“A mi juicio, todo corazón viviente necesita compartir latidos, establecer nexos de unión para convivir en concordia; máxime en un momento en el que la movilidad humana, representa una inmensa oportunidad de encuentro y de enriquecimiento mutuo”
Cada despertar es un nuevo renacer, que nos llama a un repensar en circunstancias muy complejas a veces, conflictivas e inciertas. Lo importante es reencontrarse con uno mismo para fortalecerse, no dejándose doblegar por las decepciones, acogiendo y abrazando con esperanza las diversas realidades. Lo trascendental radica en persistir para engendrar existencia y custodiarla. Desfallecer es lo último. El curso de nuestra propia historia siempre se puede cambiar. Nuestro diario viviente nos remite a empezar cada día, con el deseo de vivir y crecer unidos, a través del arduo camino de la reconciliación. Está visto que el auténtico amor todo lo allana, es menester ofrecerlo, entregarse a los demás en comunión, como personas en disposición de querer para ser queridas.
A mi juicio, todo corazón viviente necesita compartir latidos, establecer nexos de unión para convivir en concordia; máxime en un momento en el que la movilidad humana, representa una inmensa oportunidad de encuentro y de enriquecimiento mutuo. Indudablemente, uno tiene que ser, antes de no ser nada, pero ha de colaborar día a día al desarrollo de la civilización del verso y la palabra, algo que nos vincula a todos por completo. Debemos vernos, por tanto, como ese todo necesario, hecho de cultos y culturas diversas, dispuestas a entenderse y a atenderse mutuamente. La paz no es sólo el resultado de un compromiso humano, es también el continuo reorganizarse, para no caer en los despropósitos y evitarlos.
Es cierto que la realidad no es fácil, en ninguna parte del mundo, nunca lo ha sido; lo que nos exige recapitular místicas frente a la tensión política y a la escalada de las crisis, bregando porque el respeto por los semejantes sea la primera condición para saber morar. En efecto, sí la bondad es el principio del tacto, la verdad es el umbral de un nuevo despertar, que hemos de cultivar en cada aurora viviente. De esta forma, la política será más poética de neutralidad y contribuirá a forjar relaciones pacíficas, amistosas y mutuamente beneficiosas entre pueblos. Quizás tengamos que comenzar por abandonar miradas que matan, revolviéndolas para volverlas mimo, con menos reacciones y más acciones que notifiquen un nuevo resurgir. Florecer amando, es la mejor receta, para renacer.
Una sanación impecable, sin duda, pasa por ser artífices de poesía y no de poder. Un buen poeta en guardia, sólo practica el corazón, deseoso de hallar belleza por todos los rincones existenciales, que es lo que vierte alegría en el alma. Adentrémonos en esa inquietud, seguramente entonces hallaremos el bienestar celeste que, el interesado mundo, no localiza. Indudablemente, uno tiene que estar con los pies en la tierra, pero sin dejarse distraer por las luces mundanas, sino sabiendo dar el merecido valor a las cosas, para fijar la mirada interior en una sonrisa a compartir o en un sincero y leal abrazo de compañía. No olvidemos que el verdadero gozo, siempre está vinculado a algo más profundo, que suele corresponder con el donarse, sin esperar recompensa alguna.
Nada avanza, pues, sin ese vínculo de cesión alegre, que haga realidad el amor de amar amor. Siempre habrá soledad que requiera acompañamiento, sufrimiento que precise consuelo y ayuda, situaciones de necesidad material en las que es indispensable un apoyo que muestre un apego al prójimo. Es cierto que el Estado social es necesario, pero también es preciso el sentido humanitario, la atención personal, a la que hay que sumar un orden justo y equitativo. Lo más admirable y heroico, es sacar fuerza de lo vivido y revivir los días, con el desvelo de que pueda ser el último; sabiendo que la vida es un deber y una obligación, ante la sorpresa de percibir que coexisto. No desaprovechemos entonces las oportunidades, ¡vivámoslas!
Víctor CORCOBA HERRERO/ Escritor