Actualmente, más de un tercio de las 50 mayores empresas del mundo —con una capitalización bursátil de 13,3 billones de dólares— tienen a un milmillonario como director ejecutivo o accionista principal.
Los países del Sur global sólo poseen el 31% de la riqueza mundial, a pesar de concentrar el 79% de la población mundial.
Oxfam insta a la acción multilateral para impulsar un nuevo marco de fiscalidad internacional, la cancelación de la deuda pública y nuevas leyes de propiedad intelectual frente a futuras pandemias.
Un nuevo análisis de Oxfam Intermón en base a los datos de UBS revela que el 1% más rico posee más riqueza que el 95% de la población mundial en conjunto. El informe se publica hoy en el marco de las sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
La influencia de los milmillonarios sobre la economía se ha disparado: más de un tercio de las 50 mayores empresas del mundo tienen a un milmillonario como director ejecutivo o accionista principal. La capitalización bursátil total de estas empresas asciende a 13,3 billones de dólares.
El informe de Oxfam Intermón Multilateralismo en una era de oligarquía global advierte de que los esfuerzos globales para responder a los mayores desafíos del planeta, como la crisis climática o los niveles persistentes de pobreza y desigualdad, están siendo amenazados por la concentración de poder en manos de los ultrarricos y las megaempresas. Esta híper concentración de poder y riqueza alimenta la desigualdad tanto dentro de los países como entre ellos. De hecho, a pesar de representar el 79% de la población mundial, los países del Sur global sólo cuentan con el 31% de la riqueza global.
"La sombra de la oligarquía mundial se cierne sobre la Asamblea General de las Naciones Unidas. Los ultrarricos y las megaempresas que ellos controlan están conformando las reglas del juego a su favor, a costa del resto de la población. Las Naciones Unidas están perdiendo capacidad de acción frente al poder creciente de los milmillonarios", afirma Franc Cortada, director de Oxfam Intermón.
El informe describe cómo se está produciendo una "intensificación del peso de una oligarquía global", en la que los ultrarricos —a menudo a la cabeza de empresas con un enorme poder de mercado— influyen en la toma de decisiones políticas y las reglas del juego tan solo. Mientras ellos se enriquecen, se van frenando los avances hacia un mayor progreso a nivel global.
El 1% más rico posee el 43% de todos los activos financieros globales. Dos multinacionales son propietarias del 40% del mercado mundial de semillas. Las “tres grandes” gestoras de fondos estadounidenses (BlackRock, State Street y Vanguard) gestionan 20 billones de dólares en activos, cerca de una quinta parte de todos los activos de inversión en todo el mundo.
"Aunque el mantra es que la rivalidad entre grandes potencias es el mayor factor que socava el multilateralismo, la realidad es que la desigualdad extrema juega un papel clave. En los últimos años, los ultrarricos y las empresas con mayor poder han utilizado su enorme influencia para frenar los esfuerzos para resolver los principales problemas del planeta, como la lucha contra la evasión y la elusión fiscal, asegurar que las vacunas contra la COVID-19 sean accesibles para todas las personas, o cancelar las deudas insostenibles de los países del Sur global", explica Cortada.
Con tres ejemplos de total actualidad, Oxfam Intermón quiere mostrar cómo se está llevando a la práctica este abuso de poder minando los avances multilaterales, y qué contrapesos se están impulsando para hacerles frente, tanto desde la sociedad civil como desde países del Sur Global:
· Las grandes corporaciones quebrantan la cooperación en fiscalidad internacional. El marco inclusivo del Plan de acción contra la erosión de la base imponible y el traslado de beneficios del G20/OECD (BEPS, por sus siglas en inglés) se ha quedado corto, muy lejos de alcanzar su potencial y de lograr los impactos esperados. El nuevo estándar para la reasignación de derechos tributarios apenas generará recursos adicionales para los países de renta baja, entorno al 0,026 % de su PIB. La exclusión de los servicios financieros del nuevo paquete de medidas de BEPS es sin duda el resultado de las presiones de los países con grandes industrias bancarias y financieras. Para generar un contrapeso a estas negociaciones, los países del Sur global, liderados por el grupo africano, han logrado que se abra paso la negociación de una Convención Marco en la ONU sobre fiscalidad internacional. Este avance histórico, junto con el liderazgo de Brasil en el G20, son una señal de esperanza hacia la recuperación de una mayor equidad en el diseño internacional y una tributación más justa de los ultrarricos y las grandes corporaciones.
· Las grandes empresas farmacéuticas se resisten frente a los intentos por desmontar los monopolios sobre las tecnologías de vacunas contra la COVID-19. El poder monopolístico de la producción de vacunas fue muy rentable durante la pandemia. Tan solo en 2021, los siete mayores fabricantes tuvieron unos beneficios netos de aproximadamente 50000 millones de dólares con la venta de vacunas contra la Covid-19, lo que se tradujo en cuantiosos dividendos para sus ricos accionistas y en la aparición de nuevos milmillonarios. El director general de Pfizer, Albert Bourla, calificó el llamamiento a compartir las tecnologías de vacunas Covid-19 como "un sinsentido total". Asimismo, la falta de distribución equitativa de las vacunas contribuyó a un exceso de hasta 1,3 millones de muertes en todo el mundo. Es prometedor ver que se está considerando un nuevo tratado sobre pandemias con disposiciones estrictas para suspender las patentes y facilitar que se compartan los avances tecnológicos.
· Los acreedores privados agravan la crisis de deuda mundial. Los países de renta baja destinan casi el 40% de sus presupuestos anuales al servicio de la deuda, lo que supone un 60% más de lo que destinan de manera conjunta al gasto en educación, salud y protección social. Más de la mitad de la deuda externa de los países de renta media y baja se debe a prestamistas privados como bancos o fondos de inversión libre (hedge funds). Algunos de estos acreedores son “fondos buitre”, que compran deuda en contextos de sobreendeudamiento a bajo precio, y explotan mecanismos legales para recibir el pago en su totalidad, cosechando enormes beneficios a costo de los países.
"Sólo un multilateralismo basado en la equidad y justicia puede revertir la intensificación del poder de una oligarquía global. Algunos líderes mundiales están demostrando ser conscientes de ello y han incrementado sus esfuerzos contra la desigualdad. Pero tienen que ser más y con mayor fuerza", afirma Cortada.
"En definitiva, lograr un mundo y un orden internacional más justos —en el que ultrarricos y grandes empresas paguen su parte justa, en el que se priorice la salud pública mundial y donde todos los países puedan invertir en servicios públicos— nos beneficia a todas las personas. Hace tiempo ya que muchos líderes mundiales lo reclaman, especialmente del Sur global".