LA OBRA
Descripción
Un puente a Peulla, bajo la apariencia de una historia de amor, contiene un trasfondo de emociones: el discurrir de dos hombres y una mujer sometidos al paisaje y al entorno del lago Todos los Santos, aislados por una naturaleza que cobija la opresión del poder desmedido; que albergan la esperanza de que la diversidad religiosa o cultural no sea un obstáculo para alcanzar la convivencia a la que la tierra obliga. Luchan contra las miserias actuales: el odio, la pérdida de la identidad familiar; contra el desprecio que muestra la sociedad por una naturaleza a la que solo se atiende cuando erupciona, tiembla o inunda; y esa naturaleza obliga a que aflore la solidaridad que no existe en el trascurrir de la vida. Un puente a Peulla contiene una amalgama de sentimientos que los personajes emplean para luchar contra el fanatismo; y tratan de imponer el diálogo y el entendimiento como medio para evitar imposiciones, como instrumento para lograr la conjunción entre culturas, sin discriminaciones; para amar en libertad.
Sinopsis
Te miré, me miraste, nos miramos: lelieyu, lelien, leliwiyu; la conjugación en lengua mapuche de una relación fugaz entre Beltrán y Aylin. Un amor silenciado tras una desaparición inesperada en Peulla, un poblado chileno aislado por las aguas del lago Todos los Santos. Forzado por sus fracasos en la búsqueda de Aylin, Beltrán recaba la ayuda de un viejo amigo, un arquitecto español con el que compartió unas obras en Buenos Aires, años atrás; que diseña y ejecuta un proyecto irracional, en el que emplea caricias y palabras que acaban convirtiéndose en un abecedario que sólo él sabe interpretar, en un celestinaje viajero. Sin poder evitarlo, la naturaleza divinizada de Peulla provoca un intercambio de sentimientos que condiciona su sexualidad.Un amor que serpentea entre cerros y volcanes: un paisaje que alberga el pasado turbio de Pedro Barrientos, padre de Aylin, un misógino torturado por el abandono de su mujer, por la vergüenza del pecado cometido por un ancestro jesuita. Los efluvios del lago Todos los Santos tejen un nuevo epeo: relato oral de los mapuches en el que se narran amores espectrales, tragedias y finales lúgubres; los que el arquitecto desea evitar.
EL AUTOR
Eloy Gayan Rodríguez nació en Oviedo (España) en 1964, donde se licenció y doctoró en Derecho. Es profesor titular de Derecho internacional privado en la Universidad de A Coruña. Fue decano de su facultad de 2005 a 2013. Tras varias décadas dedicado a la docencia y a la investigación, en las que publicó diversas monografías y artículos de temática jurídica, en 2017 dio rienda suelta a su pasión por la literatura y publicó su primera novela: Las damas silenciosas.
Extractos de la obra
1- Pretendo truncar su frustración con un cambio de dirección, e iniciamos el Sendero de los Enamorados. Temo que el entorno turbe sus pensamientos, pero la vegetación sirve como coartada para que recobre el sosiego y me deleite, sin tregua, con los alerces, canelos, pitras y coigües. De nuevo la cartelería se erige en protagonista con una advertencia que se convierte, sin pretenderlo, en un mensaje encubierto para enamorados: ROCAS RESBALADIZAS. SEA PRUDENTE. NO TREPE POR LAS ROCAS; avisos que se resumen en una sola palabra: amor. Porque nada hay más resbaladizo que los sentimientos que frustran relaciones imposibles. Yerra el autor del panel con su aviso, porque el amor necesita la imprudencia, el atrevimiento, perder el temor al fracaso, a sentirse rechazado. La prudencia alimenta amores silenciados que podrían triunfar de no ser abandonados. Es necesario trepar por amores rocosos que parecen inalcanzables, pertrechados con mosquetones, arneses, pies de gato y todo cuanto contribuya a alcanzar la cima a la que nunca debe renunciarse. Comparto mi reflexión con Beltrán y le señalo el panel informativo para que no olvide que su amor con Aylin es resbaladizo, como el entorno de Peulla; que debe romper con las ataduras de la prudencia y saber que mi ayuda es efímera y concluirá en días; que debe trepar por el amor rocoso que a él le ha tocado vivir, de los que se fortalecen con el esfuerzo para alcanzarlos y dan lugar a una unión más consistente que la de los que se forjan sin obstáculos: amores televisivos en los que se corre al encuentro en una orilla plácida, en una llanura repleta de florecillas que se pisotean al igual que los sentimientos débiles que crean esas relaciones.
2- Aylin me hace partícipe de sus interioridades y me interroga sobre el ambiente parisino. Cometo una gran torpeza al caer en su juego y comenzar a describir el fervor que siento por Francia. De inmediato, muto mi discurso al ser consciente de que el deleite resulta frustrante para quien no dispone de opciones de viaje. Por ello, ensalzo los ríos de Peulla frente a un Sena repleto de barcazas descoloridas y habitadas por gentes que viven en ellas sin arraigo, con un transitar que en nada se asemeja al que ofrece el lago Todos los Santos. Le hago ver que Peulla no necesita fuentes coronadas por estatuas anodinas de tono bronceado y arenisco, que representan náyades, dragones, quimeras y cuantas formas mitológicas queramos imaginar, que retienen sus aguas en pequeños estanques que en invierno enmudecen al helar. París no goza de las aguas turquesas de Peulla, solo de las lentas y lánguidas del Canal de San Martín, encastrado entre muros de piedra que impiden soñar. Peulla goza de una obra que no permite reproducción, ni siquiera por las manos más adiestradas: el cuerpo de una mujer hermosa que engalana el entorno del lago. Me contempla sonriente, y sospecho que es consciente de que miento para no dañar su ilusión. Me interrumpe para interesarse por los artistas que pueblan Montmartre. Le describo el colorido de las sombrillas bajo las que pintan, con las que se guarecen del bullicio de los transeúntes que contemplan, extasiados, las creaciones que reposan sobre caballetes destartalados por el uso, e impregnados por el colorido del óleo que se derrama cuando el artista duda y permanece estático ante el lienzo sin alterar su creación.
3. Me encierro en mi habitación para enfrentarme a un libro de una temática de la que mi ignorancia me ha privado hasta ahora: la etnia mapuche. Me apropio del interés de Beltrán y descubro la realidad de un pueblo que, durante siglos, sufrió la persecución, conoció el sacrificio, estuvo sometido al intento de aniquilación de su cultura y que pretende, aún, subsistir en una sociedad que no ha superado, en toda su extensión, prejuicios absurdos. Sus páginas me imbuyen en los principios y valores de un pueblo guerrero que luchó contra el invasor, y que aún mantiene una pugna con el Gobierno chileno al reivindicar derechos y terrenos que les fueron arrebatados. Lamento descubrir un episodio más de la historia y de la actualidad sin que se haya logrado la conjunción necesaria para alcanzar el acuerdo, el respeto mutuo, el reconocimiento de errores y daños sin imposiciones. Lamento constatar que la diversidad es un obstáculo para alcanzar la convivencia a la que la tierra obliga; y, sobre todo, lamento que la geografía no se configure con límites naturales y culturales, sino con el poder de las armas que, aunque arraigado en la historia, no legitima la opresión, ni matanzas, ni reducciones, ni tierras usurpadas, ni apaleos, ni incendios, ni muertes; todo un cúmulo de despropósitos que solo el entendimiento puede desterrar.
4. Logro alojamiento improvisado en Puerto Montt, refugio necesario para mantenerme distanciado unos días de Aylin y Beltrán, para clarificar mi decisión. Soy consciente de que la permanencia en Chile implica un cambio drástico en el proyecto inicial: no debo construir un puente, no debo ejercer de mensajero, sino mediar ante Pedro Barrientos para que la ficción se convierta en realidad. Desconozco el tiempo necesario para planificar y llevar a cabo mi actuación, sin opción más allá del plazo de dos meses legales de estancia del que dispongo, con despido incluido en España. Entretanto, opto por ejercer de turista y valoro las sugerencias que exhiben los expositores en el hotel: senderismo, paseos en lancha por islas idílicas, travesías para intrépidos por la Patagonia…, sin que ninguna de las ofertas consiga superar mi propia aventura, que no necesita formularios de inscripción, ni resguardo alguno, ni seguros que cubran una caída, mi propia muerte. Sin embargo, aunque los temo, un anuncio de vuelos turísticos atrae mi interés. Me embarco en un reclamo con el que descubro una zona sobre la que no he sabido accionar en tierra, acompañado, ahora, de las aves que despliegan su arte en los cielos de la región; una visión con la que las distancias se achican y las fronteras lacustres desaparecen. Petrohué y Peulla se aproximan, recobro la ilusión en las alturas y siento que, con mi mano, con un movimiento inocente, someto a Pedro Barrientos y logro fusionar los sentimientos de Aylin y Beltrán. Descubro, así, que no hay barreras que se interpongan en mi camino, y pienso que el hombre debería volar para desterrar los sentimientos que guían a la destrucción, para descubrir la inmensidad de nuestro mundo, para sentir el silencio de los cielos, para aislarse de las desdichas, para descubrir el colorido de los paisajes que abrigan nuestras vidas sin exigir nada a cambio, para contemplar cómo los árboles muestran el colorido de las estaciones y se reflejan en los lagos para engalanarse. Porque la naturaleza es dadivosa y nos brinda una visión que debemos preservar, y nos estremece con cánticos imaginarios que sentimos cuando contemplamos su belleza, una naturaleza a la que todos debemos acceder en libertad, sin luchas.
5. Curiosamente, Pedro Barrientos fusiona tradiciones mapuches con rezos frente al altar, que está dispuesto, bajo amenaza, a truncar la vida de su hija. Debe ser consciente de que las tradiciones se analizan en su contexto histórico, debe abandonar todo aquello que no se adapte a los márgenes ineludibles de la realidad, delimitados por la dignidad de la persona. Solo atiende a los epeo que cobijan sus intereses, y destierra las bellas tradiciones mapuches, las que debe aplicar sobre su hija: la del amor libre en pareja, la del amor en familia, en cuyo seno siempre ha primado el respeto; la libertad, la paz, la convivencia, conceptos presentes en la cultura mapuche que no tienen caducidad. Debe abrazar los postulados de un pueblo que respetó y respeta la tierra, el agua, el cielo: elementos de un entorno que produce éxtasis; poseedores de creencias que ampararon y amparan la vida y la naturaleza; ideales con los que han sobrevivido al exterminio y que, ahora, yo imploro como propios.