Estos días se inician los torpedeos del Día de la Carrera de la Mujer y, por carreras que no falten. Tenemos a unas que corren una vez al año bajo los paraguas del globalismo y diferentes mescolanzas sin sentido, auspiciadas por los medios donde las calles serán alfombras sumisas para ellas y otras, las de verdad, las mujeres y madres que trabajan en almacenes, las pilotos, empresarias, maestras o simples amas de casa que, junto a sus maridos, durante todo el año “sí que hacen la carrera, pero diaria”. Trabajo, casa, niños, abuelos, marido-mujer y lo que haga falta. Todo ello tiene su nido principal en el Humanismo Cristiano. Lo demás es pura fachada y demagogia.
El feminismo de 2024, poco a poco, va dejando de ser un cenáculo dominado por radicales y se va abriendo a las aspiraciones reales de la mayoría de mujeres, sensatas que no se dejan comprar por un bocadillo de atún. No se olviden que el movimiento feminista de “ambos bandos, los mandatarios y la oposición, los cuales son los mismos” andan perjudicando la noble causa de la emancipación y, que sepamos, de tres maneras: visión negativa de los hombres, exageran desmedidamente la opresión que dicen sufrir las mujeres y, se adhieren dogmáticamente a la idea de que hombres y mujeres son esencialmente iguales.
Ahí queda el feminismo clásico que consigue para las mujeres el derecho al voto, la igualdad de oportunidades y muchas otras libertades. Tal feminismo ha deseado y desea para la mujer lo que quiere para todos: justo, respeto y dignidad, donde se promueve la armonía y la buena voluntad entre ambos sexos y puede contribuir a que en el mundo haya más cordura, felicidad y ética. Lo que ahora se lleva, el feminismo de género tiende a ver la masculinidad convencional como una patología y como el origen de muchos de los males del mundo. Ni la mayoría de los hombres son unos brutos, ni unos opresores. Sin duda, algunos son unos despreciables neandertales, pero confundirlos con el resto es patentemente sexista. El feminismo contemporáneo, el que marca las carreras y otras, siguen escogiendo los casos extremos de masculinidad patológica y los considera como la norma en el hombre.
Todos nosotros necesitamos con urgencia un movimiento feminista ponderado, responsable y basado en la realidad. Los que apreciamos la racionalidad, la investigación objetiva y la integridad intelectual, nos sigue consternando encontrar distinguidos profesionales, prestigiosos editores y directores de medios de comunicación que diseminan falsedades. Una pura vergüenza. Podemos reprochar al feminismo contemporáneo su irracional hostilidad hacia el hombre, su mal uso de datos, estadísticas y su incapacidad para tomar en serio la posibilidad de que hombres y mujeres sean iguales pero diferentes.
Los grupos feministas, hoy por hoy, no van a conseguir derrotar el tráfico sexual, la mutilación genital femenina, las violaciones masivas en países desbocados de mentiras día tras día. Son muchas las mujeres que podrían movilizarse a favor de causas más nobles que las torpezas del hoy. Cuando se alíen y conecten con grupos de mujeres de otras partes del mundo, esto podría llegar a ser un gran vencimiento.
El feminismo contemporáneo, el del 2024, no es bueno rechazarlo de buenas a primeras: se debe reformar, corregir sus excesos, insistir en que se dé voz a las moderadas, y luego contribuir a escribir el siguiente gran capítulo de la búsqueda de la libertad para las mujeres.
Todas las actividades en torno al 8 de marzo, en principio, no son malas. Lo malo viene cuando conlleva una filosofía trasnochada, ideologizada y ridícula que la mujer no se merece. Ellas doblan a los hombres en número, pero desde ellas debe salir un antivirus que la dignifique y no la empobrezca como hasta ahora se está realizando. Pasar a la historia con dignidad, moderación y sin ser manejada bien merece la pena.
Lo malo de todo esto puede venir cuando las “Carreras de la Mujer” las puedan ganar los trans. ¡Ni se sabe!