Ángel Sopena
Murcia, 29 jun (EFE).- La fatalidad de que en la sesión de apertura se cayera del cartel la diva canadiense Dee Daniels no impidió disfrutar de una agradable velada jazzística. Nos quedamos sin verla insuflando pasión a canciones del "New American Songbook", de paseo por el callejón de la memoria.
Iba a ser su único concierto en España, pero un problema en la conexión de vuelos la dejó en tierra en el aeropuerto de Vancouver.
Pero sí se presentó el trío del pianista holandés Peter Beets, formado por Marius Beets al contrabajo y Douglas Sides en la batería, que también la han acompañado otras veces.
La organización del festival palió el problema con una acertada sustitución: el violinista rumano Florin Nicolescu, un virtuoso músico que ya había tocado con Beets rememorando el espíritu de Django Reinhart. El acoplamiento no presentó problemas.
El aclamado violinista es un músico cautivador, de formación clásica, aunque conectado con la tradición 'gipsy' y otras formas de jazz, que ha desarrollado una sonoridad propia y un lenguaje singular, con la evidente filiación espiritual de Stéphane Grappelli -lo dejó muy claro interpretando fielmente "Opportunity" o "Chansons des rues"-. Se valió, para ello, de las armas más cualificadas de los músicos gitanos: el virtuosismo y la pasión instrumental, utilizándolas con una naturalidad pasmosa.
Peter Beets es un joven pianista con un talento especial para la música de Django. Todo este bagaje no podía caer en vano, y entre una pulsación fuerte y algunos solos excitantes, asomó la quintaesencia de boppers como Bud Powell, el swing y la técnica de Oscar Peterson, a quien rindió homenaje con dos de sus piezas: "Wheatland" y "You look good to me".
El recibimiento a Tony Hadley, cantante de Spandau Ballet transmutado a crooner, dejó claro que la mayoría había acudido a escucharle a él acompañado por los 17 músicos de la Barcelona Jazz Orchestra, con los que ensayó sólo unos días. La BJO curiosamente también acompañó a Dee Daniels.
La dirección musical del conjunto está a cargo del joven trombonista Dani Alonso, que inyecta una buena dosis de vitalidad y energía, ejerciendo una dirección atenta, pulcra y precisa, lo que hace que la música suene como un todo orgánico y único, con personalidad y carácter en los momentos más rítmicos, y de una manera fluida y sutil en los más dulces. Interesantes resultaron a su vez, algunas ruedas de solos.
Los aficionados al swing se ríen cuando gente como Robbie Williams saca su álbum de tributo al género. Tony Hadley no es otra rock star saludando a la era Sinatra. Su disco "Passing Strangers" no es un pastiche de versiones del Rat Pack. Hadley cuida extremadamente los arreglos, que son sólidos, y la dirección musical; estampa su sello tanto en las canciones nuevas como en las antiguas.
Su voz es soberbia en "The Mood I'm In", y le confiere sentimiento auténtico a la caducada letra de "Wives and Lovers" de Sinatra. Para "Just A Gigolo" se basa en la versión medley de Louis Prima con "I Ain't Got Nobody" que David Lee Roth ya retomara en los 80, y aun así sigue siendo un deleite para nostálgicos de los 80.
Ahí estaba en carne y hueso, cantando "True" con su voz de oro. A esas alturas, cualquier ochentero de pro estaba encantado, aunque quizá el mejor momento del repertorio lo protagonizó su versión de "Bewitched". Para el final, "Let's Stick Together" de Bryan Ferry, seguida de "It's no unusual", de Tom Jones, que hizo descender del graderío al público. Con su voz pletórica -que todavía alcanza todas las notas altas y suena tan bien como siempre-, Hadley conquistó San Javier. EFE