Totana

Abril, con sus contrastes climatológicos, engarzó Aledo y Totana en eslabones santiaguistas

Tiene la primavera en nuestra tierra matices de cierta disparidad meteorológica. En estos últimos días las condiciones atmosféricas nos recuerdan su caprichoso peregrinar, con jornadas dominadas por la intensa fuerza de un sol vibrante, explosivo de emociones y otras de una tenue lluvia, conjugándose para estimular el florecer de la naturaleza. En esta pendular realidad han predominado meses de abril de acentuada sequía que, «aniquilando los sembrados», ponían en peligro la cosecha de cereal, venero primordial de la economía de la localidad. Para paliar tan dramático panorama, con devoción y fervor, se recurrió a la intercesión de lo sobrenatural, en donde resuenan los cantos pidiendo «agua a san Marcos, rey de los charcos», así como la bendición de los campos, pero también implorando la mediación de santa Eulalia, reclamando de su auxilio el «beneficio de la lluvia, como protectora y dueña de la villa». Son reflejo de ello las rogativas realizadas en ese mismo mes en los años 1629, 1683, 1694, 1704, 1708, 1730,1760, 1761 y 1772. Por otra parte, cuando los rigores de la aridez mermaban las esperanzas, la sufrida población formulaba su malestar, canalizando sus zozobras en los característicos motines de subsistencias o motines del pan que con relativa frecuencia recorrían los pueblos de España. Uno de esos momentos se originaba en Totana a finales del mes de abril de 1766 al llegar el descontento a tal punto que el vecindario expresaba «con gran ardor» las carestías y elevadas tasas de la harina, artículo básico en la alimentación. Esta turbulenta actitud, que en esa concreta coyuntura las autoridades locales calificaban de «novedosa», consiguió el que «intimidadas por la magnitud de los lances» y a fin de «sosegar el ardor del pueblo», optaran por poner en circulación cereal del almacenado en el Pósito a fin de bajar el precio del pan, aunque fuese con pérdida para la institución reguladora de los granos.

Pero este mes de abril nos trae también a la memoria un principal acontecimiento fechado el 14 de dicho mes del año 1257, cuando rey Alfonso X el Sabio, estando en Cartagena, en donde había fundado la Orden Militar de Santa María del Mar, concedía las tierras de Aledo y Totana a los caballeros santiaguistas a cambio de Callosa, Catral y Elda, que entregaría poco después a su hermano el infante don Manuel. Desde entonces sería la Orden de Santiago la encargada de la defensa y custodia de la zona, propiciando así el asentamiento poblacional y la puesta en producción de unos predios que aportarían solidez a la corona. Esta conexión ofreció la posibilidad de gestar durante siglos una entrañable unidad entre ambos lugares y, así, mientras Aledo, como madre amorosa y magnánima, cobijó a los moradores del valle en los periodos de incertidumbres e inseguridades, Totana brindaba la fertilidad de su suelo, además de una amplia oferta de comunicación, acogida y perspectiva. Estas potencialidades han generado unos intensos vínculos de afectividad y respeto que con reciprocidad mantienen estos municipios.

Estos aconteceres nos ayudan a valorar el legado recibido, reconociendo las intensas dificultades que tuvieron que afrontar y superar nuestros mayores, su titánica lucha por recorrer la trayectoria de la existencia a fin de mantener las esencias que conforman las relaciones humanas y el sentido de comunidad que acoge las diferentes individualidades. Por todo ello, se hace preciso que seamos capaces de seguir apostando por el futuro con compromiso con el presente, con la dedicación necesaria a fin de preservar la convivencia, el entendimiento, el diálogo… en un radiante caminar «como personas de nuestro tiempo».

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