En una era donde la información fluye rápidamente y la conectividad es parte de nuestra vida cotidiana, la privacidad de los datos personales se ha convertido en un tema crucial.
En particular, el acoso telefónico representa uno de los efectos más evidentes y molestos, de la falta de control sobre nuestra información personal. Las llamadas comerciales no deseadas provenientes de empresas que obtienen nuestros datos sin consentimiento explicito, se han vuelto una invasión constante en la vida de muchas personas, generando no solo incomodidad, sino también preocupación por la exposición de su información personal.
El acoso telefónico generalmente proviene de prácticas empresariales que utilizan bases de datos obtenidas de distintas fuentes, algunas de las cuales no cumplen no cumplen con los estándares de privacidad, en muchos casos, las empresas recopilan y comparten números telefónicos a través de acuerdos comerciales, en los que se compran listas de contactos sin que el titular del número esté informado de ello.
Este problema se agrava debido a la falta de transparencia en los términos y condiciones de ciertos servicios, que a menudo incluyen cláusulas en letra pequeña autorizando el uso y la transferencia de datos a terceros.
Otro factor que contribuye a este problema es el rastreo digital, muchas compañías pueden obtener información personal a través de cookies en sitios web, perfiles en redes sociales, aplicaciones móviles y formularios en línea, esto significa que, aunque un usuario sea cuidadoso con sus datos, aún puede ser vulnerable a través de las múltiples plataformas que recolectan y comparten información sin su conocimiento explicito.
En países de la Unión Europea, la implementación del Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) en 2018 fue un gran avance en la protección de la privacidad de los usuarios. Esta ley requiere que las empresas obtengan el consentimiento claro y explicito antes de recopilar o compartir cualquier dato personal, sin embargo, la aplicación de esta normativa no siempre es efectiva.
En ocasiones las empresas encuentran vacíos legales, que les permiten continuar con estas prácticas invasivas o utilizan estrategias de consentimiento ambiguas.
En otros países las leyes de privacidad son aún más laxas o están desactualizadas, lo que dificulta la protección efectiva de los usuarios contra el acoso telefónico.
Aunque la legislación ayuda a prevenir algunos abusos, es esencial que cada persona tome medidas para proteger su privacidad.
En estos momentos ya se puede solicitar a la compañía del contrato que corresponda a cada usuario, que le restrinjan las llamadas comerciales, con el fin de evitar que molesten con publicidad telefónica constantemente. También utilizar las opciones de bloqueo en los teléfonos puede ayudar, algunos operadores ofrecen servicios que identifican y filtran llamadas sospechosas.
Aunque es tedioso, leer y entender las políticas de privacidad de los servicios que utilizamos, es importante para evitar consentir sin querer, en la cesión de nuestros datos, pero si el acoso telefónico es persistente, es conveniente denunciarlo a las autoridades competentes.
Es probable que no tardando mucho se desarrollen nuevas leyes y tecnologías que permitan a los usuarios controlar mejor su información personal. La responsabilidad recae tanto en las empresas, que deben ser conscientes de los riesgos y ejercer sus derechos de privacidad, al igual que los gobiernos deben de implantar leyes más restrictivas que regulen mejor todo este acoso.
CONCHI BASILIO