Opinión

Dos caras de la misma moneda

En 2005 moría Juan Pablo II y la movida mundial que se montó sería descomunal, tanto en la ciudad de Roma como en el resto del mundo. A nadie se le puede olvidar. En la Navidad de 2023 ha sido su buen amigo Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, el que se ha marchado al otro mundo dejando un gran legado para cristianos, católicos, grandes intelectuales y personas de buena fe, fuesen o no fuesen creyentes. Ambos, se mire por donde se mire eran las " dos caras de la misma moneda". Hemos de dar muchas gracias de haber convivido en momentos claves de la Historia de la Humanidad donde dos grandes figuras han llenado cabezas y corazones de altas esperanzas. En los últimos 50 años no creo haya habido en el "mundo mundial" ni una sola personalidad, por alto que estuviese, que haya movido tantas cabezas y tantos corazones, que han cambiado el rumbo de su vida.

La visita de Juan Pablo II a España en 1982, del 31 de Octubre al 9 de Noviembre hizo estragos muy positivos en toda la nación española y, la entrada a Madrid de su Santidad, dejaba las casas vacías tanto de cristianos como de ateos. Toda una búsqueda de escuchar palabras de aliento y de esperanza. Benedicto XVI no se ha quedado corto. Su viaje a Barcelona El Papa consagraba la Sagrada Familia en noviembre de 2010 y el pueblo de Barcelona, esta misma semana, decía a viva voz que era el momento de reconocer este momento histórico.

La idea de que "fe y razón" se necesitan ha sido uno de los puntos claves en el magisterio de Benedicto XVI y de modo especial en su discurso de Ratisbona en 2006 y allí abogaba por ampliar nuestro concepto de razón y su uso, para evitar la ceguera de la razón ante los criterios que le dan sentido. Comentaría: "Solo lo lograremos si la razón y la fe se reencuentran de un modo nuevo, si superamos la limitación que la razón se impone a si misma de reducirse a lo que se puede verificar con la experimentación, y le volvemos a abrir sus horizontes en toda su amplitud". A su vez, la fe necesita el diálogo con la razón moderna. Todo es cuestión, como ven ustedes, de la lectura, nuestra reflexión, dejando a un lado todo aquello que pensemos estorba. La dictadura del relativismo, el dialogar con todos, reconocer qué es lo justo o la religión como fuerza de paz ha sido sin duda otras de las grandes aventuras de pensamiento que a todos nos beneficiaria, si somos capaces de adentrarnos entre los mares revueltos de nuestro siglo XXI. Su visita también a Madrid, en 2011, con cuatro días intensos reuniría a más de un millón y medio de peregrinos, contemplando con esmero, entre otros, la Última Cena de Salzillo y, entre tanta multitud andábamos dos murcianos más que perdidos, pero que recibimos, sin mediador alguno, un buen recuerdo desde el Vaticano de parte de Benedicto XVI. Siempre ha ocupado un lugar importante en mi domicilio.

La visita de Benedicto XVI al Parlamento británico en 2010 dio mucho que hablar y para bien. Les animo a buscarlo pues no tiene desperdicio alguno. Entre muchas cosas, me quedo con una de ellas cuando pronunciaba las siguientes palabras: "Frente a quienes confían en el mero consenso social como criterio suficiente para aprobar nuevas leyes existen unas reglas éticas que son anteriores y superiores a la vida política, y que la democracia se debilita cuando las ignora. El papel de la religión en el debate político no es tanto proporcionar dichas normas, que son accesibles a la razón, y menos aún proponer soluciones políticas concretas, sino ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de los principios morales objetivos". Sin duda alguna te quedas admirado por el grato razonamiento y la amplitud de miras de un buen intelectual. Tras su muerte, estos días he oído voces de diferentes caminos ideológicos donde todos han coincidido que en el último siglo, posiblemente Josep Ratzinger haya sido la mejor cabeza que hemos tenido. No lo duden.

Juan Pablo II no se quedaría atrás durante los 25 años que estuvo con nosotros. Recordemos por un momento su histórica intervención ante la UNESCO en 1980 donde el Pontífice abogaba por el desarme nuclear la manipulación genética, la experimentación biológica, la dignidad humana, razón o libre albedrío y la ciencia ética y humanística. Todo un emperador a favor del ser humano. Claramente nos dejó otro gran legado aparte de lo dicho anteriormente: "un todo atleta de Dios" que se lanzaría a recorrer el planeta con 58 años, con la misma energía que había desplegado en el fútbol, el esquí y el montañismo. Él mismo y me alegra, en privado confesaba que le gustaría ser recordado como "el Papa de la Familia" El legado de sus últimos cinco años fue más que suficiente: el ejemplo heroico de fortaleza ante la enfermedad: parkinson y severa artrosis. Su herencia, sin duda, en tantos terrenos, ha sido tan gigantesca como su persona.

Alguna que otra vez he pensado aquello "de tan buen escrito venido desde las alturas": A quien tanto se le ha dado, tanto se le pedirá" y pienso en la suerte que he tenido de estar en el Vaticano , en sus adentros y poder ver de cara a cara, escuchar y contemplar de cerca que estaba y ante un trozo del cielo que nos contempla a diario. Mientras que ello no llegue tengo material suficiente escrito para mimar, reflexionar y dar gracias por los tiempos que me han tocado vivir en medio de una jauría, por desgracia, que no saben a donde van ni de donde vienen.

¡Gracias a ambas caras de la misma moneda!

MARIANO GALIÁN TUDELA

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Por María Beatriz Muñoz Ruiz