GRACIA DE TRIANA
Gracia Jiménez Zayas
(Sevilla, 1919 - Madrid, 1989)
María Gracia Jiménez Zayas, como tantas artistas de su tiempo, nace con inquietudes artísticas. Familiarmente, llamada ‘La Calentito’, porque su padre es churrero y, en su barrio, donde comienza a cantar se la va a conocer como Gracita, pero para el mundo va a ser pronto una artista conocida como Gracia de Triana y apodada ‘La voz de miel’. Nace en el número 4 de la sevillana calle Virgen del Patrocinio. Sus padres, José Jiménez Martínez y Carmen Zayas Moreno, la llevan a bautizar a la Parroquia de Nuestra Señora de la O, en la calle Castilla.
La pequeña artista en ciernes, comienza a destacar desde la temprana edad de diez años como saetera y cantaora flamenca, en los albores de los años treinta, resultando especialmente brillante en el cante jondo. Es la época en que triunfan Pastora Pavón ‘La Niña de los Peines’ en el cante, y nombres masculinos como Manuel Vallejo. La época dorada de los festivales de flamenco. Y aún resuenan los últimos vestigios del cuplé.
A finales de la década de los treinta, comienza a trabajar en tablaos y espectáculos de segunda división. Comienza a curtirse como artista y consigue fama y prestigio en toda Andalucía. Fama que, paulatinamente, se extiende al resto de España. Gracia de Triana comienza su trayectoria como profesional cantando en fiestas particulares y colmaos flamencos, donde era requerida con gran frecuencia, y la mayoría de las veces iba de la mano de un tío suyo Antonio, hombre de buena posición económica, que la coge bajo su tutela en los inicios de su más que prometedora carrera artística.
En una de fiesta privada la ven cantar y la presentan a Fernando Barón Cea Bermúdez y Martínez de Agulló, Conde de Colombí, y quien fuese alcalde de Sevilla, y el director de cine Florián Rey. Ambos gustaban de estos ambientes de los colmaos y también buscan en ellos jóvenes promesas para el espectáculo.
Sin dejar de lado sus raíces flamencas, la artista, comienza a explorar la canción, ya que en sus comienzos el cante flamenco, en toda su extensión, era predominante. Comienza tan joven a presentarse como una versátil canzonetista, ya que, aunque se adentra principalmente en la canción y encuentra su sitio, no se olvida del cante jondo, cosechando siempre sonoros triunfos. Ella es quien va a dar paso a la malograda Mary Paz, en la época en que la de Triana cantaba su inmortal y tantas veces versionada creación de 1941, “Pepe Romero”.
Pepe Romero,
El querer de una morena tu alegría se llevó.
Pepe Romero,
La mocita que tu quieres ha de ser tu perdición.
Pepe Romero,
Que la suerte te acompañe pa que seas buen torero.
Que matan más que los toros
Quereres que hay traicioneros…
¡Ay! Pepe Romero.
Tenorio - Monreal
En la canción, Gracia de Triana, por lo general, siempre va interpretar creaciones compuestas especialmente para su voz por los más grandes letristas y músicos de su época, creando éxitos que después han de seguir la estela del triunfo versionados en otras voces. Como acompañamiento en su cante la acompañan algunos de los guitarristas más famosos de su época, como Manuel Serrapí Sánchez, conocido artísticamente como ‘Niño Ricardo’, o Luis López Tejera, “Luis Maravilla’.
De 1941 data la primera vez que nuestra artista entra en un estudio de grabación, registrando sus creaciones en disco de pizarra. Su primer material fonográfico son las bulerías “Qué buena soy” (Pérez Ortiz – Larrea) y un pasodoble, “Flor del espino” (Monreal – Larrea). Este pasodoble a proporcionar título a un cortometraje, como veremos más adelante.
Gracia de Triana, casi a la par que con las grabaciones de su cante en discos, comienza su andadura en la gran pantalla, descubierta para el cine por el gran Florián Rey. Continúa ella el camino que otros muchos artistas empezaron tras la Guerra Civil.
En cuanto a su paso por la pantalla grande, algo habitual entre las cantantes que triunfaron en su tiempo, argumentos más que manidos son los que maneja Gracia de Triana en sus intervenciones cinematográficas. Su primer papel lo obtiene en “Escuadrilla” (1941) de Antonio Román, película eminentemente franquista, con alfredo mayo y Luchy Soto en los papales protagonistas y con argumento de su director y José González de Ubieta, en una colaboración breve pero intensa donde, además de demostrar sus dotes ante la cámara, interpreta las bulerías “Aunque no pienses lo mismo que yo” y “Qué buena soy”, de Pérez Ortiz y Larrea. Este título son unas bulerías que se habían convertido en su primer gran éxito en la canción.
La podemos escuchar en la segunda versión de “Malvaloca” (1942), dirigida por Luis Marquina y basada en la obra de los Álvarez Quintero, donde Gracia de Triana interpreta un fandango, “Sin concederle importancia”, y unas alegrías.
Un breve papel es el que interpreta en “El frente de los suspiros” (1942) de Juan de Orduña, uno de los cuatro filmes que Antoñita Colomé rueda en 1942. Ese mismo año va a participar en tres cortometrajes desconocidos hoy día, “Pregoneros del Albaicín” y “Flor del espino”, y “La venta de los gatos”, de los que existe escasa información a nivel cinematográfico.
Después se incorporar al elenco de “Ídolos” (1942) de su mentor Florián Rey, con argumento de Manuel Beca Mateos y música del maestro Azagra, además de contar con canciones como “Torero de la Alameda” de Rivas y Gardey, y “No me digas que te marchas” (Montoro – Solano), para el lucimiento vocal de la trianera. Con este título se convierte en una de las primeras artistas en grabar canciones del maestro Juan Solano. Y, por último, destacar de su intervención en esta película un pasodoble también compuesto especialmente para la trianera con acompañamiento de orquesta, donde la guitarra, el flamenco y la copla de dan la mano, “Rincón de España” (Monreal – Montoro), donde se refleja el espíritu trianero en sus estrofas.
El primer y mayor éxito, cinematográficamente hablando, ha de llegarle de la mano de su primer papel protagonista en una pequeña película concebida sin la necesaria preparación técnica, titulada “Castañuela” (1945) de Ramón Torrado, con argumento de Antonio Casas Bricio y música de Arquelladas y Monreal, y donde la artista interpreta el que va a ser desde entonces su tema más popular y querido, que no recordado hoy, “Ovejitas blancas”, tema del que hace una preciosa versión años después Gracia Montes.
Una cordera blanca
Que yo tenía,
Que yo tenía,
Con la flor de la jara
Se mantenía,
Se mantenía,
Se mantenía, madre,
Se mantenía,
Una cordera blanca
Que yo tenía.
Perelló - Palma - Monreal
La popularidad a nivel nacional le llega con esta canción, “Ovejitas blancas”, pero en la película canta algunos de sus más grandes éxitos, como “Castañuela”, “Villancicos de Triana” y el mencionado “Ovejitas blancas”, entre otros números.
Tras el éxito cinematográfico, Gracia se embarca en una gira por Argentina e Hispanoamérica con un triunfo arrollador y por aquellas latitudes permanece por más de una década.
A su regreso, se produce la que va a ser su última intervención cinematográfica, “La Cruz de Mayo” (1954) de Florián Rey. Lo único destacable de este filme son las canciones de la artista y el humor de Miguel Ligero. Los dos protagonistas también interpretan juntos el pasodoble que otorga título al filme, composición del maestro Font de Anta.
Gracia de Triana, se marcha a trabajar a Hispanoamérica cuando en España goza de gran prestigio como cantante y cantora, lo cual, quizás, perjudica a su posterior retorno a la Península. Pero continúa grabando a su regreso y lo hace con creaciones de Valerio, de Solano y de Quintero, León y Quiroga.
Más tarde, la artista vive sus últimos años retirada, regentando una modesta pensión en la Plaza de la Luna de Madrid, entre las calles San Bernardo y Fuencarral, y cuidando perros.
Guitarra, copla y flamenco han sido y con inseparables en su obra. En resumen, Gracia de Triana, es una cancionista y cantaora que haría cine tras cosechar grandes triunfos en la canción. Dominaría todos los palos flamencos, incluidos los cantes difíciles y poseía una voz prodigiosa.
Se marchó de este mundo borrada del recuerdo por el público, quedando durante años solamente reminiscencias de su personalísimo arte. No fue así por los entendidos del cante. Esos no la han olvidado jamás.