Muchas veces tenemos la ocasión de conocer cómo se las gasta algún político para quitarse de encima a un periodista que ejercía su trabajo con normalidad, y esas no son maneras. «Manuarius» es el origen etimológico del término manera, que a su vez deriva de «manus».
Luego, si hablamos de maneras, hemos de remitirnos a las manos como protagonistas, y también quiero dirigirme hacia el poder y sus maneras buceando por la Roma clásica. Existían entonces tres maneras distintas de interpretar el poder: el «imperium», la «potestas» y la «auctoritas».
El «imperium» era un poder absoluto propio de quienes tenían capacidad de mando, la «potestas» era el poder político capaz de imponer decisiones mediante la coacción y la fuerza, y la «auctoritas» consistía en un poder moral basado en el reconocimiento o prestigio de una persona. Entre estos dos últimos conceptos descansaba el equilibrio del Estado..
«Auctoritas» literalmente significa autoridad, y hace referencia a un poder no vinculante pero socialmente reconocido. Alguien investido de «auctoritas» era obedecido, no porque pudiera imponer sus decisiones, sino porque, en teoría, sus decisiones eran sabias y justas. Por el contrario, la «potestas» era propia de los cargos nombrados y dependientes de la autoridad estatal, o lo que es lo mismo, del poder establecido, y sus decisiones eran obligatorias.
Al final, todo se simplifica en que «potestas» es la ley, se basa en un poder que no se cuestiona, se tiene y se ejerce, mientras que la «auctoritas» no es concedida por la ley, se gana demostrando a los demás a través del ejemplo y la experiencia, que se es digno de respeto. En la actualidad la balanza se inclina claramente, mejor dicho, oscuramente, al tipo «potestas».
La política nos ofrece ejemplos casi a diario donde las manos se erigen en dueñas y señoras a la hora de expresar. Y se multiplican, tanto en casos como en intensidad y conforme a las posiciones representadas. Peligrosa cuestión es la normalización de las maneras de gánster, maneras de matón, maneras de portero de discoteca. A empujones.
¿Les suena? La prepotencia surge materializando complejos de inferioridad, miedos a ser superado, y no sabe de modales ni de buena educación, ya que es agresiva y amenazante demostrando su poderío marcando el territorio constantemente : «cuidado con lo que haces o dices, no vayas a buscarte un problema», y se hace elevando el puño, sujetando el antebrazo del otro con excesiva presión, clavando la mirada con la cabeza adelantada o, todo lo contrario, ignorándola mirando en sentido opuesto.
Las buenas maneras están perdiéndose precisamente donde más y mejor habría que demostrarlas : en los elegidos para ejercer un servicio público, esos que hoy mantienen o ayudan a mantener el poder gracias a nuestro consentimiento, y que tan a menudo nos avergüenzan con actitudes indefendibles.
Me pregunto si, de tanto consentir y disculpar, no estaremos alimentando al monstruo.