Moisés S. Palmero Aranda
Educador ambiental y escritor
Mientras Orión vuelve a la Tierra después de orbitar siete veces la Luna preparando un nuevo gran paso para la humanidad, o Rusia vuelve a atacar Odesa para dejarla sin electricidad, o el Mundial de Futbol, que nadie iba a ver, deja a su paso héroes y villanos, la esperada, deseada y ansiada lluvia por fin ha vuelto a nuestras vidas, y como no llueve a gustos de todos, y el agua viene mostrando sus escrituras, tenemos los dedos cruzados para que, tras el paso de las borrascas, no tengamos que lamentar daños mayores.
Ha sido una gran casualidad que las lluvias hayan llegado cuando nuestros políticos, en plena campaña electoral, están presentando proyectos y actuaciones en nuestros cauces. Está de moda renaturalizar ríos y ramblas. Debe ser que tras las desagradables consecuencias de la última DANA, en 2019, en Rambla Morales, en el Cabo de Gata, nuestros políticos se dieron cuenta de que los argumentos de los antiprogreso, impertinentes y maleducados ecologistas, eran razonables y sensatos.
Nunca lo reconocerán, pero solo hay que comparar las palabras que nuestros dirigentes, declaman cual visionarios, a los periodistas en el río Adra para presentar la segunda fase de su limpieza y renaturalización, con las que los grupos conservacionistas, y el sentido común, llevan años poniendo sobre la mesa. Algo que en principio nos debería alegrar, pero nos apena porque solo hacen suyas las palabras, vaciándolas de contenido, intercambiándolas, edulcorándolas y usándolas de vaselina con la promesa de que nos gustará lo que van a hacer y no dolerá tanto.
En matemáticas hemos aprendido, gracias a Pitágoras, que el orden de los factores no altera el producto, porque lo importante es el resultado, una cifra, un dato. Sin embargo, con el lenguaje, en el discurso, en las argumentaciones, el orden de los factores es fundamental, porque deja entrever las motivaciones, los intereses y el desconocimiento del orador.
Para los ecologistas, la renaturalización de un cauce significa recuperar los valores ambientales, para devolverle sus funciones ecosistémicas y evitar la pérdida de biodiversidad. Ese es el punto de partida, el objetivo final, conservar la naturaleza, y si se consigue, la seguridad ciudadana, los beneficios para luchar contra las consecuencias del Cambio Climático, el atractivo turístico y de esparcimiento local, vendrán solos. Como ha ocurrido en el río Manzanares de Madrid, donde dejando correr el agua, haciendo plantaciones puntuales y quitando cemento, la vida se ha recuperado en un tiempo record.
Sin embargo, para los políticos el orden es diferente. Lo primero es presumir de las inversiones a realizar, comparándolas con los que hicieron otros, aunque los proyectos estuviesen planificados por esos otros, aunque esas inversiones sean descabelladas, exageradas e irreales, como los 10 millones de euros que se gastarán en hormigonar, y plantar, entre otras muchas, 25 especies exóticas, y poner columpios para los niños en una zona inundable y de riego ante las lluvias como es la Rambla de San Antonio en Aguadulce. Ese mismo proyecto, donde lo único que se haga es limpiar el cauce, plantar algunas especies autóctonas de apoyo, y vallar para que la ciudadanía no corra peligro y puedan disfrutar del ecosistema, lo estiman los expertos en unos 700.000 euros.
Luego dirigen el mensaje, la actuación hacia los votantes que le garantizarán su reelección, en el río Adra a los agricultores , que son los que históricamente lo han convertido en un estercolero, no todos por supuesto, y a los vecinos del municipio a los que les garantizarán su seguridad, aunque el último gran problema que tuvo el pueblo con el agua, no llegó desde el río, sino de la Rambla de las Cruces, que en septiembre del 2015, tras los días de feria, provocó graves daños y perjuicios a los vecinos, y que además es cíclico y recurrente, como hemos visto estos días en las calles del pueblo.
Finalmente, después también de insinuar que se puede convertir en un atractivo de ocio y turismo para el municipio, algo que los ecologistas abderitanos ya presentaron hace dos décadas, hablan de que tendrá grandes beneficios ambientales para la biodiversidad y el ecosistema del río, algo que tendremos que comprobar dentro de unos años, porque lo que han hecho ha sido arrancar las cañaveras, y lo que se ha puesto por delante, con maquinaria pesada para enterrarla en el cauce. Los pronósticos son que algún día veremos todas esas cañas en el mar, que seguro volverán a brotar, y que en los terrenos desbrozados, lo mismo hasta vemos crecer cultivos de temporada. Tiempo al tiempo.
Dos formas de entender nuestra relación con la naturaleza. Una situándonos por encima de ella e intentando dominarla, y otra entendiendo que somos parte de ella, y que muchos de nuestros problemas se solucionan aprendiendo a mirarla, comprendiéndola y adaptándonos a sus ciclos.