Opinión

La conciencia al banquillo

Los gurús del Nuevo Orden Mundial no hay día que nos propinen algún petardazo que otro, ello sí, siempre y cuando el disparo vaya directamente a la dignidad del ser humano. El ataque que venimos sufriendo contra nuestra conciencia, uno de tantos, es descomunal. Se desea que nuestro pensamiento, deliberaciones internas, decisiones… sean aplastadas y poseídas por los grandes tribunales, por el Estado entre otros. Desean ante todo que todo aquello que nuestros abuelos y padres nos enseñaron se derrumbe por completo. Estamos ante ataques modernistas, más viejos que la tos, de golpes a traición, ataques por la espalda frente al poder o a la coacción, donde nuestro derecho a pensar, escribir, hablar o actuar de acuerdo a nuestro juicio desaparezcan por completo.

Estas grandes herencias recibidas de nuestros ancestros también han sido estudiadas por cabezas brillantes de Europa. El próximo 1 de noviembre, el Santo Padre León XIV, declarará a San John Henry Newman, converso, Doctor de la Iglesia. Sus escritos de la conciencia han hecho mucho bien a grandes mentes y a otros, los menos, pero con gran poderío ideológico y económico, los han sacado de sus cuevas infernales para una vez más, la lucha del bien y el mal siga estando presente entre nosotros.

La objeción de conciencia ha conseguido infinidad de veces cambiar leyes para hacer mejores y más amables a las sociedades democráticas. La objeción de conciencia, uno de los temas más sagrados que tenemos los seres humanos, ha actuado en las sociedades como esa "voz profética" que nos señalaba lo que no marchaba bien y a la que el tiempo ha acabado muchas veces dando la razón.

Esa buena conciencia de la que hablamos, la que emana del reconocimiento de la libertad de poseerla y, por mucho que no lo desees es la que te habla cada momento en silencio, hoy tiende a verse como un impedimento para el ejercicio de otros muchos derechos que posee el ser humano. Últimamente, la Unión Europea anda dándonos pescozones, pequeños y grandes. El Tribunal Europeo tampoco se queda atrás. La Organización Mundial de la Salud nos tira con pólvora de primera categoría y …todo bicho viviente con poderío. Unos se han subido a su carro, pero otros, la mayoría, seguimos teniendo la cabeza pegada a nuestro cuerpo. Lo políticamente correcto anda inyectando en las cabezas de los más débiles y de falta de escrúpulos el veneno que día a día es posible cambie, pero ni eso.

El fenómeno que ha acabado defendiendo como un valor absoluto el derecho a imponernos a cada uno por encima de la madre naturaleza, determinarnos por encima de nosotros mismos, nuestros "yoes" que huelen a soberbia putrefacta está haciendo que la cultura contemporánea, el posmodernismo de unos y otros, penalice todo lo que suponga una adhesión a una nueva moral que no sea la que te marcan los secuaces de turno.

No hemos de cargar al objetor con la responsabilidad de ser garante de un derecho, en este caso, el que desea proteger la vida. El garante ha de ser el Estado que, si ha legislado para reconocer nuevos derechos, deberá también blindar a los objetores de conciencia que no deseen participar en prácticas que consideren contrarias a sus convicciones.

Aquellos estados que quieran seguir considerándose democráticos harían bien en proteger a sus ciudadanos que no desean destruir el sistema, pero tampoco dejarse aplastar por él. No hemos de ser muy espabilados para entender que todo ser humano, sin duda, no está en contra de todo aquello que está en la propia naturaleza, provenga del mar o de la tierra, pero darle más importancia, más singularidad, más dignidad que a un ser humano, como un niño camino a nacer, denota que la sesera no anda nada bien.

Los nuevos derechos, relacionados normalmente con libertades sexuales, reproductivas o regulaciones de la "muerte digna", más que derechos son incongruencias inaceptables. Tal como está el patio, lo que siempre ha sido y será amor a la vida, ser coherente, hoy, gracias a los malos y a los buenistas de chicha y nabo, alguno que otro podría ir a los tribunales, al banquillo.

No perder la fe de los buenos es un buen ataque. Nadie pensaba que la guerra en Gaza no iba a finalizar y ahí está. La historia del ser humano sobre la tierra ha producido muchas alegrías y algún que otro sinsabor. Hemos de aprender a vivir entre luces y sombras. Ello nos ha tocado vivir, pero eso sí: fe, esperanza y astucia para que la verdad siempre impere.

MARIANO GALIÁN TUDELA

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Moisés S. Palmero Aranda