Opinión

La fábula de la rana

Veamos una fábula que podemos aplicarla a muchas circunstancias de la vida:

"Un grupo de ranas iban de viaje por el bosque cuando dos de ellas cayeron a un profundo pozo, de donde era casi imposible salir. Las dos ranas empezaron a dar saltos, pero todo su esfuerzo era en vano. Los que habían quedado en la superficie les gritaban desde arriba que no se esforzaran más, que todo su empeño resultaba inútil y que se resignaran a morir. Una de ellas les hizo caso, dejó de saltar, se desplomó y murió. La otra, en cambio, seguía dando saltos cada vez más altos, mientras los de arriba le gritaban más fuerte con grandes espavientos para que dejara de hacerlo. No obstante, la rana siguió saltando y saltando hasta que logró salir del agujero.

Cuando recobró el aliento, agradeció a las otras ranas por haberle estado animándola sin descanso desde arriba, ya que gracias a su apoyo pudo superarse a sí misma y alcanzar la meta. Sus compañeras quedaron sorprendidas por sus palabras, pero la entendieron cuando se dieron cuenta que la rana era sorda."

En ocasiones nos ocurre a los seres humanos algo parecido: la gente que nos rodea, lejos de animarnos a conseguir nuestras metas, con buena fe o no tan buena, nos desalienta, nos gritan para avisarnos que es imposible, que es demasiado para nosotros, que nos conformemos con lo que ha hay, que nos resignemos a lo que todo el mundo hace y a lo que todo el mundo piensa.

Y a nuestros hijos les sucede otro tanto. El ambiente, los amigos, la sociedad ahogan a gritos sus ambiciones nobles: "eso ya no se lleva", "a dónde vas tú", "hay que ser más prácticos", "es demasiado para ti", "si no bebes no eres un tío" … Y les resulta difícil vivir sus convicciones, esas que han recibido de su familia, cuando todos les jalean para que depongan su esfuerzo. La publicidad, la moda, los prejuicios sociales, la corriente del pensamiento dominante que siempre va montaña abajo, mandan una y otra vez el mismo mensaje: es imposible salir del agujero.

La rana de la fábula logró salir del paso porque era sorda, del mismo modo, nosotros, nuestros hijos saldremos de él, o nos mantendremos a flote, si hacemos oídos sordos a todos lo que nos alientan a que nos desalentemos. Saber que voces hay que escuchar y cuáles no, es algo que nuestros hijos tienen que aprender en la familia, con tal de que lleguen a decir aquello de: "soy sordo, pero no tonto".

Esto se utiliza mucho en Terapia Familiar, y bastantes adolescentes me indican que todo esto les viene bien para su vida. Pero cuando tienen una autoestima baja, un problema difícil, un momento sin sentido, les ayuda a tomar conciencia de la importancia de sus proyectos, así como la buena conexión y buen rollo con sus padres. Podemos ser sordos en algunos momentos, pero los gestos de amor del padre y la madre saben que son faros que iluminan su camino.

Miguel Cuartero

Orientador Familiar

Experto en Logoterapia

Noticias de Opinión

""No hay mejor norma social, que ser uno para todos y todos para cada uno""