El poeta, escritor y periodista Antonio Osete Pérez (1863-1915)
Totana

La presencia del poeta, escritor y periodista Antonio Osete en Totana entre 1887 y 1901

Antonio Osete había nacido en un ambiente muy humilde, probablemente en la Huerta de Murcia, en torno a 1863. Debió de quedar muy pronto huérfano. La tutela del pintor Juan Albacete Long y del farmacéutico Alberto Medina, que descubrieron en su corazón "singulares latidos" y en "sus labios palabras misteriosas", permitieron que se impregnara del "poético aroma que envolvía los coloquios promovidos por sus protectores". Sus primeros textos líricos, de sólido contenido espiritual, se vieron complementados por su creativo quehacer cuando en enero de 1886 recitó ante el poeta José Zorrilla "inspiradas estrofas" que le compuso con motivo de su llegada a Murcia para recibir el nombramiento de presidente honorario de la Sociedad Belluga. En ese acto, recoge la prensa regional, Zorrilla, "lleno de generoso entusiasmo estrechó la mano del señor Osete, a quien pidió el manuscrito, para conservarlo como grato recuerdo de admiración a nuestro modesto paisano". En ese tiempo se editó el poemario Ecos del Alma y el monólogo la Esposa del sentenciado.

Unos meses después, Antonio Osete marchaba a Madrid, regresando en varias ocasiones a Murcia e instalándose en Totana en 1887 tras su matrimonio con la totanera Isabel Alajarín Oller. De esta unión nacieron siete hijos, falleciendo tres de ellos en las etapas iniciales de la vida. Estas vivencias de pérdidas y alegrías quedan claramente reflejadas en su obra. En Totana desempeñó tareas docentes, tanto en atención de niños como de adultos, también administrativas en el Ayuntamiento y en la dirección del periódico local La Voz de Totana, un rotativo que veía la luz en abril de 1888. De esta publicación se dispone de los números 1 a 137, gracias a Luis Miguel Arnao (DEP) y la generosidad de sus hijos, que los pusieron a disposición del Archivo General de la Región de Murcia. Digitalizados, pueden ser consultados en la página web de esta entidad.

A partir de 1887, Antonio Osete recibió varios premios y galardones: de El Diario de Murcia, de la sociedad Malacitana, de la Academia Bibliográfica Mariana (Lérida), entre otros. Su poética se muestra en numerosas ocasiones testigo de reconocimiento y consideraciones hacia amigos y conocidos. Asimismo, recoge con una prosa revestida de fuerza y belleza acontecimientos del acontecer de Totana.

En 1901, la familia se traslada a Madrid, en donde probablemente dirigió un centro educativo, pero, sobre todo, desarrolló una amplia parcela creativa publicando en 1903 el poemario Leyendas Cortas y en 1909 la novela "El poder de la ilusión", varias obras teatrales y la letra de zarzuelas, a las que pusieron música el maestro Fernando Caballero y su hijo Mario Fernández de la Puente. En 1905, estrenaba en el Teatro de la Zarzuela de Madrid Los Huertanos. En 1906, un sainete lírico en tres cuadros, prosa y verso. En 1909, la composición titulada Aires de la Sierra, cuyo primer acto transcurre en Sierra Espuña, también Caza prohibida y La cruz de Mayo. En 1910, veían la luz otras dos zarzuelas: El Regimiento Infantil y El derecho de asilo. En esos años escribía un conjunto de rimas dedicadas a promocionar las naranjas mandarinas, resaltando la calidad de las exportadas por su cuñado, Pedro Alajarín. A esta estructura puso música, con ritmo de seguidillas sevillanas, Mario Fernández de la Puente.

En el otoño de 1915, fallecía en Madrid, tras una larga enfermedad, "consumiendo los recursos con los que contaba y dejando a su triste viuda y a sus afligidas hijas en el mayor desamparo". Para remediar, en parte, la situación, el periodista José Martínez Tornel proponía a los murcianos la adquisición de sus obras y la colaboración material de las instituciones municipales. En febrero de 1916, el ayuntamiento de Murcia compraba algunos de sus libros. Esta decisión ha permitido el poder disponer de varias de ellas en los fondos documentales de los archivos regionales.

Los trabajos de Antonio Osete Pérez están impregnados de calidad, ternura y sensibilidad, de una intensa espiritualidad, de comprometida coherencia con la fe católica y de honda veneración al mensaje y vida de Cristo. En sus exposiciones predomina lo descriptivo, así como una gran admiración por la naturaleza, con vívidas metáforas y alegorías que recuerdan al Modernismo. Por otra parte, su apuesta por las esencias de la tradición y el respeto a las formas de la vida del mundo rural y de la Huerta murciana, lo acercan al Romanticismo.

Juan Cánovas Mulero

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