Sociedad

El futuro de la cantera sacerdotal

El 19 de marzo, la Iglesia celebra la solemnidad de san José, patrón de la Iglesia universal y de los seminarios. En la Diócesis de Cartagena se forman 69 seminaristas en los tres seminarios diocesanos: Seminario San Fulgencio, con 30 seminaristas; Seminario Misionero, Internacional y Diocesano Redemptoris Mater, con 24 seminaristas; y el Seminario Menor San José, con 15 seminaristas.

Aparentemente, Alejandro y Jesús son dos chicos normales que estudian primero y segundo de Bachiller en un instituto del centro de la capital murciana. Comparten con sus compañeros de clase los apuntes y las preocupaciones propias de su edad, pero su mirada, su inquietud primera, el centro de su vida es bien distinto y a muchos puede sorprender, son seminaristas. Los dos viven en el Seminario Menor de San José, en Santomera, junto a otros nueve seminaristas menores y acompañados por dos formadores. Sus vocaciones interpelan a sus compañeros de clase, que suelen interesarte por cómo es la vida en el seminario.

El rector de este seminario, que lo es también del Seminario Mayor San Fulgencio, Manuel Verdú, asegura que la vida en el seminario menor «es una maravilla». Un hogar con un ambiente «juvenil, fraterno y de absoluta libertad» en el que estos jóvenes, de 11 a 18 años, crecen, se forman y comparten su fe. «El termómetro para medir que el seminario menor es algo bueno es que ellos están felices», señala el rector. El Seminario Menor San José tiene dos modalidades: la interna para los seminaristas que deciden vivir durante todo el año en el seminario –que cuenta este curso con 11 seminaristas– y la modalidad en familia, para los seminaristas que viven con sus padres pero que participan de las actividades del seminario un fin de semana cada quince días –este curso hay 4 seminaristas en esta modalidad–.

La figura sacerdotal está presente en todas las vocaciones al sacerdocio, también en estas vocaciones denominadas tempranas. El párroco suele convertirse en un referente que acompaña de cerca al seminarista en su proceso vocacional, así lo recuerda Alejandro Botía, su vocación nació en el seno de la parroquia de Santiago el Mayor de Murcia. Él liga sus primeros recuerdos a su vocación. Seguía la celebración de la Misa de pie para poder ver al sacerdote durante todo el tiempo. Fue su párroco el que le llevó a conocer el seminario y al rector. Una circunstancia que suele repetirse.

Por supuesto, los padres, la familia, son también un pilar fundamental en la vida del seminarista, participan directamente durante este proceso de formación y desde el seminario les ofrecen acompañamiento y comparten con ellos la celebración de la Eucaristía dominical. «Queremos que sientan que el seminario menor es una prolongación de su propia familia. Es una confianza muy grande la que esos padres ponen en la Iglesia y en nuestra Diócesis», manifiesta Manuel Verdú.

Jesús Marín estudia segundo de Bachiller y es de la pedanía murciana de El Puntal. Asistía a los campamentos que el seminario menor organizaba en verano y en una vigilia sintió la llamada. Paralela a su formación actual como interno en el seminario menor también participa en el Curso Introductorio –conocido como preseminario–, el curso previo a la entrada en el Seminario Mayor San Fulgencio en el que coinciden los seminaristas menores que cursan segundo de Bachiller y otros jóvenes de diferentes edades que quieren entrar en el seminario mayor. «Aquellos jóvenes que sienten la llamada al sacerdocio se ponen en contacto con el seminario y se inicia con ellos un tiempo de acompañamiento a través de unas convivencias y encuentros los fines de semana cada quince días. Un proceso de discernimiento en el que participan también los jóvenes en el último curso del seminario menor. En el preseminario les ayudamos a discernir, respetando siempre su libertad, si quieren dar el paso para entrar a formarse en el seminario mayor», resume Verdú.

«Que no tengan miedo», es la invitación que estos seminaristas menores hacen a otros jóvenes de su edad que crean estar sintiendo la llamada al sacerdocio. «Que no se sientan solos, que den el paso acompañados de sus padres, sus párrocos y sus catequistas y que abran su corazón a Dios, que es el que verdaderamente les va a hacer felices». 

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