Este establecimiento tuvo otro nombre y diferentes alternativas gerenciales hasta que en 1995 lo tomó Agustín Escarabajal Jiménez, le dio su toque personal y sigue funcionando con la pujanza que merece y gozando del favor de la clientela. Nada es casual y es sin duda la profesionalidad y el buen hacer de Agustín la que ha hecho eso posible.

Agustín se inició en la hostelería como camarero del Bar España en su juventud del año 1982 y permaneció hasta 1986, pasando a gestionarlo en su nuevo emplazamiento a la jubilación de Juan García Soler hasta 1991 en que se encargó de dirigir la cafetería-restaurante del hotel Plaza donde estuvo hasta que asumió el traspaso del bar Santa Bárbara haciéndolo un referente culinario en la ciudad.

Como hombre inquieto e interesado por su profesión, hizo despertar con otros compañeros la Asociación de Hosteleros, de la que era directivo y que presidió durante siete años, adquiriendo la formación nuevos bríos y aportando iniciativas y realizando actuaciones en conjunto que mejoraron el nivel hostelero de la ciudad y dieron una sensación de unidad en el sector, que sin embargo no siempre fue bien entendida por algunos de sus asociados, manteniéndose en la presidencia durante siete años. En ese periodo hubo interesantes eventos que fueron semilla de otros posteriores que tal vez la puñetera pandemia ha cortado.

Si bien es verdad que el bar Santa Bárbara no es grande, dispone de una grata terraza en su lateral que tiene perfectamente atendida y que en las noches primaverales y veraniegas suele estar llena con grupos que toman el aperitivo o cenan, al igual que los desayunos matutinos, que además se ven aumentados de clientela por la cercanía de los juzgados.

Sus tapas son tradicionales, las de una cocina sencilla elaborada con el esmero que merecen sus clientes y utilizar artículos de calidad, destacando sus zamburiñas, los ajillos con gambas o almejas, las patatas bravas, que son geniales, así como las ensaladillas y las tortillas, que hacen las delicias de su clientela, especialmente los fines de semana.

Ahora, con el paso del tiempo y el aumento familiar, Agustín gestiona el negocio en sociedad con su yerno Juan Francisco Torres, que aporta su grata forma de ser y la dota de la juventud que asegura su continuidad.

Esta asociación familiar ha permitido abrir junto al Santa Bárbara el Rincón del Pan, que ha nacido con vocación de ser un mercado gourmet, con diferentes tipos de pan y el incremento de otros productos como los salazones de calidad, que ofrecen nuevas vías a las personas de buen gusto para comer.

Espero y deseo que este negocio siga muchos años manteniendo como es previsible, los niveles de atención y calidad que lo han hecho merecedor de la clientela más fiel.