Ángel Sopena
San Javier (Murcia), 24 jul (EFE).- La obra de Jobim, la poesía de Vinicius y la guitarra y la voz de Gilberto crearon la bossa, de la que se celebran ahora sus primeros cincuenta años. Marcus Vinicius da Cruz de Melo Moraes llevó la poesía de los libros a las canciones.
Escribió letras para Jobim, Baden Powell, Edu Lobo o Toquinho -el guitarrista de Sao Paulo tenía 23 años y el poeta 56-, con el que inició en 1969 una relación de once años y compartió más de mil recitales y canciones.
La celebración de los 50 años del nacimiento del género ha reunido de nuevo en gira a dos de los músicos que participaron en la histórica grabación de La Fusa de 1970, auspiciada por Vinicius de Moraes.
El auditorio del Parque Almansa, a rebosar de público entusiasta que aplaudió a rabiar, se convirtió durante unos minutos en La Fusa, el club de Mar del Plata donde los tres grabaron en 1970 uno de los discos capitales de la bossa.
El recital de Toquinho y Maria Creuza resultó un recorrido por la historia de la bossa nova.
En general y de Toquinho en particular. Se dividió en tres partes. Primero salió el trío dirigido por una excelente y risueña pianista, Silvia Goes, que tras una introducción instrumental de "Wave" de Jobim, dio paso a Maria Creuza, la cantante favorita de Vinicius, interpretando "Chega de saudade", uno de los grandes himnos de la bossa nova salidos de la pluma de Jobim.
La pianista abandonó el escenario, y en la banqueta se sentó el argentino Víctor Velez, su acompañante habitual. Hubo algunos problemas técnicos, y tras cantar Samba Do Bençao en un tempo ralentizado, se retiró con su gran éxito "Voce abusou", una intervención escueta y a medio gas que no hacía albergar muchas esperanzas en un principio.
Sencillo, encantador, sensible, Toquinho sigue siendo recordado por su colaboración con Vinicius. Se conocieron en la casa de Chico Buarque, y Vinicius se quedó impresionado con el joven guitarrista. Aquella relación apasionada dio sus frutos con "La Fusa".
Desde el fondo del escenario empezó a sonar la guitarra de Toquinho en "Tarde em Itapua", para continuar con algunas de las canciones más representativas de la Bossa Nova. En un clima intimista, salpicado de anécdotas sobre Vinicius, fue revisando el espíritu melódico de João Gilberto, Tom Jobim, o Baden Powell.
"Corcovado" la encadenó con "Garota de Ipanema, y sorprendió, por su magisterio en la guitarra, la interpretación que hizo de su maestro Paulino da Viola de "Ária na 4a Corda", de Bach, continuándola con "Manha de Carnaval", y "Samba para Vinicius", o "Aquellas pequeñas cosas" de Serrat.
De repente sale una bailarina descalza y llena de gracia dándole un giro mágico a este recital salpicado de historias que tienen como protagonista a Vinicius. "Le gustaba muchísimo el whisky. Le pregunté por qué. Y me dijo: 'Mira, Toquinho, no sé si vas a entender su armonía con mi vida. Jamás me traicionó, las mujeres, sí. Para el que sabe tomarlo es el mejor amigo del hombre'. ¿Sabes lo que me dijo? Que era un perro embotellado".
Toquinho cumplió con creces. Tocó la guitarra con maestría y cantó con poca voz, compensada con calor y sentimiento. Explicó las mismas anécdotas de siempre, recordó a sus maestros y repasó parte de la historia de la música brasileña contemporánea, como "Berimbau", del guitarrista Baden Powell, en un viaje sin sobresaltos, pero cargado de ritmo y, sobre todo, de ternura, que concluyó, como todo el mundo esperaba, con su eterna "Acuarela".
Y volvió a salir Maria Creuza. El concierto se había enderezado, y María cantó con mucha emoción "A felicidade" y Eu sei que veu te amar". A los bises sonaron "Tristeza" y el burbujeante "A tonga da mironga do kabuleté", que pusieron un excelente broche a esta sesión que evocó el espíritu de la bossa nova. Se marcharon repitiendo "Se todos fossin iguais a vocé" en señal de agradecimiento. Porque "tristeza nao tem fin, felicidade si". Después de cincuenta años la bossa sigue vigente. EFE