Opinión

El silencio es violencia

Marga Vilà - Secretaria de Igualdad, Diversidad y Conciliación del Sindicato de Trabajadores (STR)

El silencio es violencia es el eslogan de la nueva campaña pública contra la violencia machista. Un mensaje que pone el foco en la necesidad de continuar avanzando en la cultura de la denuncia y de la reprobación de esta lacra que, lejos de extinguirse, parece inexplicablemente repuntar en sus cifras y evolucionar en sus nuevas maneras de manifestarse.

Efectivamente, y como dice la campaña, es vital que toda la sociedad esté muy atenta para no ser cómplice de unos actos despreciables que, demasiado a menudo, se manifiestan en menor o mayor medida ante la indiferencia de su entorno. Como tantos problemas sociales, la violencia de género da pistas, indicios, nos envía señales, ya sean previas o cuando ya se está produciendo. Porque, de hecho, y esta es una de las claves, muchas de estas formas sutiles, que no implican agresión física, también son violencia.

Es violencia condicionar el vestuario femenino con comentarios machistas; es violencia el afán de control sobre la vida social; es violencia la fiscalización de las comunicaciones; es violencia cualquier intento de limitar la carrera profesional; es violencia la apropiación de la toma de decisiones en el seno de la pareja; es violencia la no corresponsabilidad y la verbalización de que determinadas tareas son cosa de mujeres; en definitiva, es violencia el intento de anulación de la personalidad. Y es violencia ser testigo de estas actitudes y callar. El peso de la reprobación y la denuncia no debe caer solamente sobre la víctima.

Las últimas cifras de violencia de género indican un repunte, especialmente entre los jóvenes, que están reproduciendo algunas actitudes machistas que parecían superadas y están innovando en sorprendentes nuevas prácticas que esconden un trasfondo indudable de machismo y violencia. Como lo es en las parejas de adolescentes el regalarse la ubicación de por vida. O las contraseñas de las redes sociales o de los dispositivos móviles. Dar acceso total a la información de donde está una mujer o con quién se relaciona es alimentar el viejo fantasma heteropatriarcal del control del hombre sobre la mujer, entendida esta última como una propiedad del primero. No verlo así, es no haber entendido nada, aunque muchos de los adolescentes que incurren en estas prácticas no sean conscientes de ello.

Ante estos nuevos desafíos no cabe obra que retomar el compromiso de toda la sociedad para aplicar una actitud de tolerancia cero. Ante las nuevas formas de violencia machista y ante las de toda la vida. En todos los entornos: el familiar, el educativo, el laboral, el social… Y convertir ese silencio que denuncia la campaña en un ruido atronador. Solo así conseguiremos plantar cara a esta amenaza fantasma sobre la que tenemos que estar en guardia de manera permanente y toda la sociedad. No solamente este 25 de noviembre, en que se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. 

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