Valencia una ciudad que ha sabido conjugar historia y modernidad, se ha visto sumida en una tragedia sin precedentes. Las inundaciones, consecuencias de las intensas lluvias, han dejado una huella imborrable en la ciudad y en el corazón de sus habitantes. Pero, ¿hasta qué punto la naturaleza ha sido la única culpable?
Un desastre que está dejando muchas víctimas mortales y numerosos desaparecidos.
A día de hoy es imposible cuantificar las pérdidas económicas, incluyendo viviendas destruidas e infraestructuras dañadas. Se trata de un desastre.
Miles de personas que han perdido sus hogares y por todo lo que han luchado durante sus vidas, ahora necesitan ayuda humanitaria. Hay que denunciar la falta de recursos y la precariedad de los servicios públicos en algunas zonas afectadas. La desigualdad ha vuelto a poner de manifiesto las calamidades sociales y territoriales.
Como de costumbre la solidaridad de las personas llega como un rayo de luz en esta gran oscuridad. Ante la adversidad, la solidaridad ha vuelto a florecer, vecinos, voluntarios que se han trasladado a la zona desde diferentes puntos de España y organizaciones, han trabajado y siguen incansablemente para ayudar a los afectados. Es fundamental reconocer y agradecer esta muestra de humanidad que ha mitigado, en parte, el sufrimiento de los que lo han perdido todo.
La pregunta que muchos nos tendríamos que hacer es si el Gobierno de la nación debería haber intervenido de manera más activa antes de que esta tragedia ocurriera. ¿Se invirtió lo suficiente en la prevención de los riesgos? ¿Por qué el gobierno de Valencia hizo caso omiso a los avisos de la AEMET?
El futuro de Valencia es incierto, su reconstrucción será un proceso largo y complejo. Sería fundamental priorizar la seguridad y sostenibilidad en la rehabilitación de las zonas afectadas. Es necesario aprender de los errores del pasado y tomar medidas para prevenir futuras catástrofes. Se debe invertir en infraestructuras resilientes, en sistemas de alerta temprana y eficaces y en una mejor gestión de territorio. Y no pensar que una UVE solo cuesta dinero y que no es necesaria, para destinar millones en corridas de toros. Hay que priorizar y adelantarse a lo peor.
En el contexto económico que vivimos tan delicado, la búsqueda de fondos se vuelve una prioridad urgente. Paralelamente, la coordinación entre las distintas administraciones durante esta crisis debe generar interrogantes sobre la eficacia de la respuesta institucional.
La reconstrucción de Valencia es un desafío monumental que requerirá de un esfuerzo conjunto de todas las administraciones y como siempre de la solidaridad civil. Es fundamental garantizar una distribución equitativa de los recursos, una coordinación eficaz entre las propias instituciones. Esta catástrofe ha puesto de manifiesto la necesidad de repensar nuestro actual modelo de desarrollo y adoptar medidas urgentes para poder hacer frente al cambio climático. Las emergencias y la prevención desde la política parece que nunca son necesarias, hasta que ocurre un desastre de esta magnitud.
El terremoto de Lorca, la erupción volcánica de La Palma, o lo ocurrido estos días en Valencia, son algunos de los casos donde se sufrió y se sigue sufriendo hoy. No dejemos que queden en el olvido, porque todavía hay personas que siguen durmiendo en un coche. Lo perdieron todo y para las administraciones son solo números que se quedaron archivados y que no interesan a nadie.
José Antonio Carbonell Buzzian