los ciudadanos. Cuando las personas ven que aquellos a quienes han otorgado su voto no están dispuestos a asumir sus responsabilidades, se produce un distanciamiento que mina cimientos de la convivencia. La sensación de abandono y desprotección genera resentimiento, impotencia y dolor hacia las instituciones.
La falta de respuesta efectiva ante una crisis, socava la legitimidad del poder político. Los ciudadanos esperan de sus líderes que tomen decisiones difíciles, que los protejan y que los guíen en momentos de incertidumbre. Cuando estas expectativas no se cumplen, se produce una pérdida de credibilidad que va a tener consecuencias a medio plazo en la estabilidad social. Estas catástrofes, la ocurrida en Valencia, suelen exacerbar las desigualdades existentes en la sociedad. Los más vulnerables, esos a los que los políticos denominan marginados, son los que sufren las consecuencias. La inactividad de los dirigentes, agrava esta situación, ya que no toman las medidas necesarias para protegerlos.
La falta de inversión en prevención y mitigación de riesgos también está contribuyendo a aumentar la desigualdad. Las comunidades más pobres suelen ser las más expuestas a los desastres, ya que carecen de los recursos necesarios para hacer frente a las emergencias. Cuando los líderes no priorizan en inversión en infraestructuras y servicios básicos, se perpetua un ciclo de desigualdad y vulnerabilidad. Se produce un deterioro del estado de derecho; la impunidad ante los actos de omisión de los políticos es una clara violación del mismo. Cuando aquellos que deben cumplir las leyes quedan exentos de responsabilidad, se envía un mensaje perverso a todo el conjunto de la sociedad. La impunidad de estos está fomentando la corrupción, socavando los principios fundamentales de un sistema democrático obsoleto y lleno de lagunas.
La falta de rendición de cuentas de los responsables tiene un impacto negativo en la cultura política. Si los que gobiernan no son responsables de sus acciones, los ciudadanos porqué deben de serlo. La apatía y la desilusión se convierten en norma, lo que debilita más a las instituciones democráticas. Es fundamental establecer mecanismos de rendición de cuentas. Los responsables de las catástrofes deben ser llevados ante la justicia y sancionados de acuerdo a la gravedad de sus actos.
La impunidad política, es como una sombra alargada, sigue ensombreciendo nuestros sistemas democráticos, que se está convirtiendo en una amenaza global que exige una acción colectiva de todos los ciudadanos para parar la avalancha de los mal llamados líderes, ya que son corruptos sin miramientos. Esta lucha nos concierne a todos, cada uno de nosotros tenemos un papel que desempeñar para construir un mundo donde la ley se aplique por igual y donde la democracia sea una realidad tangible.
José Antonio Carbonell Buzzian