San Buenaventura fue un teólogo y filósofo de la Edad Media que nació en 1218 y falleció en 1274, unos meses después de Tomás de Aquino. Fue obispo y cardenal y también ministro general de la Orden de los franciscanos desde 1257 hasta su muerte. Se le conoció como Doctor Seráfico y sus obras teológicas y filosóficas representan, una síntesis amplia y profunda, que expresa la espiritualidad franciscana, el pensamiento agustiniano y también, en parte, el legado aristotélico. Está convencido de que fe y razón no son antitéticas, sino complementarias. Considera también que la filosofía, en su búsqueda de la verdad, debe culminar en la unión mística con Dios, que es la fuente última de toda la realidad existente. Aunque admiraba la lógica y la claridad de la filosofía aristotélica, Buenaventura estimaba, en mayor medida, el pensamiento platónico y agustiniano. En sus escritos y en su enseñanza, la filosofía y la teología servían también para la contemplación de lo divino, en toda su grandeza. Sus ideas se confrontaron con las de Tomás de Aquino, que también fue un gran pensador dominico, que rivalizó dialécticamente con Buenaventura con su doctrina. Ambos fueron grandes polemistas con sus tesis teológicas y filosóficas, como profesores en la Universidad de París a mediados del siglo XIII.
Buenaventura transformó la tradición teológica agustiniana e insistía en lo divino, como base de la vida moral y social. En cambio, Tomás de Aquino adaptó, de forma original, los planteamientos aristotélicos, desde una perspectiva cristiana. La política, para Juan de Fidanza o Buenaventura, debe servir para promover el bien común o general de la sociedad, y no es un fin en sí misma. Las virtudes no solo son costumbres o hábitos individuales, sino que también son sociales. De este modo, las virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y moderación son el eje fundamental de la existencia cristiana, en todas las situaciones vitales. Para este pensador, el pecado o la maldad rompen la armonía entre Dios y cada ser humano. Desde su enfoque intelectual, es evidente que la vida ética es realmente una colaboración entre lo divino y la libertad humana. Desde la perspectiva teológica de Buenaventura, la autoridad política debe estar subordinada a la autoridad divina, representada por el clero. Luchar por el bien común y practicar la caridad, son la expresión de la auténtica justicia individual y social. Son lo exigible desde el cristianismo, que es una religión del amor. Distingue tres tipos de justicia: conmutativa, distributiva y legal. Está convencido de que la distribución equitativa de los bienes y recursos, dentro de la comunidad o sociedad es esencial y absolutamente necesaria, para la justicia social.
En relación con la obediencia en la vida política, Buenaventura establece en su enseñanza y escritos que, si una ley no respeta los principios cristianos, se debe seguir lo que dice la ley divina. La vida franciscana es para Buenaventura, la quintaesencia de lo que es el cristianismo en el mundo. En este sentido, la humildad, solidaridad, compasión y la práctica de la pobreza y el servicio a los demás, es el ejemplo de vida que propone la orden de los franciscanos, desde el siglo XIII hasta la actualidad. Todo esto contrasta, fuertemente, con la sociedad consumista y materialista del siglo XXI. Como máximo dirigente de la Orden Franciscana durante bastantes años, orientó a sus hermanos en la vida ética y política. Además, desarrolló una interpretación de la convivencia social basada en los ideales de San Francisco de Asís. En relación con la pobreza evangélica, Buenaventura sentía e interpretaba la pobreza como virtud individual o personal, pero también como una forma de firme y radical expresión, contra la codicia y la injusticia social, algo que impregnaba la sociedad de su época. La necesidad de que todos los seres humanos vivieran en paz y solidaridad, era la manifestación de un ardiente deseo de fraternidad universal. Además, la política era entendida por este filósofo como un servicio a los demás y no como una forma de dominación. Todas estas ideas influyeron en su tiempo, en plena sociedad medieval, y también impactaron en el clero.
En cuanto a sus libros, su Comentario a las sentencias de Pedro Lombardo, es una expresión del ejercicio del método escolástico, de un modo ejemplar y modélico, en cuanto al rigor y la profundidad de sus explicaciones y análisis. En su obra Itinerario de la mente hacia Dios, integra la mística con la filosofía, algo ya realizado en el siglo XII por San Bernardo y otros.
Buenaventura fue canonizado por la Iglesia católica en 1482 y proclamado doctor de la Iglesia en 1588. En cuanto a su nombre significa buena suerte, buen éxito. En realidad, se llamaba Juan, pero se cree que cuando era muy pequeño enfermó gravemente, y su madre lo presentó a San Francisco de Asís. El fundador de la orden acercando el bebé de cuatro meses a su corazón le dijo: buenaventura. Muy bella historia de vida que refleja también la confianza y el optimismo, como expresión del mensaje evangélico o cristiano.