El grupo promotor de la Revuelta de las Mujeres en la Iglesia en Murcia ha hecho público un Manifiesto de apoyo al jornada del 25 de noviembre en la que se conmemora el Día Internacional de la eliminación de la Violencia contra las mujeres. Así lo ha manifestado Rosa Pérez Tomás, una de las representantes de esta red en la Región de Murcia, de la que forman parte, entre otras, mujeres de las Comunidades Cristianas de Base y de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC).
En esta declaración, tras señalar que quieren una vida libre de violencia contra las mujeres, aseguran que, "como mujeres y como cristianas, queremos contemplar esta realidad que atraviesa todos los países y sociedades con la mirada de Jesús de Nazaret, y sentirnos interpeladas y llamadas a la acción dentro y fuera de la Iglesia".
La Revuelta de Mujeres en la Iglesia recuerda los datos escalofriantes de muertes y agresiones por violencia de género, como que en España se han producido 41 asesinatos de mujeres en lo que llevamos del año 2024, y 1.286 muertes de mujeres y 61 de menores computados desde 2003. Asimismo, que en este año más de 6.000 mujeres han sido atendidas por la Red de Centros de Atención Especializada para Mujeres Víctimas de Violencia (CAVI). Y de ellas, casi 2.700 eran nuevos casos.
"No podemos pasar por alto el reciente escándalo social generado en Murcia, por las irrisorias condenas impuestas a los hombres que abusaron de su poder social y económico para prostituir y violar a mujeres menores de edad y en situación vulnerable", indica Rosa Pérez.
Todos estos crímenes de violencia contra la mujer constituyen una grave violación de los Derechos Humanos. Por ello, insiste esta portavoz de la Revuelta de Mujeres, "queremos sumarnos a la lucha social contra esta lacra en nuestra sociedad, compartiendo las reivindicaciones de otros colectivos. Son necesarias medidas educativas, legislativas, económicas y sociales para erradicar la violencia contra las mujeres".
Denuncia en la Iglesia
Asimismo, la denuncia se extiende a las situaciones que se viven en la Iglesia, porque "en el nombre de Dios y de María se ha legitimado la subordinación de las mujeres, la violencia y la feminización de la pobreza, desde una teología del aguante y el sacrificio, desde unos referentes de santidad que no propugnan la liberación de las mujeres sino más bien su domesticación y servilismo a los varones y a los clérigos".
El Manifiesto concluye insistiendo en que la violencia contra las mujeres es radicalmente opuesta al Evangelio de Jesús, "por ello queremos hacer de nuestras comunidades cristianas un lugar seguro y de acogida para quienes la sufren".
Para conseguir ese objetivo reclaman la eliminación de los lenguajes y prácticas discriminatorias, se pida perdón por los abusos y las complicidades, así como que la Iglesia sienta como suyo y denuncie públicamente el dolor de tantas mujeres y menores y, además, la Iglesia se una a los movimientos y asociaciones que luchan por la erradicación de la violencia contra las mujeres.