Por Diego Jesús Romera González
Un año más, fieles a una de las tradiciones religiosas más antiguas y entrañables de nuestro municipio, los vecinos de la Diputación de La Huerta de Totana se congregaron en su Ermita el día 25 de diciembre para celebrar el Nacimiento del Niño Jesús. Ni el frío ni la lluvia, que marcaron la jornada -ausentes en esta celebración desde el año 2014-, fueron obstáculo para que los huertanos acudieran, como cada año, a este encuentro tan esperado, demostrando una vez más su arraigo, su fe y su compromiso con una tradición que se ha transmitido de generación en generación.
La Ermita de la Virgen de La Huerta, uno de los lugares de culto más antiguos de Totana, cuya construcción se remonta a los primeros años del siglo XVIII, continúa siendo el centro espiritual de esta diputación. Desde sus orígenes, la celebración del día de Navidad ha estado íntimamente ligada a la propia historia de la Ermita, convirtiéndose con el paso del tiempo en un signo de identidad para los huertanos, que cada 25 de diciembre renuevan a los pies de su Patrona, su encuentro con el Misterio del Dios hecho Hombre.
La Santa Misa, celebrada a las 12:00 horas, fue presidida en esta ocasión por D. Gonzalo Portillo Rodríguez, quien acompañó a la comunidad huertana reunida en la celebración del Misterio del Nacimiento del Señor. A pesar de las inclemencias meteorológicas, el interior de la Ermita presentó un aspecto lleno y acogedor, reflejo de una comunidad viva que no renuncia a reunirse en torno al altar en una fecha tan señalada.
En su homilía, Don Gonzalo centró el mensaje de la Navidad en la paz verdadera, aquella que nace de Dios y se fundamenta en la verdad, la justicia y el amor entregado. Partiendo de la imagen bíblica del mensajero que desciende de los montes anunciando la paz, recordó que el cristiano está llamado a ser portador de esa paz que no es superficial ni fruto de la imposición, sino consecuencia de dejar actuar al Señor en medio de los conflictos cotidianos, especialmente en el seno de la familia.
El sacerdote subrayó que la paz cristiana brota del ejemplo de Cristo en la Cruz, que entrega su vida sin exigir nada a cambio. Solo cuando se renuncia al orgullo y se cede por amor -algo que no nace de las fuerzas humanas, sino de la gracia-, se desarma el corazón del otro y se hace visible la acción de Dios. Así, quien ama como Cristo ama, da testimonio de ser verdaderamente hijo de Dios.
A continuación, explicó el profundo sentido del prólogo del Evangelio de San Juan, recordando que Jesús, el Verbo Eterno, existía desde el principio y quiso asumir plenamente la condición humana, compartiendo la soledad, el abandono y la incomprensión, sin dejar de ser Dios. Ese misterio, Emmanuel, Dios con nosotros, revela a un Dios que no permanece distante, sino que entra en la historia y en la vida concreta de cada persona.
Finalmente, Don Gonzalo animó a acoger a Cristo en el corazón, recordando que “vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”, y destacó que la Iglesia de hoy florece allí donde hay pequeñas comunidades y creyentes que viven la fe no por costumbre, sino por un encuentro real con el Señor. Concluyó deseando que esta Navidad nos conceda la paz en el corazón y en las familias, y la valentía de anunciar con la vida, más que con palabras, lo que significa ser cristiano en medio del mundo.
La celebración fue animada por el Coro de Jóvenes de la Ermita de La Huerta, que este año conmemoró su 35º aniversario. Fue especialmente emotivo comprobar cómo aquellos jóvenes que comenzaron su andadura a principios de la década de los noventa -con apenas veinte años los mayores-, vienen hoy a la Ermita acompañados de sus hijos, dando testimonio de una fe vivida y transmitida en familia. Sus voces, que han acompañado durante décadas las celebraciones litúrgicas de la Ermita, volvieron a llenarla de solemnidad y emoción, convirtiéndose en un puente entre generaciones.
El altar, cuidadosamente engalanado para la ocasión, lucía unos arreglos florales realizados por Floristería Pierrot, que aportaron belleza y recogimiento a la celebración, realzando el ambiente propio de la Navidad y ayudando a crear un espacio propicio para la oración y la contemplación.
Finalizada la Eucaristía, los asistentes compartieron un momento de convivencia fraterna en torno a un pequeño refrigerio preparado por el equipo de mayordomía de la Ermita. Este sencillo gesto, ya tradicional, permitió prolongar la celebración en un ambiente distendido, favoreciendo el encuentro, el diálogo y el fortalecimiento de los lazos que unen a los vecinos de La Huerta.
Desde la Ermita de la Virgen de La Huerta, los huertanos de Totana desean trasladar a todos los lectores sus mejores deseos de paz, esperanza y felicidad en esta Navidad, animando a continuar participando y manteniendo vivas unas tradiciones que forman parte esencial de nuestra historia y de nuestra identidad como comunidad cristiana.
Porque, como bien sabemos, no se puede celebrar la Navidad sin vivir la Navidad.
¡¡ Feliz Navidad !!