La ilusión que se confunde con suerte: la cara oculta de la Lotería de Navidad
Las colas frente a las administraciones se alargan, las conversaciones giran en torno a los “números con más suerte” y miles de personas comparten décimos “por si toca”. La ilusión lo invade todo. Pero detrás de esa tradición tan arraigada se esconde una realidad que rara vez se nombra: la del juego normalizado.
Según la Dirección General de Ordenación del Juego, el 49% de la población española participa en juegos de azar cada año. Lo que en diciembre parece un ritual colectivo, en muchos hogares se convierte, silenciosamente, en una conducta de riesgo.
“En España el juego se disfraza de tradición, y eso lo hace especialmente peligroso”, advierte Guillermo Acevedo, director y terapeuta de Esvidas. “No hablamos de apostar grandes cantidades en un casino, sino de un comportamiento culturalmente aceptado que refuerza la idea de que jugar es inofensivo. Pero cuando se repite cada año con expectativas irreales y dinero de por medio, ya entramos en terreno de riesgo.”
Guillermo Acevedo, socio fundador, director y terapeuta de Esvidas
El pensamiento mágico y la ilusión colectiva
El sorteo de Navidad mezcla esperanza, superstición y pertenencia social. La psicología lo llama pensamiento mágico: creer que un gesto o un número “especial” puede influir en el azar. Esa ilusión de control, compartida por toda una sociedad, normaliza el comportamiento y lo hace emocionalmente contagioso.
“Cada vez que pensamos que podríamos ganar, el cerebro libera dopamina, el neurotransmisor del placer”, explica José Manuel Zaldúa, psicólogo y cofundador de Esvidas. “Esa descarga genera euforia y conexión con los demás. Es el mismo mecanismo que se activa en cualquier conducta adictiva.”
José Manuel Zaldúa, psicólogo y cofundador de Esvidas
Más allá de diciembre
El 22 de diciembre actúa como un espejo de una cultura más amplia. Loterías, bingos y apuestas online forman parte del paisaje cotidiano. El número de usuarios de plataformas online creció un 12% en el último año, sobre todo entre hombres menores de 35 años.
“Lo preocupante no es solo cuántas personas juegan, sino cómo el juego se asocia a la ilusión y la unión familiar”, añade Zaldúa. “Cuando la esperanza se vincula al azar, se pierde la percepción del riesgo.”
La delgada línea entre ilusión y dependencia
El juego deja de ser inofensivo cuando se convierte en una fuente de ansiedad, culpa o conflicto. Muchos pacientes llegan a tratamiento sin saber cuándo cruzaron esa línea. Durante la Navidad, incluso personas en recuperación pueden recaer, explica Acevedo: “Las fiestas reactivan emociones intensas: nostalgia, euforia, esperanza, que pueden volver a conectar a la persona con la necesidad de jugar.”
Recuperar el sentido real de la ilusión
Los profesionales de adicciones proponen una reflexión: ¿y si la ilusión navideña no dependiera del azar, sino de los vínculos, los recuerdos o los pequeños logros del año?
“No se trata de demonizar la lotería, sino de devolverle su lugar simbólico”, concluye Zaldúa. “La ilusión sana se construye desde el esfuerzo, no desde la suerte.”