Visitar construcciones históricas no resulta interesante, únicamente, a los amantes de la arquitectura. Se trata de un auténtico espectáculo para cualquier persona que aprecie la cultura, ya que permite seguir la huella de las diferentes generaciones y costumbres, desde tiempos inmemoriales; al menos, las que han podido conservarse hasta la fecha.
En este aspecto, Murcia ofrece un patrimonio histórico de gran relevancia gracias a sus obras constructivas, que han soportado el paso del tiempo, para mayor deleite de sus visitantes. Encontramos, en la comunidad, una extensa muestra de ejemplos que pueden considerarse, sin duda, verdaderas joyas. Repasemos algunas de ellas.
Como muchos sabrán, la ciudad de Cartagena debe su nombre al bautismo que le impusieron los romanos en el siglo I a.C.: Cartago Nova. No son pocos los conjuntos arqueológicos que aún quedan de aquella civilización en esta localidad. Aunque el paso de los siglos no permite visitarlos, propiamente, como edificios (quedan los planos de estructura únicamente), su riqueza cultural es indescriptible. Entre ellos, la Casa de la Fortuna y el Augusteum y, por supuesto, el Teatro Romano de Cartagena.
La posterior invasión musulmana también dejó su impronta en la región, que se extendió durante un período más largo. En muchos casos, como en la ciudad de Medina Siyasa, sólo hay acceso a las estructuras; sin embargo, también quedan huellas, como la que sirvió de base para la construcción del Monasterio de Santa Clara. Pero el ejemplo que más destaca es del Castillejo de Monteagudo, como palacio fortificado de mediados del siglo XII y está considerado, en la actualidad, un Bien de Interés Cultural.
Un siglo más tarde, y ya tras la Reconquista, se empezaría a construir la Iglesia Catedral de Santa María, que conocemos popularmente como la Catedral de Murcia. Eso sí, el desarrollo del proyecto y sus posteriores reformas se dilataron varias centurias, por lo que esta impresionante obra es considerada, también, un gran exponente del barroco (especialmente, por su fachada). De hecho, desde el gótico hasta el neoclasicismo, la Catedral es historia viva de las tendencias arquitectónicas de cada época.
La ciudad vivió, en el siglo XIX, un esplendor de muestras de la creatividad de los arquitectos que, afortunadamente, se han conservado de forma cuidada hasta la fecha. Entre ellos, el Real Casino de Murcia que, como en el caso de la Catedral, también incorpora estilos de diferentes épocas, por los elementos que se sumaron en los años posteriores.
El resultado es un edificio ecléctico repleto de estancias de gran atractivo. Actualmente, además de las visitas, acoge exposiciones culturales de diversa índole. Por tanto, su actividad no está relacionada con los juegos que se encuentran en portales como https://www.leovegas.es/es-es/, como podría dar a pensar su nombre; aunque no se descarta que sus socios originales pudieran celebrar sus propias partidas privadas.
También del siglo al siglo XIX pertenece el Teatro Romea. Y una vez más, encontramos cierto eclecticismo en su estética, entre el neoclásico y el modernismo, especialmente visible en su impresionante fachada. A principios del siglo XX se reconstruyó su interior, debido al segundo incendio que sufrió, unos años antes. En él se han estrenado obras de Jacinto Benavente, así como actuaciones dirigidas por García Lorca. Por supuesto, hoy sigue con su actividad cultural.
La evolución arquitectónica de la ciudad puede seguirse a través de edificios del siglo XX. Estas construcciones nos ayudan a entender el cambio de necesidades y usos, propios de los nuevos tiempos. Por ejemplo, el Edificio Hispania pasa a ser un elemento funcional, exponente del crecimiento económico y empresarial de los años 60, cuando fue proyectado por los arquitectos Escario, Vidal y Vives.
Más reciente es la Biblioteca Regional de Murcia, de más de 10.000 metros cuadrados y que ha sido galardonada en varios certámenes por su diseño. Y no podemos olvidar el Ayuntamiento de la ciudad; al menos, en lo que se refiere al edificio anexo, diseñado por Rafael Moneo, que ha despertado algunos recelos desde su creación, en 1998. A pesar de ello, hoy es una parada casi obligada para los visitantes a la ciudad.