Totana

Totana pobre y fea

Voy a Lorca a un concierto y me admiro de la actividad de la gente en la calle y de las obras que la renuevan y la engrandecen: Ifelor, Ronda Central, la rehabilitación de edificios históricos, la futura trama urbana del ferrocarril, la recuperación de los barrios altos…

Voy a las fiestas de Alhama y admiro la avenida Ginés Campos con sus cuidadas palmeras y sus rotondas bien adornadas. Me llama la atención que en los jardines hayan plantado caléndulas amarillas y naranjas. Están reconstruyendo el castillo, despacio, pero ya se ve imponente en el perfil de la ciudad. Tienen previsto remodelar el parque de la Cubana aunque parece que hay intereses controvertidos entre los anteriores y actuales ediles y ha quedado en suspenso. Ya veremos. Pero noto el brío que anima a la ciudad vecina.

Voy a Murcia y me admiro del bullicio, paseo por Alfonso X, sin tráfico, contemplando las casetas de la feria del libro, visito la exposición de Botero, veo el andamio desde el que van a restaurar la fachada barroca de la catedral, paseo por las orillas del río recuperadas para paseantes y ciclistas, veo un esfuerzo constante en el cuidado de los árboles y los jardines. Noto que ahí sigue la ciudad bella, revalorizándose, y ante todo, vital.

Y luego me vuelvo a Totana para darme más cuenta de cómo se adormece, bosteza, se mete cada uno dentro de su casa, y el espacio público se va degradando más y más.

Otro detalle: en las tres ciudades que he visitado recientemente he visto las fuentes con agua. Las nuestras están todas secas: las tres de la avenida Juan Carlos, la del convento, la de Juan de Uzeta, el lago de los patos, la del parque azul, la de la glorieta vieja… Ahora mismo no recuerdo ni una de la que brote agua. Estamos secos.

En Totana hay una dejadez intrínseca que ya vemos como normal, una miseria rampante que nos va afeando. Es la fealdad que lleva aparejada la pobreza. Totana es pobre porque es deudora. Por más que nos esforcemos todo se va en pagar intereses por épocas pasadas gestionadas de manera nefasta y delictiva.

Y aquí estamos, pagando iguales o más impuestos que nuestros vecinos, viendo cómo ellos prosperan mientras nuestra ciudad se afea y envejece, y asistiendo a la impotencia de los dirigentes de nuestro ayuntamiento que admiten sin disimulos que no se puede hacer nada porque no hay dinero.

¿Hasta cuándo? ¿Hemos quedado enganchados para siempre por la avaricia y la mala cabeza de cuando a todos nos cegaba la delirante prosperidad? ¿Cuántos años vamos a tener que purgar nuestra insensatez? ¿Este mal durará cien años? ¿Es que no hay solución? ¿Ninguna?

Parece que ya nos hemos acostumbrados a ser unos pobretones. Así, esperamos mansos a que Dios provea y Santa Eulalia nos asista.

Dolores Lario

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