Felicitar las Navidades a Ustedes y a todo conocido, sin duda, en este diciembre de 2024, dentro de la alegría que a muchos nos invade existe un regusto de sabor agridulce, justo lo contrario a cuando cantamos aquello de “Sevilla tiene un color especial”. Observando el tardeo murciano de la tarde del pasado 24, se me ha ido la mente a ese más de medio millón de personas venezolanas que viven entre nosotros y, no lo duden, nos hacen la vida más llevadera por ese encanto especial que tiene nuestro amado país hermano venezolano.
Mientras que muchos países hablan de que ya andamos desde no hace mucho en la globalización y se nos recuerda que hemos de tener mentes abiertas, miren por donde España ya era globalista desde los siglos XV y XVI y por ello nadie nos tiene que venir ahora a dar lecciones. Ya, desde tales tiempos Hispanoamérica y España “jugaban juntos a las canicas” y junto a ello uníamos nuestras sangres surgiendo así una Venezuela más fuerte a la sombra de Nuestra Señora de Coromoto. Lo que pase a una u otra nación “tanto monta monta tanto”.
Camino del 2025 viene con fuerza el 10 de enero, un 10 de enero escalofriante, incierto y lleno de más sombras que luces. Edmundo González y María Corino Machado vienen anunciando desde meses que ese día, el 10 de enero, tendrán que jurar su cargo como presidente de Venezuela poniendo así fin a la dictadura de Nicolás Maduro por mandato de siete millones de ciudadanos que votaron el pasado 28 de julio. Ante este inminente escenario, Edmundo González no ha parado de tocar puertas por Europa y a la misma Unión Europea, pero me da la impresión de que ”el cuenta conmigo” europeo se le ha dicho con la boca pequeña. España, por aquello de quedar bien “por si acaso” desde hace pocos días le ha regalo el asilo al candidato venezolano, aunque no creo que vaya el asunto a más.
El pobre dirigente opositor venezolano Edmundo parece estar contento por no tener restricción alguna para volver a Venezuela. A ciencia cierta sabemos que nadie sabe a qué hora ni qué día llegará a su país, pero me da que entrará no por la puerta grande, más bien por túneles trasnochados embellecidos de telarañas, olores repulsivos, desagradables y enfangados. Mal presagio se le viene encima. Algunos países hispanoamericanos e incluso el mismo Estados Unidos le pueden echar una mano, pero no creo que la Unión Europea, la que ha ayudado a capa y espada a la Ucrania contra Putin, mueva un dedo, ya que ese personal, a fecha de hoy, no sabemos donde situarle, habiendo perdido la confianza de sus paisanos.
El pasado 13 de noviembre, Edmundo González, desde Bruselas, comentaban que los venezolanos tienen muy fuertes aliados para rescatar la democracia. Borrell, del que “hoy azul y mañana negro” clamaba a su estilo que hay que hacer cumplir la voluntad del pueblo venezolano por los resultados del julio pasado. Lo mismo que los colegas de Sánchez. Dios quiera que me equivoque.
A todo ello, surgiría el premio Sájarov, establecido por el Parlamento Europeo el 13 de diciembre de 1988, donde recordamos que el recorrido vital de Sájarov encarna el triunfo de la conciencia sobre el privilegio. Su firme postura lo hizo caer en desgracia dentro del régimen.
A todo esto, hemos de contar con que Maduro desea ser de nuevo presidente y tiene a todas las fuerzas armadas en pie de guerra. Los mismos venezolanos que andan en su país “a la espera” y los venezolanos que huyeron, rezando como cosacos. Y yo me cuestiono ante donde serán capaces de llegar Estados Unidos, Argentina, El Salvador, la Unión Europea y tanto otros países los cuales desean que de una vez por todas el tema se solucione.
El tema se las trae. Nos encontramos ante una posible guerra civil, demasiados muertos, países que dan su “do” de pecho y, otros que se esconden tras los muros. Realmente no sabemos qué va a suceder, pero si es lo que parece, la tromba está asegurada. No creo que, a estas horas, las embajadas hayan recibido un “Saluda” del próximo presidente a estilo de la presentación de la nueva Notre Dame de Paris.
Este año, aparte de pedir a los Reyes Magos y al lucero del alba, cielos y tierras, oraciones, sinergias, brujos y todo aquello que encontremos según creencias de cada uno, no solamente ayudaremos a nuestra pobre y hermana Venezuela sino también a los países que la rodean y al propio continente. En una palabra: todos salimos ganando. Un guiño al Niño Dios no vendría nada mal.