Salud

Los recién nacidos Pequeños para Edad Gestacional (PEG) tienen riesgo de desarrollar enfermedad cardiovascular similar al que les provocaría el tabaco

Cerca de 30.000 niños nacen con longitud y/o peso inferior a percentil 3 para su edad gestacional, un 7% del total

Además de la disfunción endotelial que provoca la enfermedad coronaria, esta situación conlleva riesgos metabólicos, neurológicos y de crecimiento que conviene vigilar

 El Hospital Universitario Sanitas La Moraleja crea una unidad multidisciplinar para el seguimiento de estos niños desde Pediatría, Endocrinología, Neurología y Nefrología

El niño pequeño para su edad gestacional (PEG) es aquel que nace con peso y/o longitud inferior al percentil 3 ajustado para su edad gestacional. Y no se trata de que el niño al crecer vaya a ser más bajito que sus compañeros de clase, porque habitualmente estos niños pegan el estirón. El verdadero problema está en que un niño que fue PEG al nacer tiene un riesgo de padecer enfermedad cardiovascular similar al que le provocaría en edad adulta el consumo de tabaco. Además, presenta una mayor inclinación a padecer trastornos metabólicos, neurológicos y de crecimiento que conviene vigilar atentamente.

“Efectivamente, no solo se trata de vigilar la talla o el peso del niño cuando crece. De hecho, hasta un 80 por ciento de los niños PEG hacen un crecimiento recuperador en los primeros dos años de vida. Pero los riesgos clínicos no desaparecen y es clave mantener la monitorización durante toda su edad pediátrica, hasta la pubertad y la adolescencia. Al principio, los padres se alarman, pero en cuanto ven que el niño registra el percentil normal, se olvidan. Sin embargo, los riesgos asociados al haber nacido PEG siguen ahí e incluso pueden agravarse, si la recuperación de valores normales ha sido brusca y rápida”, explica Marta López Capapé, responsable de la Unidad de Seguimiento multidisciplinar del niño PEG del Hospital Universitario Sanitas La Moraleja.

Esta especialista cita un reciente estudio publicado en la Revista Española de Endocrinología Pediátrica, que establece la relación directa entre ser niño PEG y tener enfermedad cardiovascular. Haber nacido con menor peso y talla se convierte así en un riesgo similar al consumo de tabaco que provoca la disfunción endotelial y posteriormente la enfermedad coronaria y/o los accidentes cerebrovasculares. Eso sí, esta condición inicial necesitaría el añadido de otros factores de riesgo ambientales como la obesidad, la dieta rica en grasas saturadas, el sedentarismo, el estrés y, claro está, el mencionado tabaco, para generar finalmente la enfermedad cardiovascular. De ahí la importancia en el seguimiento a medio y largo plazo y en la prevención con instauración de hábitos saludables desde edades tempranas. 

Sólo en España, entre el 3 y el 7% de los recién nacidos son pequeños para la edad gestacional. Esto se traduce, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, en unos 27.000 niños que tienen mayor riesgo de padecer trastornos en su salud. “Estos niños pueden presentar distintos cuadros clínicos. De entrada, cuando son bebés, pueden sufrir mala tolerancia digestiva o hipoglucemia. En la infancia y adolescencia, pueden presentar déficit de atención e hiperactividad, así como un posible deterioro del cociente intelectual. También pueden padecer síndrome metabólico, con colesterol alto e hipertensión arterial y, en última instancia, retraso madurativo óseo combinado con un adelanto puberal y de rápida evolución que comprometa su talla adulta”, ha desgranado la especialista.

Por eso es fundamental que los padres estén correctamente informados y permanezcan alerta, además de garantizar el seguimiento clínico de un niño PEG.

El reto médico para un seguimiento adecuado de este tipo de paciente es notable. “Es un esfuerzo de equipo en el que participamos neonatólogos, endocrinólogos, neurólogos y nefrólogos, entre otros. El protocolo de nuestra unidad arranca con una valoración inicial del recién nacido en la consulta de Neononatología y una revisión a los doce meses en la que intervienen el resto de especialistas. A partir de ahí, las revisiones se harían cada 2 años, hasta que el menor llegue a los 10 años. Y sí, reconozco que no es la situación ideal para ningún padre, pero ¡los beneficios de la monitorización son tantos!”, afirma la dra. López Capapé.

Los programas de seguimiento son habituales en el campo de la mujer embarazada e incluso en las coberturas vacunales de los niños, pero en el ámbito de los niños PEG, apenas existe conciencia de la necesidad de dar respuesta a los problemas de salud que pueden experimentar estos niños: “Los riesgos de los que hablamos son importantes y no podemos subestimarlos. Principalmente porque se pueden tratar, como, por ejemplo, la talla baja adulta a través de la hormona del crecimiento; o los trastornos del aprendizaje, mediante un abordaje neurológico precoz, o en definitiva el trastorno metabólico, que se puede combatir mediante hábitos saludables desde muy pequeños”, ha concluido la especialista. 

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