Totana

Obituario. Rafael Álvarez Crespo

Esta mañana he ido a tomar café a La Freddo y tras mis buenos días, Isa, con serio gesto, me ha espetado: Ha muerto Rafa Álvarez. Ha sido un mazazo en plena mañana, una noticia que no por esperada ha sido menos dura, la muerte de un hombre joven al que apreciaba.

Rafa Álvarez era una persona de enorme corazón y muy de sus amores, especialmente Gertu, su esposa, Patricia y Rafa, sus hijos, Totana y su hermandad de La Posá. Esos fueron siempre sus grandes afectos.

Conocí a Rafa hace más de treinta años en Murcia, justamente cuando ya tenía decidido venirme a vivir a Totana y él fue mi introductor, me presentó a sus amigos, me enseñó los lugares importantes y me llevó de su mano presentándome a todo el mundo. Para él sus amigos eran importantísimos, ya he dicho que Rafa era sus afectos, cuando me los presentaba me decía en cada caso que era el mejor en su trabajo o especialidad, ya que los tenía en altísima estima.

Él me llevó a Las Tinajas, al Pacuco, me enseñó la iglesia de Aledo y el bar de Pedro José, en La Santa se explayó y me explicó todo lo que sabía y con esa vehemencia que le era tan propia hizo que me enamorara de Totana y Aledo, consiguió meterme en las venas la sangre totanera de un individuo como él nacido en el Barrio de Salamanca de Madrid.

Me llevó a su hermandad y siempre recordaré cuando uno de aquellos gloriosos sábados de Los Rosales de Gabino le dije La Posada y me echó una bronca fenomenal y con su acento madrileño le enseñó a un murciano a decir la Posá.

Mis vivencias con Rafa son y serán siempre difíciles de olvidar, su sentido del humor, la pasión con que lo contaba todo y su manera de gastar bromas. Era un hombre de arrolladora simpatía, gran conversador, inteligente y agudo como un estilete y con un gran sentido del humor. Reía con toda su alma y se podía estar con él horas pasándolo bien, porque era muy serio para su trabajo, pero con una especial alegría en sus manifestaciones habituales.

Ahora a Rafa lo ha abrazado su Virgen de la Caridad, ha curado sus heridas, le ha calmado los dolores y me imagino que estará con los angélicos jugando y gastándoles bromas. Espero que cuando yo llegue me enseñe con el mismo amor y pasión aquellos territorios que ya conocerá.

Juan Ruiz García

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