Opinión

Mi nuevo destino

Escuchaba las olas del mar como una suave canción que acompañaba la brisa del viento. Mientras caminaba las huellas quedaban marcadas en la arena recordándome que este es el presente. Este mismo instante en que la arena resbalaba por mis pies y el agua rozaba estos, el mar arrastraba piedras que brillaban con el sol. Cogí algunas de estas y las acaricié por unos momentos con una sonrisa, luego las tiré a lo lejos viendo como éstas desaparecían de inmediato segundos después. El aire hacía que mi sombrero se moviese al son del viento y con ello, tenía que sujetarme mi pamela.

El ambiente era tranquilo y de fondo se oía el saxofón con una melodía muy conocida. Continué caminando, respirando la brisa del mar y cuando fijé mi mirada al fondo de la orilla, lo vi a él. Deslumbrante y sonriente. Pareciera que el tiempo se hubiese parado, solo escuchaba aquella canción mientras las olas chocaban y yo corría todo lo que me daban mis piernas para llegar a su lado. Me esperaba con los brazos abiertos y una sonrisa que era más bonita que el destello del sol que alumbraba la escena.  Y llegó ese momento, me acurruqué en sus brazos, en aquel rincón tan especial. El abrazo era reconfortante y cálido después de tanto tiempo sin vernos. Subí mi mirada encontrándome con esos ojos tan especiales que me transmitían miles de sensaciones.

Íbamos con nuestras manos entrelazadas mientras caminábamos, parecía un sueño. La noche comenzó a caer en la ciudad y nuestro paseo era eterno, las conversaciones iban y venían y nuestras miradas mostraban una conexión inexplicable.

La noche terminó por caer y nos encontrábamos recorriendo la ciudad a paso lento, disfrutando del momento, del presente como si nadie existiera en el mundo. Hablábamos del destino y de la preciosa fortuna.

-Así es la vida. En un momento puedes estar tan abajo que ni tus propios pensamientos son capaces de sacarte de ese mismo camino, de ese sendero oscuro y con farolas que titilan a punto de apagarse. Y otras veces, escalas por unas nubes que nos llevan al más hermoso de los paraísos, que parece que tu suerte ha cambiado y es a tu favor.

Es como las olas: se preparan desde el fondo que nadie puede ver, se muestran y se arriesgan con valentía en su batalla, y rompen con toda la fuerza destruyendo a esos guerreros que luchaban contra ellas.

Pero créeme esto no trata de los altibajos que puedan existir, esto trata DE TI. Si tú consigues navegar al son de esas olas, conseguirás esa tranquilidad que tu mente necesita, esa paz que se instala en tu pecho. Mientras que, si remas al lado contrario, solo conseguirás que más tormentas se agolpen contra ti.

Las situaciones pasan por algo y siempre están pensadas sea para bien o para mal, para un futuro aprendizaje. Pero si entras en bucle en un mismo lugar, tendrás que ir a contracorriente y hacer todo lo posible por salvarte. Y la mejor manera no es gritar por ayuda, es seguir nadando hasta encontrar un barco en el que puedas subirte y dirigir. A veces encontrarás una estrella que te guíe en el camino y otras veces encontrarás solo el cielo oscuro, por eso tienes que saber confrontar la situación con razón y valor. Y a partir de que entiendas eso, solo es conducir con el timón en tu mano y surcar hasta tu destino- tras esta conversación, agarró mi mano y corrimos escaleras abajo en busca de nuestro destino, de nuestro nuevo destino.

Cerré el ordenador y el libro que tenía en mis manos, al levantar la mirada pude observar la playa en la cual nos encontramos aquel día, ese día tenía otro olor diferente. Se podía respirar un ambiente nuevo. Fue un día muy especial.

-¿Cómo acabaste nuestra historia en el libro?- me preguntó mientras veía cómo se sentaba a mi lado con esa sonrisa que me enamoró desde el primer día en que le vi.

Le sonreí de vuelta, me acurruqué en su pecho mientras veíamos el final de la tarde y la respuesta salió como un soplo de aire: -Tal y como empezó-

Lidia Gutiérrez

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Por María Beatriz Muñoz Ruiz