Opinión

Despilfarro gubernamental -día mundial del hambre

Estamos a las puertas : mañana día 28, del Día Mundial del Hambre en perfecto choque con el despilfarro que se traen entre manos nuestro Gobierno Español. Al mismo tiempo, desde la Región de Murcia se nos viene insistiendo "a más no poder" que necesitamos médicos por todos lados, ahora, fundamentalmente en los Centros de Urgencias de nuestros Hospitales. Hambre de médicos, hambre de ayudas a las pymes, hambre de sacar adelante el Mar Menor, hambre de sentido común. La pobreza y la miseria en los últimos años nos viene persiguiendo y el Informe Anual de Cáritas cada vez nos lo advierte con más insistencia. También podría ser la llamada cuestión social que soportamos hasta el más pintado, siendo natural que muchos busquen soluciones en el Estado; quizá tan natural como cierto sentido equivocado y este experimento ya se ha ensayado demasiadas veces y mira tú por donde siempre ha fracasado.

Al Estado le corresponde el deber indiscutible de la búsqueda de una buena Justicia Social, pero no la administración de la generosidad o la solidaridad, que son virtudes personales. Un tema es dar a cada uno lo suyo y otra quitarle a uno lo suyo para darlo a otro. No podemos ser generosos por decreto ley ni a golpe de legislación. Pero erradicar la pobreza si es parte de la justicia social, aunque se trate, por lo visto, de un objetivo difícil de alcanzar. El pueblo español tiene la impresión de que el Estado, tal como lo conocemos, hemos de pedirle antes que otra cosa que deje de contribuir el aumento de la miseria. Para empezar, que sepamos los ciudadanos, no se está creando riqueza, sino que más bien la consume, cuando no la malgasta y despilfarra y la verdad, señores míos, nunca es demagógica. Los gobiernos son hoy, en general, más una máquina de generar miseria que combatirla. La ideología no alivia el hambre.

Ante la gravedad de lo que nos está sucediendo, provoca escándalo cómo se gasta el dinero público, por no hablar de las diversas corrupciones que observamos "mañanas, tardes, noches y madrugadas". En estas condiciones, tendríamos que crear una magistratura independiente, me parece imposible, de la clase política encargada de vetar todas las partidas presupuestarias innecesarias, nocivas e injustas. Es posible que viésemos claro que no habría que recurrir al déficit público, como pretenden "los susodichos", sino al ahorro. Lo cierto es que el Estado dedica muy poco o nada a lo que habría que calificar, en propiedad, como gasto social. Otro tema es el gasto socialista , porque los despachos, coches, viajes, falcones, etc, no es cosa de demagogia, sino inmoralidad pura.

Quienes sucumben entre nosotros a la miseria no son aliviados por el Gobierno, por supuesto, sino por instituciones privadas, y, muy especialmente a la perseguida Iglesia Católica, la "mala de la película", Acaso esta sea una de las claves de la hostilidad contra el catolicismo. Quienes profesan una impostada generosidad por cuenta ajena difícilmente soportan la visión de los verdaderos generosos. Quienes viven del cuento y de las cuentas públicas no soportan las noticias de esos héroes cercanos y cotidianos a quienes impulsa su fe en Dios y en la vida eterna.

Lo cierto es que los pobres y marginados no acuden precisamente a la beneficencia del Estado. Al parecer, saben distinguir entre quienes predican y quienes dan trigo. Naturalmente, todo ello no significa que todos los políticos sean iguales, que no lo son, pero sí significa que la solución de la cuestión social depende más de la generosidad de las personas que de las políticas macroeconómicas. En tal sentido, no le falta alguna razón a la exageración liberal que sostiene que la mejor política económica es la que no existe.

El mismísimo Al Capone sería un terrible ministro de Hacienda, pero me da la impresión que Robin Hood no sería mucho mejor. Lo que la injusticia estatal estropea sólo la enmienda la generosidad privada y, en este capítulo le corresponde a la Iglesia Católica la medalla de oro de la beneficencia . No nos extraña para nada que el Gobierno, a estas alturas, siga "erre que erre" ante nuevas cruzadas y ofensivas laicistas. Le va bastante en ello.

MARIANO GALIÁN TUDELA.

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Por María Beatriz Muñoz Ruiz