Opinión

Batallas Culturales. Fabrice Hadjadj

Ando descubriendo a un personaje como caído del cielo: Fabrice Hadjadj . Lleva nombre árabe, judío de nacimiento y católico por elección. Filósofo francés, director de Philanthropos, el Instituto Europeo de Estudios Antropológicos con sede en Bourguillon, padre de ocho hijos, hijo de padres maoístas que participaron en el 68, con un perfil único en la cultura francesa. En plena pandemia leí su buen libro: “Por qué dar la vida a un inmortal” y fue un gran acierto. Estos días ha pasado por Madrid y creo nos ha roto los esquemas a más de uno sobre  el mundo de las batallas culturales. Podríamos decir, sin dudas, que si cada siglo o dos nos vienen al mundo dos o tres cabezas sin iguales, una de ellas es la suya.

Ha sido compañero de viaje de Nietzzsche, de Hegel, Celine, budismo zen y…un día ¡zas!, el torrente de la vida se llevaría todo ese misticismo. Redescubriría que era judío y francés descubriendo al mismo tiempo libros sobre Dios. Se hace cristiano, católico, acabándose los tiempos en los que era tan crédulo. Ahora mismo es referente en Europa del mundo filósofo en cuanto a las días que nos imperan.

Muchos hemos sido los que hemos creído en la batalla cultural que existe en España. Políticos que se creen de altura no han deseado entrar en dichos caminos por motivos diversos y otros, hasta el momento, ni se habían enterado que estábamos en tal guerra.

Está claro que alguno de los conceptos filosóficos y variadas nomenclaturas que han conllevado éstas tienen su “aquel”. Así: nueva intolerancia, neoinquisición, neolengua, autocensura, nihilismo, relativismo, compromiso de la verdad, subjetivismo radical, políticas identitarias andan a sus anchas por España y hasta en la misma UE. Por otro lado hemos constatado ya desde hace algunos años que el católico medio español respira medio aguado y siente la nostalgia de que otras épocas fueron mejor. Mientras, datos más que remirados dos indican que desde 2018 a fecha de hoy, en el mundo, la generación católica ha subido cerca de los 15 millones de personas. Occidente va de capa caída. ¿Qué está pasando? ¿Qué opina nuestro amigo Fabrice? ¿A qué tanta batalla?

Fabrice me ha dejado descompuesto por un tiempo hasta que logre llegar al centro de la cuestión. La idea de una guerra cultural presupone al menos dos culturas distintas, dos identidades diferentes que luchan entre sí. Una de la tradición y otra de la modernidad. Algunos se preguntan: ¿Está la cultura cristiana enfrentada a otras culturas? Fabrice nos indica que el cristianismo no es una cultura, es la luz que permite el desarrollo de cada cultura, que aporta lo necesario a la raíz. Lo que está sucediendo es que estamos abandonando, dice Fabrice, la cultura: se deshecha el paradigma de la cultura para asumir un paradigma tecnocrático. Ante la desaparición de la cultura, se debe combatir por protegerla frente al control tecnológico. Ya de por sí hay que darle vueltas al cerebro. Seguro lo entenderían otros grandes como  Hannah Arendt o Axel Kaiser.

Lo que vislumbramos  es que  hay una guerra para salvar la cultura del dominio del mundo tecnológico, así de claro. La visión tecnocrática, a mi parecer, prohíbe pensar, hacernos preguntas, porque ha suprimido de lleno el mundo del misterio, de lo trascendente, del más allá y, lo que hoy vemos en la calle no tiene nada que ver con ese misterio. Eso sí, las Cofradías de Semana Santa y algunas cosillas más siguen a pies juntillas. El peligro de la época posmoderna es la tecnología que reemplaza la cultura.

En alguna de mis lagunas, como católico que soy también, tengo claro que al proponer la fe, si se entiende, andamos salvando la razón. En el exterior, en la vida cotidiana existe un abandono de la cultura, de la razón, y este es el verdadero problema. Si a ello le sumamos que en los tiempos que caen ,el abandono de los propios católicos a todo lo que creían, su vida aguada en cuanto a un cristianismo verdadero tenemos el cocido completo. Si no recordamos mal, el imperio romano, sus valores, su razón de vida, sus planteamientos en general, en un momento dado también cayeron. Hoy, los pensadores griegos siguen entre nosotros y, ese pequeño germen de cristianos católicos también siguen existiendo a los que se les llama “ultracatólicos” porque intentan tomarse en serio su propia vida y su propio destino.

Luego… no hay batallas culturales, existen cambios de vida, movimientos de pensamiento y  de proceder. Cada uno, desde su lugar, bajo su perspectiva viva libremente como el actuar de su conciencia le dicte. De todas maneras, no hemos de perder la capacidad de asombro ni renunciar a un mundo de vacío interior y no desnaturalizarnos más de lo que estamos. ¿Está todo en vías de destrucción? Hoy brilla con más optimismo la fuerza de Fabrice  cuando argumenta: “la destrucción de la esperanza mundana en el progreso permite a toda persona tocar fondo y resurgir como el fénix de las cenizas. Volver a la arcilla, no para desaparecer, sino para ponerse en manos de los cielos que modeló al primer hombre y le dio su extraña naturaleza. 

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Por María Beatriz Muñoz Ruiz