Sociedad

Los mayores de 60 años, los que más gastan en lotería

Según los expertos, las principales motivaciones para comprar lotería son el compromiso con la casualidad, el pensamiento negativo, la envidia social y la tradición familiar

Uno de cada tres españoles ha regalado lotería a familiares y amigos, según una encuesta de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). Regalar un décimo es un clásico, pero solo para una parte de la población. Así, los jóvenes no regalan lotería y tampoco la consumen, mientras que los mayores de sesenta años son el segmento que más dinero se gasta en ella por Navidad (más de 60 euros), según datos de la empresa Ventura24 sobre el Sorteo Extraordinario de la Lotería de Navidad (2017). «Para la gente de cierta edad, es difícil prescindir de un hecho que has visto y has repetido toda la vida y que está arraigado en tu imaginario», afirma Francesc Núñez, sociólogo y profesor de Humanidades de la UOC. 

La lotería, una «obligación» con la casualidad

Comprar lotería, además, es un fenómeno repetitivo, porque según Núñez, genera «obligaciones por miedo». Si siempre se compra el acabado en 5 o el número del trabajo, seguramente este año se volverá a comprar el mismo número por el miedo a que, esta vez, sí toque. «Con la lotería este pensamiento negativo existe y por eso este segmento procura gastarse el mismo dinero que en años anteriores, no fuera caso de que tocara y entonces se recibiera menos dinero», detalla Elisabet Ruiz-Dotras, profesora de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC, experta en educación financiera.

Así, entre las principales motivaciones para participar en la lotería hay el compromiso con la casualidad («compro siempre el mismo décimo»), el pensamiento negativo («siempre juego, porque si no juego va a tocar»), la envidia social, el miedo («voy a convertirme en el único que no compra lotería en el trabajo») y la tradición familiar o el consumo social.

Compartir un boleto como gesto de unión entre iguales

Durante las Navidades, al 50% de los encuestados les habían regalado algún décimo o participación, y uno de cada tres había regalado a su vez lotería a familiares y amigos, según una encuesta de la OCU de 2015. «Este gesto, que está más arraigado en las generaciones de más edad, tiene una dimensión social, de generosidad: das dinero y además demuestras que quieres compartir una ilusión o el premio, si fuera el caso», explica Núñez. Según una investigación publicada en la European Sociological Review titulada «Embedded Play: Economic and Social Motivations for Sharing Lottery Tickets», compartir un boleto es en realidad un ritual de interacción, «un encuentro social que se repite periódicamente y que está lleno de simbolismo y contribuye a la unión de los individuos en grupos sociales de iguales (por ejemplo, amigos, compañeros de trabajo) o en grupos más estructurados, como la familia».

Los jóvenes no compran, esperan que los padres compartan el premio

Aunque el perfil del comprador habitual de lotería tiene entre 30 y 49 años, los más derrochadores son los mayores. «Se podría pensar que el hecho de que hayan solventado las deudas —tener la vivienda o los créditos pagados—, los hace más derrochadores, pero sus ingresos son mucho menores que cuando estaban trabajando y pagaban la hipoteca», afirma Ruiz-Dotras, también investigadora del grupo DigiBiz de la UOC.

Los jóvenes están en el otro extremo: «Este segmento dispone de menos ingresos; además, esperan que si el premio le toca a sus padres lo compartirán con ellos, y no tienen tanta tradición en la compra de lotería». En esta misma línea, Núñez considera que no es un hábito que forme parte de su imaginario, ni demasiado presente en sus vidas.

Cuanto más pobres nos consideramos, más gastamos en lotería

Según datos de 2010, durante la crisis económica, la participación en el Gordo de Navidad no sufrió ningún descenso. «En épocas de crisis las expectativas que tiene una persona de que le toque la lotería son más elevadas», advierte Ruiz-Dotras. Parece que cuanto menos dinero se tiene, más se busca. «Lo que se conoce como soñar despierto o daydreaming es una fuente inagotable de emociones placenteras y de satisfacción, y en una época de vacas flacas aún apetece más esta ensoñación», considera el sociólogo.

«Cuanta más necesidad económica se tiene, en lugar de tener en cuenta la parte racional del cerebro, que dice que las probabilidades son pequeñas y que no han variado respecto al año anterior, se escucha la parte más emocional», explica Ruiz-Dotras. Un estudio llevado a cabo por la Universidad Carnegie Mellon en los Estados Unidos por el neuroeconomista George Loewenstein demostró que los individuos que se consideran más pobres gastan el doble en lotería que aquellos que tienen economías más saneadas.

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