Opinión

Educación: hundiendo el arado

Los días, meses y años van pasando y andamos perdiendo el tiempo que ya no volverá. Mientras, los países más avispados apuestan decididamente por invertir en recursos humanos y científicos para promocionar la sociedad del saber y con ello su país, mientras que España va liándose en su madeja ideológica y autonómica que agudiza los problemas del hoy en vez de buscar altos objetivos para hacernos hueco en una sociedad del conocimiento. Hace años, mirar al Ministerio de Educación era una auténtica aventura de ilusión y grandeza, tanto para las personas como para el país y ahora, mejor correr o volar y cuanto más lejos de él mejor. La propia vida política padece una sobrecarga de pasión y un déficit de racionalidad como nunca lo ha habido. Los partidos del arco parlamentario, en los años que llevamos con Pedro Sánchez, Mariano Rajoy y José Luís Rodríguez Zapatero, no han estado a la altura de presentar propuestas a la ciudadanía de una valía de medalla olímpica habiendo andado, respecto a creatividad y grandes horizontes de miras, por las zonas desérticas parecidas a las Bárdenas Reales de Navarra y Aragón. Es cierto que en España, país empobrecido desde hace algún tiempo, la ciencia, por desgracia nunca ha medrado y el mundo de la lectura no ha llegado muchas veces ni a los profesores. Hoy día disponemos por fin de algunos recursos económicos, según el gobierno que nos toque, que permitirían encaminarnos decididamente por el sendero de la seria educación y de la investigación avanzada.

La base de todo progreso científico continuado es la educación exigente de las generaciones más jóvenes y de los profesores que inician Magisterio y Pedagogía entre otros. En un proyecto de largo aliento, las disciplinas científicas y humanísticas fundamentales son la coyuntura precisa. Por el contrario, deben pasar a segunda fila las enseñanzas meramente ornamentales, pragmáticas, sobre las que no es posible basar la creatividad intelectual. El tributo que, en la ordenación escolar española se anda pagando a las modas de la época, a lo políticamente correcto y a las servidumbres ideológicas está resultando un vacío en todos nuestros niños y jóvenes. Anda disminuyendo gracias a todos los partidos políticos españoles, menos las propuestas de VALORES, la atención al mundo de las Humanidades y a las ciencias teóricas.

El núcleo de una educación sólida, sin duda alguna, es la formación intelectual, la capacidad de forjar una imagen rigurosa del mundo y de la historia, de alcanzar comprensiones creativas de la naturaleza y de la persona, de dominar un uso penetrante y exacto del lenguaje y de otras formas de expresividad cultural. Pero cuando se hacen públicos los nuevos diseños para Primaria y Secundaria, observamos perplejos que, a contrapelo de las orientaciones pedagógicas emergentes, en nuestra ordenación educativa aumentan las materias instrumentales y disminuyen las grandes disciplinas. Advertimos que lo genuino del saber no es que en ella se acumulen muchos conocimientos sino que exista capacidad de innovarlos. No se ha de tratar de ser unas mentes brillantes, sino de saber siempre más, de investigar, de reflexionar. Dicha posibilidad de progresión es la que, en el plano operativo, constituye la base de la competitividad, la cual no se mueve en la dimensión del espacio, sino en la del tiempo.

Orientar la enseñanza universitaria hacia cuestiones exigentes del mercado equivale a poner las tejas antes que los cimientos. Pues si algo caracteriza a la economía de libre oferta y demanda es, justamente, su carácter dinámico. El mercado del 2022-2023 ya no serán los del hoy. De manera que el destino de los programadores de nuevas titulaciones y sofisticadas tecnologías didácticas, las buenas Formaciones Profesionales de segundo grado es lo propio del que se apresura a correr tras un tren que está a punto de salir desde un andén de la estación.

Muchos itinerarios educativos, muchas profesiones concretas, ofrecen una formación intelectual armónica, se acumulan candidatos que cada vez tendrán más dificultades en encontrar un lugar donde trabajar. A la larga, el utilitarismo resulta poco práctico, pues se agota en rendimientos inmediatos y no abre perspectivas de largo recorrido. Tanto el pragmatismo como el emotivismo son tendencias culturales y éticas que revelan planteamientos antropológicos insuficientes. Nos encontramos hoy con el caldo de cultivo de no pocos enfoques educativos, tanto públicos como concertados o privados, que presentan escasas perspectivas de futuro. La enseñanza de calidad será cada vez más la que apueste por una preparación intelectual exigente, en la que no se tenga miedo al esfuerzo, y se capacite a nuestros jóvenes en acceder con el tiempo a grados y postgrados que ofrezcan una altura comparable a la de las mejores del mundo.

En esta cuestión hemos de aprender de los EEUU: la mayoría de los más prestigiosos programas de Doctorado y de Máster los cursan predominantemente estudiantes extranjeros, orientales sobre todo, pues los propios norteamericanos no poseen la preparación necesaria para acceder a ellos. Y por lo que observamos, en algunas universidades europeas, los alumnos más brillantes son iberoamericanos y asiáticos. Si deseamos recoger buenos frutos para el país, hemos de hundir el arado en tierras más profundas. Buena cuestión para las sesiones de profesores en sus inicios de curso.

SECRETARÍA NACIONAL DE EDUCACIÓN Y CULTURA. VALORES

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