Cartagena

Pregón del Carnaval de Cartagena 2016, pronunciado por el Alcalde

Buenas noches

Seamos claros y dejemos a un lado el encorsetado protocolo, que los corsés seguro que lucen mejor en el cuerpo las comparsistas o en el de las drag-queen, que el lunes celebrarán su primer concurso.

A nadie se le escapa que soy el alcalde, para algunos el más chulo de España, que siempre es infinitamente mejor que ser el más corrupto de España. De momento vamos bien.

Y como alcalde que soy os debo una explicación, y esta explicación que os debo os la voy a pagar, que decía el entrañable Pepe Isbert haciendo de alcalde en "Bienvenido Mr. Marshall".

Comprenderán que siendo alcalde y pregonero no podía resistirme a pronunciar estas antológicas frases, solo que en este caso el contingente soy yo y los necesarios ustedes. Me hacía ilusión.

Pues bien, me explico.

Yo soy el alcalde y también el pregonero. Por lo primero tengo asumido que algo de caña me vais a dar en estos días, porque es tradición que así sea, y porque no hay dios que lo remedie, sobre todo en esta fiesta pagana que no entiende de dioses, de pasar la mano o de dorar la píldora, más bien al contrario, se prodiga en el estacazo y tentetieso, eso sí, con el mejor de los humores, respeto y las más alegres melodías.

Por lo segundo, como digo, soy el pregonero como podéis ver.

Hablar el primero me da una ventaja a la que me cuesta mucho resistirme: daros un poquito de caña yo a vosotros.

Y aquí estoy yo, en la disyuntiva de ser o no benévolo con los chirigoteros y demás fauna carnavalera, con la débil esperanza de que no seáis muy duros conmigo en agradecida reciprocidad.

Y como dicen que de los cobardes nunca se ha escrito nada, y de mí, para bien o para mal, han escrito ya mucho, pues poco de cobarde debo tener. Digo yo.

Pues a dar, que quien da primero da dos veces.

En cualquier caso me agarro a la letra de un pasodoble chirigotero y la hago mía,

"tenemos una libertad muy chiquitita, si criticamos a quien nos critica"…

Por eso estoy aquí, a pecho descubierto, sin escoltas, sin coraza de Escipión ni casco de Anibal, pero con una lengua que corta más que una falcata, y estaré en cuantos actos del carnaval me permita la apretada agenda que mi equipo de alcaldía me organiza, equipo del que cada día dudo más que me aprecien, porque no me dejan parar ni un minuto, aunque dicho sea de paso, yo a ellos tampoco les doy respiro.

Me tendréis en primera línea de fuego en la final del concurso de chirigotas, siempre con una sonrisa porque al fin y al cabo, vosotros, los ciudadanos, sois mis jefes y mis mejores críticos, a los únicos que tengo la obligación y el placer de escuchar, cuando es para bien y cuando es para menos bien y aprovechando la rima, a Inda que le den.

Me gusta definir a comparsas y chirigotas como la única prensa libre, la que no entiende de servidumbres por intereses políticos o empresariales, la que habla como lo hace el pueblo.

Las primeras porque sois las anheladas páginas y poster central de esa procaz publicación anual que deja al aire lo que en otras fechas no se puede ver, y las segundas porque con valentía, ingenio, espíritu crítico y arte a raudales, colmáis esa publicación que a modo de letras componen los artículos de la misma, y donde se espera con buen tino seáis capaces de quitar la máscara, o el pasamontañas, a los que viven tras ella, para escarnio público o Púnico que en Cartagena es casi lo mismo.

Sois la única prensa libre. Esa es mi opinión, la verdad.

Dicen que es muy sano reírse de uno mismo, por eso me planteé la posibilidad de darme auto-caña en este pregón, pero después de reflexionar vi innecesario mirarme en el "espejo", porque con la cera que otros me dan ya voy bien servido.

Lo único cierto, es que de momento voy avanzando en el pregón, sin decir mucho es cierto, pero lo suficiente para ir soltando los nervios y empezando a encontrarme a gusto entre mis amigos del carnaval.

A todos vosotros os gusta disfrazaros, disfrutar de la fiesta, de los amigos, y de esta Cartagena extraordinaria con la que la diosa fortuna nos ha bendecido, y a mí también y a Inda que le den.

Porque no me negaréis que cualquier disfraz luce mejor en estas calles que en cualquier otro lugar del mundo. Que no os engañen, ningún carnaval puede ser mejor que este, por mucho que lo intenten, porque no tienen la suerte de desfilar por las calles de Cartagena.

Por eso, cuando salgáis con esos disfraces y complementos en los que habéis trabajado todo el año, en un esfuerzo que nunca podremos agradeceros bastante, sentir el orgullo de representar al Carnaval de Cartagena, de la trimilenaria, porque de eso solo podéis presumir vosotros, bueno, y un poco Cádiz.

Bueno, ya os he dado un poco de jabón, cuestión obligada en cualquier pregón que se precie, aunque me doy cuenta que se me ha olvidado alguna cosilla para que el peloteo esté completo. Allá voy.

Es de justicia reconocer la gran labor que desempeña la Federación del Carnaval, no solo manteniendo viva esta importante fiesta, sino haciéndola cada año más grande y participativa.

Solo los que lleváis el peso de esta tarea sabéis las horas que le dedicáis, restándolas de la familia, los amigos, el ocio y el descanso. Y sobre todo a los hombres, por eso y por haber llevado durante tantos años y sin protestar, el uniforme de enterrador homologado por la Federación, decirles que hubo un tiempo en que parecían los mismos los de la quema de Don Carnal que los de La Llamada.

Por todo ello, gracias.

Fin del peloteo.

Tampoco es bueno abusar, que enseguida os venís arriba y luego no hay quién os baje.

El Carnaval es un arte, pero también una excusa.

En realidad es una excusa con arte para convertirnos por unos días en lo que no somos: toreros, enfermeras, médicos, vampiresas, dominatrix, sumisos, cantantes, tortugas ninja… cualquier cosa vale para esturrear la fantasía —me encanta esa palabra tan nuestra: es-tu-rre-ar—. Porque a veces es lo que hacemos en carnaval, esturrearnos, soltar las ataduras cotidianas en un intento de sacar la cabeza y respirar, al menos un poquico.

Yo os pido que os disfracéis de lo que más os guste y alegre vuestros corazones, que os esturreéis, que bastante tenemos con el día a día.

Es curioso que yo esté pidiendo que alguien se disfrace, cuando me paso los días intentando quitar el disfraz que llevan puesto los malos todo el año.

Porque gangsteres, ladrones de guante blanco, trileros y cuatreros hay en Cartagena durante los 365 días, y este año más, porque 2016 trae 366 días.

Lo chocante es que se disfrazan de personas de bien, ¿He dicho bien? y a Inda que le den, de ciudadanos respetables, porque son unos consumados maestros del disfraz. Al menos, cobran como maestros.

Por eso os pido ayuda, vosotros que sois expertos en el arte del disfraz, para que entre todos consigamos que no nos usurpen el carnaval, única época del año en el que parecer lo que no eres, puede ser aceptable y divertido.

También puedo intentar ponerme el disfraz de Super López, pero de poco me va a valer, porque no soy super nada, tan solo un cartagenero más y además no me gusta llevar los "braslis" por fuera.

No presumo yo de cuerpo de super héroe, a la vista está, aunque he de decirles que vestido pierdo mucho.

Una pincelada de historia sí quiero dar, pero de aquellas cosas que hacían diferente al carnaval de Cartagena, y que explican también nuestra manera de ser y entender la vida.

Nos cuentan las crónicas que no había mejor ocasión para echarse a la calle. Se esperaba durante todo el año, con ilusión de las madres deseosas por encontrar novio a sus hijas casaderas, y por éstas, porque a ciertas edades por las cabezas y corazones ya rondaba el deseo de encontrar un buen hombre, por lo que se afanaban en la confección de trajes para los bailes de máscaras.

Toda la ciudad se alteraba de una u otra forma, hasta la vida laboral, limitándose el horario de trabajo en el Arsenal de 7 de la mañana a 3 de la tarde.

Se escenificaba con la entrada por las puertas de Madrid y San José, tras el preceptivo bando, de mascaradas que comenzaban a trastocar el ordinario pulso de la urbe.

Han llegado hasta nosotros las numerosas peticiones para que la autoridad competente tomara medidas para evitar los escándalos que sucedían en "ciertos sitios de la calle Mayor", impropios según el criterio de algunos vecinos de la época, de una ciudad de la importancia de Cartagena.

Hoy, los hijos de esos censores nos siguen hablando de buenas formas para ocultar sus malos fondos.

Parece ser que se aprovechaba el bullicio y la alta densidad humana en la calle Mayor para prodigar "pellizcos, palmadas y otros excesos", vamos, que el que podía pillaba cacho.

Era un carnaval con un componente carnal importante, con murgas y comparsas sí, pero sin descuidar otros deseos a los que dar rienda suelta, siempre desde el respeto, e incluso algunas veces sin él, como podemos leer en los documentos históricos.

Ya entonces había un interés manifiesto en domesticar el carnaval del pueblo sencillo, denostándolo hasta hacerlo pasar por un espectáculo denigrante, al tiempo que potenciaban el carnaval de las clases altas, con sus delicados bailes en salones de lujo.

Recuerdo en mi niñez, las visitas a casa de mi anciana vecina Cruz, hija soltera del que fuera representante de la casa de licores Bardinet, y que guardaba como tesoros escamoteados a la dictadura, fotos, disfraces, plumas, y hasta huevos de los que de manera casera se rellenaban de confeti para lanzar desde los balcones.

Recuerdo con añoranza, la añoranza que rezumaba Cruz en forma de lágrima desde sus ojos, cuando sus recuerdos volaban a esa etapa de su juventud, y de ese gesto infería la bondad de su vivencia y por tanto la del propio Carnaval.

Y luego llegó el franquismo, y todo quedó reducido a la nada.

Y como todo tiene su fin, aunque algunas cosas se nos puedan antojar eternas, la dictadura acabó y con la llegada de la democracia volvió el Carnaval que vosotros habéis sabido devolver a la historia actual de Cartagena.

Ahí tienes otra vez a Cartagena comenzando de cero, o de menos 40 como es el caso, pero con colectivos suficientes para que en pocos años nuestro Carnaval fuera de primer nivel, tanto que nuestro concurso de Chirigotas es considerado de nivel regional.

Menos mal que en eso todavía aguantamos, pero no nos confiemos, que viendo la parodia con la que día a día nos castiga San Esteban, cualquier día trasladan el concurso al Auditorio Regional, aunque no les paguen dietas.

Comenzaron los amigos del Carnaval a reunirse, a agruparse en Comparsas y en Chirigotas, trasladando baile, color y fiesta a las calles unos, haciendo otros de fedatarios públicos con letras y rimas que quedan colgadas por las calles de nuestra ciudad al ser cantadas.

Aquí me hago fuerte yo, o todo lo contrario, pues al recordar los buenos ratos vividos junto a mis compañeros de Los Maromos y de otras chirigotas míticas que aún hoy se presentan al concurso, me cuesta retener la serenidad y la lengua.

Porque a eso se dedican las chirigotas, a contar con humor, con sorna, con picardía y con libertad, lo sucedido en el panorama social y político durante el ciclo anual entre concursos, y a cantar con amor las bondades de nuestra tierra, de nuestra historia y de nuestra gente, porque a los chirigoteros no nos caben en las entrañas las mentiras que otros guardan, ni en el corazón el amor por lo nuestro.

"San Antón, Los Barreros, La Isla, el Barrio Peral, que más da solo quiero unos ojos para inspirarme y poder cantar, y si encima nos ponen cubatas, tope guay ya, y es que cuando nos sale del corazón de cualquier sentimiento hacemos canción".

No son ajenas las chirigotas a enlazar sus tipos o disfraces, con hechos acaecidos en nuestra ciudad, con sus efemérides puestas en valor desde las tablas del Teatro Circo.

Recuerdo el tipo de alumnos de las Escuelas Graduadas que sacaron los Singuangos, para que todos pudiéramos sentirnos orgullosos de ser pioneros en España en eso de la enseñanza universal y reglada, el vigésimo quinto aniversario del 23 F o el Homenaje a los Héroes de Cavite de los Maromos, espectacular cuando se mimetizaban con el monumento.

Las personas y personajes de nuestra querida Cartagena también pasan a la historia prendidas de esas letras, Antonio el Lotero, La Pelela o la mítica y queridísima Charito, que se llevó entre otros un pasodoble y un tanguillo de este carnaval y otros tantos que seguro le habrán compuesto en el cielo.

De la denuncia política ha habido y hay de todo, como en la vida, flojos, tibios y otros tan locos que además de llevar la política al carnaval, llevan el carnaval a la política, recordarán un eslogan cantado:

"Por el bien de Cartagena queridísima Pilar, no te vayas no te vayas, no te vayas a quedar".

Y no se quedó.

De localismos y rencillas con los murcianos están cuajadas nuestras letras, todas con MUCHISIMA RAZÓN, como razón tiene que los concursantes venidos de allende La Cadena ganen concursos y premios, todos queremos ver y oír lo mejor sobre el escenario y si el pimentón es bueno, lo es aunque sea de Murcia.

Pero no se me confíen, que una cosa es ser justos y otra perderlos de vista, recuerden:

"Dentro de 4 días tenemos aquí el verano,

Y to el Mar Menor se llena de medusas y de murcianos,

Las medusas te pican, los murcianos te sangran,

y a ninguno puedes ver porque están debajo del agua,

y aunque les pongas redes, o el puerto la cadena,

siempre hay un hijopuque, por un roto se te cuela".

Hasta aquí mi alocución, disfruten de las coplas, de los desfiles y bailes, de los disfraces y carrozas, de las calles de Cartagena y hasta de la carne, antes de que llegue Doña Cuaresma.

Y recuerden: Ustedes son los necesarios, el pregonero es solo contingente.

Solo una cosa más, pásenlo bien "Y a Inda que le den".

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