Opinión

De qué va eso del AMPA

Ya hace algunos años que en petit comité me metía con las AMPAS a las que irónicamente, entre los amigos, llamábamos “hampas”, ya que en más de una ocasión nos parecían brazos armados del partido político de turno. 

Como siempre me supero y ¡toma ya!: Ahora soy presidenta del AMPA del instituto al que va mi hijo.

(Una sugerencia, si no vas a tener hijos, habla de lo que quieras, pero si piensas tenerlos algún día, mejor que cierres tu preciosa boca)

Tengo que decir, en mi defensa, que para mí, la educación siempre ha sido un pilar fundamental de nuestra sociedad. Si tengo que priorizar, incluso, por delante de sanidad. Y para mí, educación no es sólo cultura, es también saber estar, ser capaz de ponerse en la piel del otro, utilizar las palabras mágicas (por favor, gracias) y, entre otras cosas, respetar a los demás y no perder la dignidad.

El caso es, que cuando tus hijos entran en el sistema educativo, es cuando de verdad empiezas a enterarte de cómo funciona esto. Si además, alguno de tus hijos tiene alguna historia y te tienes que buscar la vida, en el periplo haces un máster; y si para colmo has sido víctima del maltrato psicológico de un profesor de esos de la escuela de la dictadura que tenían total impunidad, pues una de dos, o tomas cartas en el asunto, o no tienes sangre en las venas.

A todo eso se sumó una época de mi vida con más tiempo disponible del habitual y la maldición con la que nací que no me deja estarme quieta ni un minuto, por lo que acabo metiéndome en más fregados de los que debo.

No me preguntéis cómo, pero terminé siendo presidenta de un AMPA que, entre otras muchas más cosas, viene gestionando las licencias digitales de sus alumnos (en la actualidad tiene alrededor de 800) 

Gestionar estas licencias (no todos los alumnos las necesitan, sí más de la mitad), supone que a los padres les cueste menos. Esto se hace gracias a un sacrificado profesor que asume un trabajo completamente desproporcionado. Él nos pasa el listado de alumnos con la cantidad de dinero que tiene que ingresar según su matrícula. En junio hay unos listados y en septiembre otros. Para que a un alumno le gestionemos las licencias digitales le exigimos que sus padres sean del AMPA. Es decir, que paguen 10 euros al año por familia sean el número de hermanos que sean. Con ese dinero se paga, por ejemplo, el seguro escolar, se compran ordenadores para el centro, libros u otras necesidades. 

Para gestionar estas licencias digitales, los miembros de la junta directiva nos ponemos varios días en el centro recogiéndolas y comprobando que el ingreso que nos presentan corresponde con lo que nos ha indicado el profesor. También tienen la opción de mandar el justificante del pago por email con los datos necesarios. 

Resulta que algunos pagan menos de lo que deben, otros más, otros no coinciden lo que dicen con lo que tenemos en el listado, otros han cambiado de opinión y muchos, más de los que parecen, no cumplen los plazos. Para sacar todo eso adelante, perdemos días de trabajo, dedicamos noches enteras a repasar datos, tenemos que llamar a papás para decirles que no han pagado la licencia de sus hijos y estamos a final de curso, y nos tenemos que chupar a otros que se hacen los “longuis” e intentan conseguir licencias a precio de gestión de AMPA, sin pagar su cuota correspondiente. 

Pues bien, como os imagináis, aún no están todas las licencias ya que no es una cosa automática. Es algo que ocurre todos los años y que despierta una lógica inquietud entre algunos padres que nos preguntan, pero hoy, mi AMPA ha recibido un preciso correo de una mamá que nos tacha de “negligentes” que nos exige como si fuésemos sus asalariados y, casi, amenaza con despedirnos.

Ni que decir tiene, que no utiliza la palabra gracias, por favor, ni ninguna otra expresión que denote, empatía, compresión, ni tan siquiera misericordia.

Seguramente esta señora se jactará de que ha puesto al “AMPA” en su sitio. A estas alturas no sé si ha sido un error nuestro, de otros o simplemente no ha llegado todavía esa licencia. No lo sé, pero esa no es la cuestión. 

Desde luego, cuando uno se mete en los fregaos que yo me meto, al igual que el resto de mis compañeros, no estamos exentos de críticas. Os aseguro que eso no me asusta porque llevo ya varias batallas libradas. 

Lo que sí me asusta es que nos creamos con derechos que no tenemos, que intentemos humillar a los demás o desmerecerlos mientras que estamos en nuestro sofá viendo la peli de la noche. Al final eso es lo que terminamos trasladando a nuestros hijos que, seguramente, no tendrán problemas hacer lo propio con sus compañeros o sus profesores.

Y créanme, no hay nada más interesante y agradable, al menos para mí, que tratar con una persona educada.

De todas formas sí me gustaría pedir disculpas por los errores cometidos aunque ningún miembro de mi grupo puede pedir perdón por negligente.

Carmen Martínez Aledo

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